Fermín Cabanillas. Tras las fiestas navideñas no es raro comentar entre risas con los amigos en enero que hemos puesto dos, tres o cuatro kilos, pero no tiene nada de gracias.
El doctor Diego Sánchez Muñoz, especialista digestivo, recuerda la importancia de que el control del peso se haga con mesura, sabiendo lo que se hace y en manos de profesionales, además de que rompe el mito de los tres kilos navideños: “Tres kilos probablemente no es la realidad de la variación que se llega a alcanzar en un periodo corto de tiempo como son las vacaciones de Navidad, sino que probablemente sean más en muchos casos. Y, desde luego, perderlos en un corto espacio de tiempo, muchas veces con dietas no controladas y con carencias, no es lo más adecuado”.
Y es que, todo lo que sean altibajos en formas de comer, calidad y cantidad de lo que nos llevamos a la boca, no va a traer ningún beneficio a nuestra salud digestiva”, aunque sí matiza que “hay que saber disfrutar de la comida, y las navidades son una buena fecha para darnos ese capricho que no nos damos en otras épocas del año.
Un ritmo de vida tremendo
Y es que, además, no hay que olvidar que el ritmo de vida actual no es una ayuda para una buena digestión, ya que “el estrés es uno de los principales agresores al tubo digestivo. Cuando nuestra mente se acelera, hay también una afectación a nivel físico, y en nuestro día a día en la consulta, no son raros los trastornos digestivos asociados al estrés. De hecho, existen estudios de economía sanitaria que cuantifican que hasta un 25 % de los pacientes en una consulta de gastroenterología general, son pacientes con trastornos atribuibles a estrés”.
Entre estas patologías, uno de los paradigmas es el síndrome de intestino irritable, “en el cual nuestro intestino reacciona de forma exagerada a factores que incluyen, entre otros, al estrés. De esta forma, este síndrome provoca dolor abdominal y alteración en la forma de ir al baño que se hace muy duradera y afecta sobremanera a la calidad de vida del paciente”.
Atentos a las señales
Por eso, hay que estar atentos a las señales que manda el estómago, pero con el detalle de que “muchas veces nos referimos al estómago como todo el abdomen pero, en cambio, el estómago como órgano es uno y existen diferentes órganos en el abdomen que pueden dar sintomatología parecida. Cuando es realmente el estómago el afectado, una de las manifestaciones más frecuentes es el reflujo gastroesofágico”.
Este síntoma suele ser contado por el paciente de diferentes formas, y referirse a él como ardor, quemazón, comida que se viene a la boca (regurgitación), aunque también puede aparecer con síntomas atípicos, como dolor en el pecho o tos irritativa, que pueden confundirse con otras patologías. “Es un síntoma muy prevalente que en muchas ocasiones puede aparecer de forma aislada, asociado por ejemplo a comidas copiosas o a exceso de alcohol; pero, si aparecen de forma más continua, o no responden bien a un tratamiento con antiácidos, debe ser evaluado por un especialista en aparato digestivo”.
Cuando el ardor duele
Otro síntoma muy frecuente es el dolor a nivel de la parte superior del abdomen (epigastrio). Cuando esto ocurre, “un síntoma que orienta a que el origen del problema es el estómago, es que ese dolor típicamente mejora con la ingesta y empeora con la sensación de hambre. Además, cuando aparece dolor a ese nivel, no solo hay que orientar hacia un problema del tubo digestivo como tal, sino que también puede referirse a problemas biliares o pancreáticos, por lo que estos órganos también deberían ser evaluados. La mala digestión, la hinchazón abdominal, los gases, los trastornos en el hábito intestinal, entre otros, también son síntomas que orientan a problemas del tubo digestivo”.
