19 noviembre 2024
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Adrián, el niño de San José de la Rinconada con una visita muy especial

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Fermín Cabanillas. Adrián tiene diez años, y es un niño que, como todos los niños, tiene sus propias aficiones. La suya está relacionada con los que nos cuidan, y eso hace que Adrián sea especial. Mientras a muchos niños de su edad sus padres les dicen que se porten bien o viene la Policía, a él le apasiona todo lo que supone la Guardia Civil, la Policía Nacional, la Local, y todo lo que les rodea.

Adrián es el mayor de dos hermanos. Es especial porque lo es, como todos los niños, aparte de tener una enfermedad rara que lo hace especial, no raro. Su madre, Mónica, decidió ayer que la salida al balcón a las ocho de la tarde tenía que ser especial para el niño, y vaya si lo fue.

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Minutos antes de la hora de salida al balcón para los aplausos de cada tarde, Adrián vio en la acera de enfrente a varios coches de la Guardia Civil concentrados. “Será que hay un control”, le decía ella al niño para fortalecer la sorpresa. Pero, no. Adrián vive en una calle secundaria, una vía de servicio a la entrada de San José de la Rinconada, una de esas calles por las que hay que entrar, por las que no se pasa de camino a ninguna otra, y cuando fueron llegando los coches por el principio de la calle, la cara del niño lo decía todo.

Varios coches de la Benemérita se apostaron a los pies del niño, y encima uno de los agentes se bajó del coche y altavoz en mano se dirigió al niño para agradecerle lo bien que se está portando en el confinamiento. Su cara, recogida en un vídeo grabado por la madre, lo dice todo.

“Tiene ocho o nueve gorras de la Guardia Civil, Policía, coches de bomberos, grúas… Siempre saluda a los coches de Guardia Civil cuando pasan por la carretera, pero nunca pasan por la puerta, hasta ayer”, explica Mónica a esta redacción.

En su perfil de Facebook, la madre agradece a los agentes que han hecho feliz “a mi pollito Adri. Día tras día os aplaude y se vuelve loco cuando os ve pasar. Colecciona gorras vuestras, pegatinas y otras cosas más, gracias a compañeros vuestros. Hoy habéis demostrado más que nunca que dentro de vuestro uniforme hay un gran corazón. Chapó por vosotros. Hoy nos habéis matado de amor”.

Pero como para todo en esta vida, el cómplice era necesario, y llegó en la persona de Raúl López Mateos, agente de la Guardia Civil de la localidad sevillana. Una llamada a Raúl y una de él a sus compañeros obró el milagro. En su Facebook, el agente recuerda que “el guardia civil no hace más que cumplir con su deber, y si algo debe esperar de aquel a quien ha favorecido, debe ser sólo un recuerdo de gratitud”. Amén.

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