25 noviembre 2024
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María Luisa Alonso: «Cada uno tiene que hacer lo que le haga feliz»

María Luisa Alonso, en Cork, Irlanda.
María Luisa Alonso, en Cork, Irlanda.
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María Luisa Alonso, en Cork, Irlanda.
María Luisa Alonso, en Cork, Irlanda.

Mamen Muñoz. La arquitecta sevillana María Luisa Alonso Rubiales decidió irse fuera para buscar trabajo hace ya casi una década y ha ido encadenando una experiencia tras otra, sumando aventuras como nadie: su primer destino en el extranjero fue en Irlanda, desde donde se fue a Francia, y de allí a Suiza, y aquí reside actualmente desde 2013.

En Sevilla, siempre ha vivido en Heliópolis. “He tenido muchísima suerte con el barrio porque ha tenido todo lo que necesitaba, de los cuatro a los dieciocho años estudié en el Claret, y después estudié Arquitectura en Reina Mercedes, así que iba a todo andando, era estupendo.” 

Prodetur Diputación de Sevilla

– ¿Por qué decidiste irte fuera?
– Por trabajo: quería ejercer como arquitecta, hacer proyectos interesantes y vivir dignamente.

De excursión en el Jura.
De excursión en las montañas suizas del Cantón del Jura.

– ¿Por qué ese lugar y no otro?
A lo largo de estos años he vivido en varios lugares y la verdad es que he tenido la suerte de estar a gusto en todos. Pero si tengo que elegir alguno, sin duda alguna, me quedo con Suiza.

Cuando empecé a estudiar Arquitectura era una profesión con cero paro y cuando terminé había un 90 % de paro. Las probabilidades de encontrar un trabajo digno eran imposibles, así que cogí las maletas y me fui a Cork, a hacer unas prácticas a un estudio de arquitectura durante tres meses. Fueron las primeras prácticas de mi vida porque nunca antes había trabajado en un estudio y ¡fue una experiencia maravillosa! Me propusieron un puesto en Dubái, pero me tuve que volver a Sevilla para entregar el proyecto fin de carrera. Volví a Heliópolis unos meses, lo entregué, y al ver que nada había cambiado, volví a hacer las maletas y me fui a trabajar a Lille seis meses, y aquello fue increíble: creo que es el estudio que más me ha aportado a nivel profesional. Pero me surgió una buena oportunidad en Perpiñán, y volví a hacer las maletas, esta vez hacia el Sur de Francia. Me quedé dos años y ya desde allí me fui a Suiza que es donde vivo actualmente.

– ¿Cuánto tiempo llevas fuera de España?
– Llevo ya más de ocho años viviendo fuera.

– ¿Es tu primera estancia en el extranjero?
– La primera vez que viví en el extranjero fue en Toulouse, que me fui de Erasmus.

En la Plaza Pestalozzi, en Yverdon con sus amigos sevillanos.
En la Plaza Pestalozzi, en Yverdon con sus amigos sevillanos.

– ¿Cuál es tu lugar de residencia? ¿Cómo es esta ciudad?
– Vivo en Yverdon-les-Bains, que es una ciudad pequeñita de la parte francesa de Suiza, cerca de la frontera de Francia y al borde del lago de Neuchâtel. Es una ciudad muy tranquila, tiene sólo 25.000 habitantes, pero tiene de todo: tiene universidad, una conexión estupenda con todas las ciudades de Suiza, dos amigas de Sevilla y un bar de tapas, ¡así que no puedo pedir más!

– ¿Cómo fueron tus primeros días allí?
– Mis primeros días aquí fueron horribles, en concreto, mis seis primeros meses. Cuando vivía en Irlanda o en Francia no me sentía tan lejos de casa; pero en Suiza, el choque cultural fue tan grande, que la adaptación fue durísima. Nunca me había imaginado que un país tan geográficamente cercano al mío podía ser tan diferente. La gente era súper distante, fría… creía que es que nunca me iba a quedar aquí: quería irme de mis tierras helvéticas.

– ¿Cuál era tu nivel de idiomas al llegar?
– Mi nivel de francés era bueno porque había vivido ya en Francia una temporada.

En la imagen, María Luisa Rubiales en Les Rases.
En la imagen, María Luisa Rubiales en Les Rases.

– ¿Cuál es tu balance de la experiencia?
– Maravilloso, estoy encantada, estoy feliz. Para mí mi vida profesional es muy importante. Soy arquitecta de vocación, de las que van contentas a trabajar. Y siempre cuento una anécdota que me dijo un cliente en el trabajo. Me dijo que: “Ser feliz en el trabajo es tan importante como ser feliz fuera de él, porque casi el 50 % del tiempo que estamos despiertos estamos trabajando, por lo que si estamos contentos en el trabajo, estamos contentos la mayor parte de nuestro tiempo, que no es poco”.

