Redacción. El alojamiento es una de las grandes preocupaciones del alumnado. Para ello, la Universidad de Sevilla vuelve a ofertar este curso el programa de convivencia con personas mayores, familias monoparentales o personas con diversidad funcional cuya valoración es excepcional. Ya son más de 30 años los que lleva la US con este proyecto del que se han beneficiado hasta la fecha 1.038 estudiantes. Todos ganan, los alumnos encuentran un alojamiento para vivir y las personas que acogen, un apoyo que hace más sencillas sus vidas.
Este curso, unas 25 parejas se van a unir de nuevo, cada una con sus necesidades, y romperán numerosos estereotipos para encontrar en la convivencia historias que, en ocasiones, perduran toda la vida. Las personas mayores encuentran compañía, las que tienen discapacidad, apoyo especialmente en temas de movilidad y las familias monoparentales, resuelven sus problemas para conciliar la vida laboral con la familiar.
El alumnado, por su parte, consigue alojamiento gratuito y, habitualmente, gracias a una subvención de la Consejería de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad la Junta de Andalucía, también los suministros básicos como agua, luz y gas, entre 500 y 900 euros al año, dependiendo del número de personas beneficiarias por curso.
Pequeñas tareas de la casa
Se trata de un programa de ayuda mutua que promueve las relaciones intergeneracionales y la solidaridad. Gratuidad en el alojamiento, a cambio de compañía y ayuda en las pequeñas tareas de la casa o ir a la compra, entre otras actividades, que en ningún caso entorpecerán las obligaciones académicas de los estudiantes.
Todo queda recogido en un documento para cada pareja que se adapta a las demandas de los convivientes, y en el que quedan reflejadas las normas de convivencia. Algunas de ellas, no llegar tarde, no llevar visitas a casa, que se respeten los horarios de clase, las fechas de los exámenes y el cumplimiento de los compromisos.
Según el convenio, dos fines de semana al mes y vacaciones escolares los estudiantes se marchan a su lugar de origen y otros dos fines de semana se quedan. La US hace un estudio previo para conocer el perfil de las personas que demandan el servicio y acoplar al estudiante más idóneo en cada casa. “Estudiamos la adecuación de perfiles, si son compatibles en caracteres. Es como hacer matrimonios y acertamos bastante”, comenta la técnica del programa, Dolores Mantecón.
Abierto durante todo el curso
“La valoración del programa es fantástica, la idea es estupenda, porque se juntan dos colectivos con necesidades, se ayudan mutuamente, rompen un montón de estereotipos tanto de un lado como de otro, hay unas convivencias muy interesantes y bonitas”, resume Mantecón.
Numerosas parejas repiten año tras año hasta finalizar los estudios, aunque ahora también hay muchos estudiantes de máster, que vienen por poco tiempo. Tras la experiencia, algunos vienen ya con sus parejas a conocer a la persona con la que se alojaban, “también hay señoras mayores que se han ido de vacaciones al pueblo con la estudiante, porque ya forma parte de la familia”, comenta.
Hay un seguimiento de la convivencia por parte de la universidad para solventar inconvenientes, pero en general la experiencia es muy positiva. Es el caso del estudiante del Máster en Tecnología e Industria Alimentaria, Omar AbuZayid, que explica que estar en el programa de convivencia le ha ayudado en la parte económica, a entender la enfermedad por la que atraviesan las personas mayores y el apoyo que requieren.
«Hijos adoptivos»
Raquel Rico tiene 75 años y ha alojado durante más de 10 años a estudiantes de la Universidad de Sevilla. “Hago un balance muy bueno, pues nos hemos servido mutuamente, algunos se han convertido en hijos adoptivos”, asegura. Raquel conoce a personas mayores con espacio porque viven solas, que no dan el paso por desconfianza y podrían tener a estudiantes viviendo con ellas, pues muchos alumnos tienen dificultades para encontrar alojamiento. Por ello, anima a todo el mundo a participar porque “los menos son los problemas, los más, los beneficios”.
“Recuerdo a un estudiante colombiano -relata Raquel- que llegó a mi casa unos días antes de la pandemia y al poco nos encerraron, él con sus sueños rotos pues éramos dos desconocidos y, sin embargo, ha sido una maravilla, una experiencia que no olvidaremos nunca ninguno de los dos. Todavía me sigue escribiendo”.