M.C. Contreras. Por primera vez en esta temporada de verano, se están dejando ver los primeros flamencos en la localidad sevillana de Gerena, concretamente en la balsa de agua de la mina Cobre Las Cruces.
Este sitio se considera el lugar idóneo para realizar un pequeño descanso en su ruta migratoria. Estas aves necesitan grandes extensiones de agua poco profunda, donde se alimentan de algas y pequeños crustáceos.
No es el único habitante de este singular hábitat, ya que diversas especies de aves migratorias hacen escala en la balsa, y otras la habitan de manera permanente.
Según señala la la compañía minera, preservar el medio natural y proteger la biodiversidad es una responsabilidad que se sitúa en el centro del compromiso que asume Cobre Las Cruces con su entorno.
Dentro del propio complejo minero y en sus alrededores habitan especies de una gran importancia ecológica, social y cultural. «Es por ello que deben ser conservadas como parte de nuestro patrimonio, lo que conlleva la responsabilidad de todos los integrantes del proyecto Las Cruces», señala la empresa en su web oficial.
Uso tradicional. El entorno es una zona de uso tradicional agrícola de secano, área de especial importancia para el desarrollo y crecimiento de las poblaciones de aves esteparias, como la avutarda y el sisón común, entre otras. Estas especies son de gran relevancia ecológica, ya que muchas de ellas se encuentran inscritas en el Catálogo Andaluz de Especies Amenazadas.
La creciente población humana en el área, el cambio de usos del suelo (intensificación de cultivos, eliminación de cultivos cerealistas, cambios en las prácticas agrícola, etc.) suponen un riesgo al eliminar o alterar los hábitats naturales de estas especies. Por ello, Las Cruces desarrolla planes de conservación para contribuir a preservar la flora y fauna del entorno.
Estos planes incorporan la aplicación de medidas preventivas para eliminar o mitigar los factores desfavorables que afectan a estas especies. De esta forma, se realiza un control y seguimiento de la fauna autóctona, en la que destaca el galápago leproso, que habita en los arroyos Garnacha y Molinos, y aves como la avutarda o el cernícalo primilla.
Además, «trabajamos continuamente con un programa de medidas compensatorias que incluye la realización de acciones agroambientales siguiendo un protocolo de manejo y gestión de los cultivos de acuerdo con las necesidades biológicas y de hábitat de estas aves, con una ocupación de 360 hectáreas, contribuyendo de esta forma a la preservación de la avifauna», concluye la compañía minera.