– ¿Cuáles son, a tu parecer, los pros y contras de vivir en el extranjero?
– Los pros, pues abres tu mente. Imagínate, yo cuando me fui por primera vez, casi no había salido del barrio. Aprendes nuevas formas de vida, de trabajo, te enriqueces muchísimo. Aprecias mucho más lo que no tienes: tu familia, tus amigos, tu ciudad. Te vuelves mucho más resolutivo y mucho más independiente porque tienes que salir tú solito adelante. Y los contras, pues te pierdes muchas cosas, como los cumpleaños, todas las fiestas con tu familia y tus amigos.

En Verbier, en las fiestas de Navidad, que es típico disfrazarse.
En Verbier, en las fiestas de Navidad, en las que es típico disfrazarse.

– ¿Cómo es vivir ahí? ¿Es muy diferente a España?
– Vivir en Suiza no tiene nada que ver con España. Para empezar el ritmo es completamente diferente, empezamos y terminamos de trabajar mucho antes. Almorzamos a las 12:00 del mediodía, las tiendas las cierran a las 18:00 horas, y los domingos absolutamente todo está cerrado. Hay que hacer malabares para ir al supermercado o al banco porque todos tenemos los mismos horarios entre semana.

Los fines de semana solemos ir a la montaña: en verano, muchísimas rutas de senderimo; y en invierno, a esquiar. Y esta parte me chifla, porque consigo desconectar tanto los fines de semana, que los lunes llego al trabajo con las pilas cargadas.

– Cuéntanos alguna anécdota que te haya ocurrido durante tu estancia.
– De las cosas que más me impresionaron fue uno de mis primeros proyectos en el estudio, era en el centro de una ciudad y el acceso a la vivienda sólo se podía hacer a pie, así que mi jefe me dijo: “Creo que lo más razonable es hacer todos los transportes en helicóptero, porque los obreros no son mulos de carga. Por encima de los costes de la vivienda están las personas”. Y aquello me encantó.

'Los niños de los Alpes', los cuatro amigos sevillanos que residen en Yverdon.
‘Los niños de los Alpes’, los cuatro amigos sevillanos que residen en Yverdon.

Y otra anécdota es que tengo una caseta de feria en Suiza: Gitanillo de Triana, 309. Esto consiste en vivir en una feria los 365 días del año (tenemos farolillos, banderillas de La Guita, por supuesto manzanilla, catavinos, de todo). Es una caseta que pertenece a ‘Los niños de los Alpes’, cuatro sevillanos que vivimos en Yverdon. Y es también, en realidad, un huerto urbano, que en la ciudad en la que vivo los alquilan a un precio muy reducido a las personas que quieran para que puedan cultivar. Son 200 metros cuadrados, en los que tenemos que cultivar al menos el 80 % de la superficie.

– ¿Y sus habitantes, cómo son?
– Los suizos son muy fríos y distantes al principio, pero con el tiempo aprendes a quererlos. Tengo muy pocos amigos suizos, pero creo que los que tengo son para toda la vida.

Un picnic suizo en la montaña.
Un picnic suizo con fondue en la montaña, en Dent du Jaman.

De los suizos he de decir que he aprendido a reciclar, me parece fundamental en mi vida actual. Mi madre siempre ha reciclado muchísimo y he tenido mucha conciencia, pero como reciclan los suizos es otro nivel. El primer día que fui a cenar a casa de mi compañera del trabajo, me sorprendió que cuando comen un yogur, la tapa, que es de aluminio, se mete en el reciclaje de aluminio; la etiqueta, en cartón , se retira completamente y se recicla; y el envase del yogur por su parte, va al contenedor de plástico.

Cada habitante de Yverdon tiene una tarjeta para ir a la déchèterie, que es el basurero. Y cuando llegas allí, entras con el coche, es como una especie de calle, ¡y puedes reciclar cualquier cosa que te puedas imaginar! Para reciclar tienes dos opciones: reciclas en casa y tiras las cosas a los contenedores que hay en la ciudad (que hay de todo tipo: diferentes tipos de vidrio, cápsulas, compost, telas…), y ya después para cosas más específicas como reciclar los diferentes tipos de aceites, tienes que ir al basurero. Y es que, aquí en Suiza no se paga impuesto de basura, sino que cada bolsa de basura cuesta un euro con cincuenta, y ahí va incluido el impuesto, por lo que mientras más reciclas, menos impuestos pagas.  He interiorizado hasta tal punto el reciclaje que incluso me he pasado al vermicompost en casa y hago mi propio abono para mi huerto.

