C.P.G. Completamente erguido, clavado en su cruz pero derramando misericordia. El Cristo de la Conversión de Montserrat fijó su mirada en cada uno de los cientos de personas que se acercaron a contemplarlo en su recorrido hacia la Catedral, en cada uno de los que rezaron las 14 estaciones del vía crucis en el interior del templo metropolitano, y en los que ya, en la penumbra de la noche, tras el solemne repique de campanas de la Giralda, le acompañaron en el regreso a su capilla en la calle Cristo del Calvario.
Salvo en el horario de regreso (entró pasados 15 minutos de la medianoche), todo salió según lo previsto por los hermanos de Montserrat, que habían cuidado cada detalle de su cortejo, de las andas que portaban al Crucificado de Juan de Mesa y del rezo, repartido, como es tradicional en este acto, entre otras 14 hermandades (Cristo de la Corona, Dulce Nombre de Bellavista, La Amargura, El Amor, Vera-Cruz, El Cerro, Los Estudiantes, San Bernardo, El Cristo de Burgos, La Quinta-Angustia, El Calvario, Los Gitanos, Los Servitas y Montserrat), para concluir con las palabras del obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra. El arzobispo sigue convaleciente de su operación y no pudo asistir.
Ante las andas detenidas del Cristo de la Conversión, encargadas exprofeso por la cofradía del Viernes Santo, exornadas asemejando un monte silvestre, iluminadas por los faroles del Cachorro y rematadas con la crestería de la Pura y Limpia del Postigo; desde el presbiterio del altar mayor de la seo hispalense, el obispo auxiliar agradeció la invitación de Montserrat a «rezar con más hondura» ante este imponente Crucificado. «Nos invita a levantar los ojos ante Él. A vivir una Cuaresma llena de sentido, con realismo en nuestra vida personal y comunitaria. Como hemos hecho en esta tarde, os invito a que, en esta Cuaresma y Semana Santa, unamos imagen y palabra; unamos la calle y el templo. A esta expresión pública de fe que nos llena de orgullo, necesitamos también unir la verdad del templo, para sentir el encuentro del Señor a través de la participación en los sacramentos».
Escoltado por las cruces de guía del Divino Perdón, Padre Pío, La Paz, Cautivo del Polígono de San Pablo, Las Penas, Los Javieres, El Dulce Nombre, Buen Fin, El Baratillo, Los Negritos, La Exaltación, La Macarena, La Trinidad y el Santo Entierro, que habían marcado cada una de las 14 estaciones, el Cristo de la Conversión, portado a la par por costaleros y portadores, emprendió el camino de regreso, no sin antes detenerse ante la Virgen de los Reyes, acompañado por los cantos de la Escolanía Salesiana y la Capilla Musical María Auxiliadora.
Junto al llamador, el de paso de palio de la Virgen de Montserrat, una gubia, propiedad de Fernando Aguado, el último imaginero que ha revisado el estado del Crucificado, servía para recordar a Juan de Mesa, el imaginero cordobés que lo talló hace justo cuatro siglos. Precisamente esta efeméride contribuyó a la elección de esta imagen, por parte del Consejo de Hermandades y Cofradías, para presidir este acto conjunto del primer lunes de Cuaresma.
En una tarde primaveral, por calles que se alejan de su itinerario del Viernes Santo, por el Salvador y el Arco del Postigo, el Cristo de Juan de Mesa invitó a Sevilla a la Conversión.