M.C. Contreras. La naturaleza no es sólo la gran pasión de Elena Viguera, sino una forma de vida, que plasma a diario entre Espartinas y Cazalla de la Sierra, tanto en su apuesta por la agricultura ecológica como en la viticultura.
Filóloga, Elena podría estar dando clases en cualquier aula enseñando a los alumnos los secretos de la gramática española, pero cursó un máster de Educación Ambiental y puso en marcha la Granja Escuela Cuna de la localidad de Espartinas, donde los animales campan a sus anchas, y las verduras tienen ese olor y sabor que sólo tienen las que salen directamente de la tierra al plato.
Para que nada falte, es copropietaria de la Bodega Colonias de Galeón junto a su marido, Julián Navarro, comercializando sus caldos en Alemania, Dinamarca y Estados Unidos, además de sacar adelante un proyecto de visitas turísticas a las bodegas.
Vieron la luz con la plantación de las primeras vides en 1998, y pudo desarrollar un trabajo a medio camino entre la producción y el turismo enológico.
Las visitas a la granja escuela, como explica, son «una evolución de la agricultura ecológica, que cuando empezamos, todavía con tan poco conocimiento y desinformación, nos costaba venderlo como ecológico, y pensamos en dedicarlo a los niños, los futuros consumidores».
Comenzó con una carta. Es una actividad que, recuerda, «comenzó mandando una carta sencilla a los colegios, diciéndoles que tenemos una huerta ecológica, que podían venir a visitarnos, así que nos pusimos al día, nos reciclamos, nos formamos en educación ambiental, conocimos el temario en los colegios, sus intereses en las aulas, y los adaptamos aquí».
Su trabajo ha hecho que la granja sea visitada cada día por colegios de buena parte de las provincias de Huelva y Sevilla.
En sus casi dos hectáreas, los niños aprenden «que la naturaleza es un proceso temporal, que siembras, tienes que prever el tiempo, se les explican las inclemencias, las alteraciones, los depredadores, y todo ese concepto de vulnerabilidad que parece que no se contempla».
Elena recuerda que alguna vez ha pensado en dedicarse a su profesión de formación inicial, «pero seguramente, como soy tan inquieta, me puse a hacer en su día lo que hago ahora. Me vine a vivir al campo y cuando descubrí la agricultura ecológica fue algo que me enamoró y lo dejé todo».
No ha parado de trabajar, siempre con la tierra en la mente, y recuerda con orgullo que «hasta El Corte inglés nos llamó, que nos reunimos con otro compañero de Extremadura y abrimos mercado en Madrid y nos dejaron en algunos espacios de Madrid donde pusimos algunos de nuestros productos».
El reto es, seguir trabajando. Así de simple.