Redacción. El Espacio Santa Clara acoge desde hoy y hasta el 17 de noviembre la exposición «Quico Rivas. Una continua maquinación», una de las muestras claves del Otoño Cultural en Sevilla. La exposición ha sido presentada en un acto en el que han participado Antonio Muñoz, delegado de Hábitat Urbano, Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Sevilla; Esther Regueira, comisaria; Mar Villaespesa, colaboradora, y Eva Rivas, hija del artista y principal prestadora.
‘Quico Rivas. Una continua maquinación’ presenta una aproximación a la polifacética figura de Francisco Rivas Romero Valdespino (1953-2008) y a su prolífica actividad artística, crítica y política, en el décimo aniversario de su fallecimiento.
Crítico de arte, comisario de exposiciones, investigador, escritor, editor, artista plástico, poeta, anarquista, aficionado al flamenco y pero sobre todo, agitador y creador de situaciones, Rivas fue un curioso insaciable que se dedicó por igual a la creación y a la investigación en las artes plásticas, la literatura y, en menor medida, la música. Fue un gran maquinador que nunca dejó de generar polémica, pensamiento crítico y de posicionarse como amateur -o incluso fan como a él le gustaba definirse- transgrediendo las relaciones con los ámbitos profesionales e institucionales. Sus continuas entradas y salidas en diferentes universos donde reencontrarse con el arte, con la vida, y ejercer la pasión y la insurrección -junto a colegas, amigos o colaboradores- fueron constantes.
La exposición que recorre el Espacio Santa Clara muestra gran parte de su apasionante actividad, desde principios de la década de 1970 en el contexto sociocultural sevillano, cuando se inicia como crítico de arte (con solo 17 años) en las páginas del Correo de las Artes en El Correo de Andalucía, y como artista con Equipo Múltiple (junto a Juan Manuel Bonet), además de en el activismo político (milita en Acción Comunista), y en la gestión cultural (dirige, igualmente con Bonet, el Centro de Arte M-11); y su trayectoria en la escena madrileña desde finales de los años 70 y en las décadas posteriores, donde juega un papel central.
Escribe para numerosas publicaciones; forma parte del colectivo de crítica cultural de perfil situacionista MARGEN con el que colabora en la campaña contra la Ley de peligrosidad social; es asiduo del emblemático bar libertario La Vaquería de la calle de la Libertad y de otros como El Figón de Juanita o El Café del Burrero, donde asiste a memorables veladas flamencas; mantiene una intensa relación con la galería Buades y, sobre todo, con los pintores de la Nueva figuración madrileña así como con otros muchos protagonistas de La Movida; participa en exposiciones míticas como 1980 y Madrid, Madrid, Madrid; se estrena como editor con el sello Francisco Rivas editor; es promotor de bares como el “Cuatro Rosas” o “La Mala Fama”; es comisario de relevantes exposiciones como ‘Alberto Greco, Corona roja’. ‘Sobre el volcán, Albert Oehlen’ o ‘Manolo Quejido. Pintar, Pensar, 33 años de resistencia’. Investiga, entre otros muchos temas, sobre figuras olvidadas como el poeta malagueño Pedro Luis de Gálvez; es impulsor del colectivo anarcofuturista Refractor; desarrolla una extensa investigación sobre las cárceles que culminaría con un proyecto expositivo para el MEIAC nunca realizado; y un larguísimo etcétera.
La muestra recorre también sus derivas por otras geografías a las que necesitaba retirarse cada cierto tiempo, por la saturación que le producía, en sus propias palabras, “la presión de la actualidad”. Valencia, Formentor, Soller, la isla de La Palma, Sevilla o L’Escala fueron algunos de esos lugares desde donde siguió indagando, pintando y escribiendo poesía, narrativa o crítica; al igual que Grazalema, donde pasó los veranos de su infancia y sus últimos años, y al que siempre consideró su pueblo.
Quico Rivas forma parte de la corriente de los críticos que hacen de la crítica de arte un género literario; el potencial plástico de sus textos es comparable al narrativo de sus collages y dibujos. Y, si bien es conocido por sus escritos más que por su obra pictórica, quien en 1986 definiera la crítica de arte como un “honesto ejercicio del oficio de ver”, decidió en sus últimos años retirarse del ejercicio de crítico para dedicarse casi por entero a la literatura y a la pintura. Motivo por el que el hilo conductor de la exposición es su obra plástica, haciendo posible, finalmente, su deseo de pasar de ser considerado un “pintor dominguero”, como él mismo se denominó durante años, a ser un “pintor a secas”.
Cuadros, dibujos y collages, se exponen junto a un gran conjunto de documentos que visualizan su inmensa actividad como crítico, poeta o agitador social. Entre los documentos, periódicos, fotografías, carteles, diarios, revistas, catálogos, libros, letras de canciones, discos, novelas inéditas, cuadernos, manifiestos, cartas, audios, pasquines, tabloides, películas y cortes de programas de TV de los que fue guionista componen una antología de más de 800 piezas, un extenso y variado material que muestra que Quico Rivas nunca dejó de investigar, dinamizar, conspirar y producir; en definitiva, de maquinar.
Como clausura de la exposición los días 16 y 17 de noviembre se celebrarán unos Encuentros en colaboración con la Casa de los Poetas y las Letras y con La Carbonería y se editará una publicación.