Acudiendo a una obra en moto de nieve porque con las nevadas no había otra forma de acceder.
Acudiendo a una obra en moto de nieve porque con las nevadas no había otra forma de acceder.

– ¿Cómo es un día cualquiera de tu vida en el lugar donde vives ahora?
– Depende un poco de cada día. Los lunes, por ejemplo, que trabajo en la Universidad de Ginebra, por la mañana ultimo los detalles de las clases, a última hora de la mañana tengo las clases, y por la tarde suelo trabajar en distintos proyectos de la Universidad.

De martes a viernes, trabajo en el estudio de arquitectura. Empezamos muy temprano: a las 07:30 horas. A primera hora organizamos un poco el día, y sobre las nueve de la mañana, es la hora de la pause café, ¡y todo el estudio nos vamos a desayunar al bar! Es maravilloso, es como estar en Sevilla ese momento. Retomamos el trabajo sobre las 09:30 horas, paramos a las doce y volvemos al lío, de 13:30 a 17:30 horas. Dependiendo de los proyectos que tenga entre manos, pues estoy más tiempo en la obra o en el estudio. Hay muchísima variedad porque trabajamos para el ejército y para el Estado y también para clientes privados, así que tenemos toda la paleta de proyectos, cada semana es un mundo y puede pasar de todo.

El lago de Neuchâtel.
El lago de Neuchâtel, uno de los atractivos de la ciudad de Yverdon.

– ¿Cuál es tu lugar favorito de tu nueva ciudad? ¿Y de la provincia de Sevilla?
De Yverdon, el lago, sobre todo a última hora de la tarde. Y de Sevilla, mi barrio, Heliópolis, que lo echo muchísimo de menos.

– ¿Cuál es la imagen que tienen de España?
– Tienen una imagen fantástica, piensan que es un país muy completo y rico en muchos aspectos: que tiene historia, cultura y gente maravillosa, tiene todos los ingredientes para triunfar.

– ¿Te has marcado algún nuevo objetivo o reto?
– Trabajo en la Universidad de Ginebra desde septiembre y es un mundo que acabo de descubrir. De momento, quiero seguir compaginando mi trabajo de arquitecta en el estudio con la docencia, y dentro de unos años, quizás, trabajar algo más en la universidad. Pero tampoco pienso mucho en el futuro, ahora mismo estoy centrada en lo que tengo ahora, y ya veremos dentro de un tiempo.

– ¿Qué piensa tu familia y amigos de tu aventura?
– Me apoyan muchísimo. Siempre están ahí, y sin ellos todos esto habría sido muchísimo más difícil.

– ¿Cuáles son tus planes futuros?
– De momento no pienso mucho en el futuro. He encontrado mi sitio aquí, voy a continuar con lo que tengo, y ya veremos dentro de unos años.

En una fiesta en su casa suiza "de sevillanas maneras" con sus amigas sevillanas.
En una fiesta en su casa suiza «de sevillanas maneras» con sus amigas sevillana y vasca.

– ¿Piensas volver a España, a Sevilla, en breve?
– De momento no, mi sitio ahora mismo está aquí. Me gusta el estilo de vida suizo y estoy encantada con mi trabajo.

Pero de vez en cuando bajamos a España en coche, son 19 horas y las hacemos del tirón, sólo paramos cada tres horas para cambiar de conductor y echar gasolina. El viaje de ida se hace muy cómodo, pero la vuelta es indescriptible, porque mi madre no quiere que pierda mis raíces, así que aprovecha para meterme en el coche todo lo que ella cree que puede hacer que yo vuelva a Sevilla: discos de María del Monte, de Rocío Jurado (son nuestras bandas sonoras de los viajes), una vez llegó a meternos ¡una sombrilla de Cruzcampo! Así que en mi patio suizo, tengo una sombrilla de Cruzcampo…

En unas visitas en Suiza de sus primas, en Gruyère.
En una visita en Suiza de sus primas, en Gruyère.

– ¿Qué es lo que más echas de menos de Sevilla?
– A mis padres y a mi familia.

– ¿Recomiendas a todo el mundo que viva un tiempo fuera de España? ¿Por qué?
– No. Cada uno tiene que hacer lo que le haga feliz. Y aparte, no todo el mundo vale para este tipo de experiencias.

 

 

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