Otra cuestión que un especialista digestivo ayuda a aclarar es el mito o realidad de que, a mayor edad menos apetito. “Realmente, es una afirmación cierta, ya que, como todos los procesos metabólicos del organismo, a medida que nos hacemos mayores se van enlenteciendo. Cuando avanzamos en edad, las necesidades son por tanto menores, ya que estos procesos metabólicos requieren menos energía y, por otro lado, nuestro gasto energético es menor. Por ello, nuestro cuerpo, que se autorregula constantemente, necesita ingerir menos calorías y, de este modo, el apetito es menor”.
La covid y la digestión
Y, obviamente, si se habla de enfermedad en estos días, la covid siempre sale a colación, “Existen numerosos síntomas que aparecen en pacientes con infección aguda, si bien los respiratorios y los síntomas gripales son los más frecuentes, pero se han visto alteración en las enzimas hepáticas, diarrea como síntoma principal relacionado con el aparato digestivo y, en pacientes especialmente graves, es relativamente frecuente la disfagia, o dificultad para deglutir. De hecho, este último es un marcador de gravedad en estos pacientes cuando aparece”.
Por otro lado, “a medida que conocemos mejor la infección y vemos a más pacientes que han pasado la misma, observamos ciertos trastornos sobre los cuales la covid-19 parece que es responsable directo. Los síntomas más característicos tienen que ver con la aparición de hinchazón abdominal, pesadez tras las comidas, gases, digestiones lentas, y alteración del hábito intestinal, alternando diarrea con estreñimiento en muchos casos”.
Esto es atribuible a alteraciones en la flora bacteriana del intestino delgado secundaria a esta infección por covid-19, “ya que el virus compite con nuestras bacterias intestinales, alterando la composición de nuestra microbiota y, por tanto, produciendo dificultad de absorción y asimilación de ciertos nutrientes, produciendo que estos fermenten en la luz del intestino y provoquen estos síntomas tan molestos”.
Caminar después de comer, mito o realidad
Otra de las cosas que hemos escuchado “de toda la vida” es que caminar después de comer es bueno. Realmente es así, pero el especialista matiza que “muchas veces se comete el error de querer compensar una buena comida con una buena caminata justo después, pero hay que tener en cuenta que el proceso de la digestión demanda un riego sanguíneo adecuado a nivel gastrointestinal y, si este riego se dirige a otros sistemas que demandan más requerimientos, puede que esa digestión se interrumpa. Es lo que ocurre, por ejemplo, en los cortes de digestión. Por tanto, caminar sí, siempre, para prácticamente todo el mundo, pero mejor esperar un rato largo después de comer para hacerlo”.
Volvamos a Navidad. Ha llegado mediados de enero y el peso se ha disparado, y sigue subiendo. Algunas personas requieren ayuda extra en una dieta, como una reducción de estómago o una banda gástrica, pero están indicados para casos muy concretos, ojo. Se recomiendan “a pacientes con obesidad en diferentes grados que han fracasado a un enfoque de pérdida de peso convencional (dieta, ejercicio,..) y/o tienen otros factores de riesgo o comorbilidades, como diabetes o hipertensión arterial, entre otras. Todos estos tratamientos han de ser individualizados en cada paciente, en función del riesgo y los objetivos a conseguir”.
Algo fundamental
Pero si hay una cosa fundamental para que el procedimiento sea efectivo es que el paciente “tiene que ser actor fundamental de este proceso, y no se entiende la realización de cualquiera de estos procedimientos sin un seguimiento nutricional y psicológico a lo largo de un tiempo adecuado (mínimo durante un año) para que el paciente asimile la nueva relación que debe tener respecto a la comida y a la ingesta, tanto a las cantidades, como a la calidad y a la forma de ingerir.
Por ello, siempre que se ofrece un tratamiento bariátrico, éste debe ir acompañado de un seguimiento de apoyo para que, no solo se alcancen resultados, sino que estos sean duraderos en el tiempo y el paciente tenga una nueva vida más saludable. De esta forma, no hay tratamientos más o menos efectivos que otros, sino mejor o peor indicados y, sobre todo, bien o mal seguidos”.
