Redacción. El naranjo amargo es el árbol más emblemático de Sevilla, especialmente cuando la explosión del perfume de la flor del azahar impone su aroma enlas calles y barrios de toda la ciudad anunciando la primavera y con ella las fiestas mayores de la ciudad.
Como ha explicado Susana Serrano, “aunque tiene su origen en China hace unos 20,000 millones de años, no fue introducido en la Península Ibérica hasta el siglo VII, de la mano de los romanos. Sibien, se comienza a emplear con carácter ornamental, a partir del siglo X, cuando los árabes pretendían que los patios y jardines de Sevillaigualaran en belleza y grandiosidad a los de Damasco y Bagdag, donde este árbol ya ocupaba un sitio preferente”.
El naranjo es un árbol robusto, de rápido crecimiento y resistente a la contaminación. Debido a su gran cantidad de hojas, realiza un óptimo proceso de fotosíntesis, y lo acotado de su copa lo hace idóneo para la ornamentación y sombreado de calles estrechas. Los naranjos contribuyen a luchar contra el cambio climático porque absorben dióxido de carbono, además de captar partículas nocivas y dióxido de nitrógeno, y su fruto son un alimento para los pájaros, por lo que se fomenta la biodiversidad.
Además de todo ello, Susana Serrano ha afirmado que “durante el siglo XIX y el XX, el naranjo comenzó a plantarse en las calles por petición de los propios vecinos, siendo durante la Exposición Iberoamericana de 1929 cuando se acabó de consolidar como el icono floral de la ciudad. Hasta tal punto que en 1970, había unos 5.000 naranjos en las calles de la ciudad y en 1996 eran ya 25.000. Actualmente el número de naranjos en el viario público y en los parques y jardines supera los 45.000 ejemplares, lo que supone un 25 % del arbolado municipal”.
En los últimos años, hemos sido testigos de la indignación ciudadana ante el maltrato continuado de la arboleda de la ciudad, dentro de la que el naranjal ocupa un papel de absoluto protagonismo. Múltiples asociaciones ciudadanas han salido a la calle denunciando talas masivas injustificadas que se hubieran podido evitar con un mejor cuidado del arbolado. Así como prácticas inadecuadas de poda yfalta de riego.
En opinión de Serrano “la utilización de empresas de servicios para el mantenimiento de los espacios verdes, congelando las plantillas municipales que eran las que anteriormente realizaban esta labor, ha tenido mucho que ver en el paulatino deterioro que hoy denunciamos públicamente y solicitamos empiece a tomarse en consideración y cuidarse con la importancia que dicho arbolado tiene y requiere”.
El experto en jardinería José Elías Bonells exponía recientemente en prensa como “algunos naranjos centenarios han sufrido cortes injustificados en calles del casco histórico de la ciudad, donde los naranjos antes se podaban”. Como adjunto a la jefatura del servicio de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Sevilla hasta el año 2004, explica que “estos árboles precisan podas de formación cuando son pequeños y de mantenimiento cuando han alcanzado su mayor desarrollo. Las podas bien ejecutadas les son beneficiosas. Pero los recortes con motosierras y cortasetos son prácticas que hay que erradicar para mantener donde sea posible en su porte natural, ofreciendo el azahar y las naranjas que tanto aprecian los sevillanos y todo aquel que nos visita”.
Finalmente Serrano ha querido añadir que, “el naranjal sevillano forma parte de la evolución histórica de la ciudad y es un elemento intrínseco de la trama urbana y del paisaje. Posee un importante valor de uso y disfrute para la ciudadanía, en cuanto a sus aportes ambientales, ornamentales, de sombreado, de fragancia y como ya se ha dicho, un inherente valor simbólico en el anuncio de la primavera y las fiestas mayores de nuestra ciudad. Por todo ello, y con el objeto de contribuir a su puesta en valor es necesario que el naranjal de Sevilla sea reconocido como patrimonio no sólo natural, sino también cultural de nuestra ciudad. Una petición singular, que la concejala del grupo municipal Podemos-Izquierda Unida llevará al último pleno de la vigente legislatura con la intención de que sea aprobada y llevada a la práctica sin ningún problema antes del fin del mandato.
