Fermín Cabanillas. Mientras más de 200.000 personas pasan este fin de semana en El Rocío, en el marco de una peregrinación extraordinaria, un vecino de la localidad sevillana de Gines sigue en su casa sacando adelante su gran pasión, consistente en reproducir a escala las carretas rocieras oficiales.
Y es que desde hace 15 años Miguel Palomar Sánchez tiene una pasión que hace que en su casa no haya un rincón sin una carreta rociera a escala, siempre con la premisa de que todas reproducen la que preside los cortejos: la del simpecado.
A sus 67 años, en su casa de la calle Guadalquivir, las carretas se mezclan con la decoración normal de la vivienda, los simpecados de las hermandades conviven con las fotos de la familia, y el color plateado de los varales es parte del paisaje de la vivienda en cualquier rincón.
Miguel habla con naturalidad de su pasión, de la que dice que «en esencia, intento que las réplicas sean lo más fieles posibles, con todos los detalles que tienen las carretas originales, y siempre utilizando materiales reciclados».
Y es que tiene todo el tiempo del mundo para sacar adelante esta afición, una vez jubilado de su labor como camionero y hostelero, y cada día, cuando todavía no ha amanecido, se pone con la tarea, a partir de fotos de las hermandades en su camino y detalles de las carretas.
Sólo tarda un día en tener el formato principal, y poco a poco va tomando forma la carretea que finalmente llega a la estantería de su casa.
La base principal tarda una jornada en tenerla lista, y entonces hay que esperar para encolarlas, proceso que es el más laborioso de toda la fabricación, pero el que, a su vez, aporta más robustez al trabajo final de este artesano.
Cuando comenzó su afición se dedicaba sólo a las carretas rocieras, aunque ha tenido encargos como la de la Virgen de la Bella, patrona de Lepe (Huelva), que ha realizado por encargo de vecinos de esta localidad.
Algunas son complicadas. Lo que sí destaca es que algunas las ha tenido que hacer después de varios ensayos, aunque otras, como la de la hermandad de su pueblo «fue la que me costó menos trabajo», debido a la gran cantidad de veces que la ha visto muy de cerca, porque ha sido hermano mayor y ha tenido varios cargos de responsabilidad directiva en una hermandad que este año cumple su 91 camino rociero.
Todas las carretas se completan con una base en la que es colocada, donde se sitúa el nombre de cada hermandad, con un clavo que las sostiene en pie desde la yunta de bueyes en miniatura, con el fin último de buscarles sitio, aunque el Ayuntamiento de su pueblo ya le ha dicho que le gustaría montar una exposición en un local público para que todos los vecinos puedan verlas de cerca.
Miguel resume su afición en que «soy rociero desde siempre, vengo de una familia de carreteros», y de hecho fue siete años alcalde de carreta de la hermandad sevillana, con lo que se une esa afición al instinto que tiene en su día a día, «porque todo lo que me encuentro lo voy recogiendo, y todo lo aplico a las carretas para terminarlas».
Su afición es única en un pueblo en el que, afirma, hay muchas personas que tiene carretas a escala en su casa, «pero hechas a base de dinero, tras comprar todas las piezas y unirlas, pero estas están hechas a mano y con la mente».
Bromea explicando que en su casa ya no le dejan meter una carreta más, pero asegura que «es mi afición, mi distracción, y en lugar de estar haciendo cosas por ahí esto es lo que hago en mi día a día».
De momento, faltan en su colección hermandades como la de Sabadell, que este año estrena camino rociero, pero ya es un proyecto en marcha para comenzar a trabajar en él en cuanto vuelva a casa la próxima semana.