El mundo del intestino irritable
Antes de despedirnos, volvemos a una de las referencias a las que el doctor ha echado mano en la entrevista, la referida al “intestino irritable”, algo conocido y frecuente, cuando el paciente presenta síntomas digestivos como dolor abdominal y trastornos en las deposiciones (diarrea, estreñimiento, emisión de moco, etc) de forma mantenida y recurrente en el tiempo.
“Es una enfermedad muy bien caracterizada y conocida por los especialistas en Aparato Digestivo, que, debido a su recurrencia, provoca una merma en la calidad de vida del paciente, con síntomas que afectan a su percepción de la vida personal, social e incluso laboral.
“Es una entidad de la que desconocemos su origen, pero sí conocemos muy bien los factores que la favorecen, y entre ellos destacan la alimentación, el estrés y la alteración de la flora intestinal, entre otros muchos. De hecho, para explicar su origen, se habla del eje intestino-cerebro, el cual, más allá de ser una mera hipótesis, es una comunicación bien contrastada”.
El equilibrio de la flora intestinal
Cuando estamos “en desequilibrio”, nuestra flora intestinal se altera y a través de mediadores inflamatorios, estos llegan al cerebro, “que da orden de segregar otros mediadores y hormonas, entre ellos hormonas relacionadas con el estrés como los corticoides. Esto hace que, como he mencionado anteriormente, se altere más la flora intestinal, con lo que se genera un círculo vicioso del cual es complicado salir. Uno de los problemas principales para su diagnóstico es la variabilidad de síntomas y en su diferente percepción en cada paciente. Además, la normalidad en las pruebas diagnósticas es la norma”.
Por esto, muchos de estos pacientes son tratados como “normales” y no se les trata adecuadamente. “A esto se suma que no existe hoy en día un tratamiento único y curativo para el síndrome de intestino irritable, sino que muchas veces, es un tratamiento sintomático. También el enfoque dietético es importante, intentando diagnosticar intolerancias o alergias alimentarias que provoquen sintomatología parecida. Recientemente, los nuevos avances en el tratamiento hacen que tengamos productos en el mercado que se enfoquen en un tratamiento etiológico, uniendo probióticos con prebióticos y fortalecedores de la barrera intestinal, con lo que los síntomas pueden mejorar más a medio y largo plazo”.
“La buena noticia que le damos a los pacientes con síndrome de intestino irritable es que su problema, aunque es muy molesto y muy limitante, no es grave en absoluto, por lo que sus consecuencias no van a ser problemas serios de salud, más allá de la merma en la calidad de vida que provoca.
El especialista
Diego Sánchez Muñoz es especialista y referente en Aparato Digestivo. Es director médico y fundador de IDI-Instituto Digestivo, que tiene previsto llegar a Sevilla a finales de enero de 2022.
Se licenció en Medicina y Cirugía por la Universidad de Sevilla en el año 1999. Se convirtió en Médico Especialista en Aparato Digestivo en el año 2005 y, desde entonces, se ha focalizado en la Endoscopia Terapéutica Avanzada y la Endoscopía Bariátrica, llegando a crear la Unidad de Tratamiento Multidisciplinar del Sobrepeso y la Obesidad.
Aparte, el doctor Sánchez es investigador en diferentes ensayos clínicos. Del mismo modo, ha presentado más de 100 comunicaciones en congresos nacionales e internacionales, 35 publicaciones en revistas de la especialidad y ha escrito 15 capítulos de libros relacionados con la especialidad. Actualmente está desarrollando su tesis sobre Enfermedad Celiaca, habiendo editado en el año 2018 el libro Avances en Enfermedad Celiaca.
Ha recibido varios galardones, como el Premio al Mejor Residente del Hospital Universitario de Valme (2001-2005) o el Premio Medicina Siglo XXI de la revista El Suplemento; en la categoría Gastroenterología (2018).
Se ha convertido en un referente del Aparato Digestivo a nivel regional y, próximamente, y trabaja, además de la previsión de llegar a Sevilla, (además de los ya existente en Algeciras y Chiclana).