Fermín Cabanillas. El diseñador de moda andaluz Antoné Ballesteros solo tiene algo en la vida que le obsesiona, y para bien: Eurovisión. Se celebre donde se celebre la final del concurso, desde 200 no falla. Este año vuelve a estar en la cita, pero asegura que es distinta. Afirma que nunca ha visto tanta seguridad en torno a la cita eurovisiva como durante esta semana en Malmö (Suecia).
Ballesteros, que nunca ha dejado de acudir a la final del concurso de la canción europeo desde que lo hizo por primera vez en Moscú, ha señalado que en las calles de la ciudad sueca «es muy fuerte ver la presencia policial de agentes de Suecia, Dinamarca y Noruega».
Una presencia que se aprecia en todos los rincones de la ciudad, incluido el interior del auditorio donde han tenido lugar esta semana las semifinales y se celebra mañana la final, «y en la calle hay francotiradores, drones, todo está vigilado».
Pitos y aplausos para Israel
Al tiempo que ha destacado que la actuación de la representante de Israel es acogida entre los «eurofans» con «pitos y aplausos por igual», sí ha explicado que son «muchísimas» las manifestaciones de apoyo a Palestina que ha podido ver desde que llegó el pasado lunes.
A sus 37 años, este diseñador que lleva varios años viviente entre Jerez de la Frontera y Sevilla ha hecho de Eurovisión su forma de vida, desde que en 2001, con Rosa López, «comenzó mi pasión», aunque era demasiado joven y no pudo ir a verla en vivo al Saku Suurhall de la capital de Estonia, Tallín.
Fue delegado provincial de su club de fan durante dos años, «y recuerdo esa época con muchísimo cariño», y en 2009 decidió intentar por primera vez acudir al festival, llegando al estadio Olimpiski de Moscú, donde Soraya Arnelas representó a España con ‘La noche es para mí’.
A donde haga falta
Desde entonces ha hecho miles de kilómetros en avión, aunque en algunas ocasiones ha podido hacer el viaje en coche, gracias a que Salvador Sobral, con ‘Amor pelos dois’, ganó Eurovisión en 2017, y en 2018 solo tuvo que ir a Lisboa para cumplir con su cita.
Antoné asegura que «igual que la gente se va de vacaciones a la playa o de romería a El Rocío», toda su vida durante el año está pendiente de Eurovisión, para comprar las entradas desde que salen, aunque el hotel lo reserva nada más anunciarse la fecha, ya que desde el año anterior saber en qué ciudad tendrá lugar el festival.