Redacción. El cambio estacional de hora sincroniza el inicio de la actividad humana con la luz matinal (amanecer), permitiendo más ocio diurno en las tardes estivales. Este es el eje del artículo que los profesores de la Universidade de Santiago de Compostela (USC) y la Universidad de Sevilla (US), Jorge Mira Pérez y José María Martín Olalla, acaban de publicar en la revista Journal of Sleep Research. En él, analizan la naturalidad y utilidad del cambio estacional de la hora en respuesta a un manifiesto de la British Sleep Society (BSS) que pide su fin en Reino Unido y la adopción permanente de la hora de invierno.
Los investigadores repasan la historia del cambio estacional de hora en Reino Unido destacando su aplicación casi ininterrumpida desde 1916, lo que lo convierte en un caso óptimo para describir la aplicación del cambio de hora y sus efectos. Señalan que el cambio de hora ha proporcionado durante más de un siglo un experimento natural sobre la adaptación de la jornada laboral a las estaciones del año, permitiendo en verano el disfrute de una hora más de ocio diurno durante la tarde.
“Si la población hubiese percibido un desalineamiento crónico durante la hora de verano, lo habría contrarrestado modificando sus hábitos”
A partir de encuestas de empleo del tiempo, los autores señalan que la aceptación colectiva del cambio de hora se demuestra en el hecho de que, en cien años, la sociedad británica no lo haya eliminado o contrarrestado ajustando estacionalmente sus horarios. Referido a una jornada laboral típica en Reino Unido, el estudio recuerda que “desde 1916 los británicos han preferido un ajuste estacional con horario de 9 a 5 en invierno y de 8 a 4 en verano, que gracias al cambio de hora sigue siendo de 9 a 5; con la ventaja de tener una referencia social constante durante todo el año (9 a 5) y, a la vez, una adaptación estacional”. Parecen cumplirse –añaden los autores- las predicciones de los proponentes originales de la práctica: la población agradece acercar el inicio de la jornada laboral al amanecer y así poder disfrutar de mayor ocio diurno durante las tardes de verano. “Si la población británica hubiera percibido un desalineamiento crónico durante los meses de la hora de verano, lo habría contrarrestado modificando sus hábitos”.
Martín-Olalla y Mira señalan que la BSS suscribe el fundamento del cambio de hora en su manifiesto: la luz matinal desempeña un papel crucial en nuestra activación diaria. La BSS resalta este papel en invierno para descartar la hora de verano permanente debido a la oscuridad matinal que causaría en invierno. El matiz que olvida la BSS y otras sociedades similares es que en verano amanece más temprano, lo que fomenta el inicio más temprano de la actividad humana: en Reino Unido, la hora del amanecer en verano se adelanta al menos cuatro horas respecto a la del invierno. Justamente, Martín-Olalla y Mira resaltan que la función del cambio estacional de la hora es adecuar la actividad laboral a la luz matinal de cada estación.
Los autores terminan señalando que en la discusión actual sobre el cambio estacional de la hora los sondeos muestran una mayoría favorable a la hora de verano respecto de la hora de invierno. “Es otro indicio de que la propuesta estacional de 1916 continúa siendo aceptada, ahora por las generaciones actuales. Es como un clamor: nos encantan nuestros horarios actuales en verano, por favor no los retrasen”.