M.C.Contreras. «Nací en Gerena (Sevilla), donde crecí junto a mis amigos hasta que me fui a la Universidad de Sevilla. Cuando finalicé mis estudios universitarios, tuve la oportunidad de trabajar en varias ingenierías en Sevilla». Así empieza Francisco Manel Domínguez Bueno el relato de su vida desde Inglaterra, donde se ha asentado junto a su pareja y ha sabido sacar adelante su profesión y carrera vital.
A sus 39 años, su vida es otra más de una persona la que la crisis le cogió de lleno y se tuvo que reinventar. «Cuando trabajaba para una empresa americana, la crisis llegó a España y esta empresa me propuso irme a Italia donde tenían muchos proyectos de construcción de plantas fotovoltaicas. Allí estuve desarrollándome y creciendo como profesional dentro del campo de la calidad. Estuve viviendo en Bari (Puglia), Montalto di Castro (Toscana) y en Sicilia. Unos tres años más tarde, la crisis llegó a Italia y esta misma empresa me ofreció ir a trabajar a Silicon Valley, en California (Estados Unidos). Por supuesto, no podía negarme a esa gran oportunidad para mi carrera profesional».
De esa forma, aterrizó en Estados Unidos. Allí estuvo algo más de un año. «Aquello era impresionante, estaba trabajando en la cuna de la tecnología, donde solo unos afortunados son capaces de trabajar. San Francisco y su bahía me encantaron y pasaba muchas tardes en Santana Road (San José) cuando terminaba de trabajar. En unas de mis visitas a España para ver a mi familia y amigos, conocí a mi actual esposa», Alicia Ardoy Álvarez, que ahora tiene 37 años y es natural de San José de la Rinconada. Ella trabajaba en el ambulatorio del pueblo y eso me hizo pensar. Tenía 30 años y me gustaría empezar a tener una familia. Decidí dejar esta empresa que tanto me había dado, y emprender otro camino pero con el objetivo de poder empezar una relación con esta chica que tanto me había gustado y con la que deseaba crear una familia».
Era 2011, y la crisis seguía en Sevilla. «Empecé a trabajar en una gran ingeniería pero me mandaban muchas veces al extranjero, a Israel, Emiratos, etc, y no me aseguraban un puesto de trabajo por un periodo de tiempo largo. Con esta situación, mi novia y yo tomamos la decisión de buscar trabajo en el extranjero. Todos los días me llamaban empresas de Italia, Alemania, Francia e Inglaterra. Una de estas empresas me ofreció unas condiciones muy buenas y acepté. Dos semanas mas tarde, mi novia y yo estábamos en el coche, cargado hasta el techo, viajando desde Sevilla hasta Newcastle Upon Tyne. Fueron tres días de viaje, en los que recorrimos unos 2.600 kilómetros.
Al llegar a Newcastle, «nos topamos con muchos problemas, puesto que hay muchas normas y requisitos que son totalmente diferentes a España. Un ejemplo es que aquí se paga una tasa por ver la televisión pública, y si no la pagas, tienes que pagar una multa. Los primeros meses fueron muy duros, principalmente por el clima. Llueve casi siempre, hace mucho frío, bastante viento y los días son muy cortos en invierno y muy largos en verano. En verano, amanece a las 3 de la mañana y oscurece después de las 11 de la noche. En invierno, amanece en torno a las 9 de la mañana y se hace de noche a las 3 y pico de la tarde. A veces, se ve la aurora boreal».
Sin embargo, «cuando pasamos un tiempo aquí, ya nos fuimos acostumbrando a los cambios de tiempo, y a la falta de luz, por lo que esto dejó de ser un problema. La comida sí que es un problema, puesto que no hay bares de tapas, es difícil encontrar un bar con Cruzcampo, y no hay jamón de bellota por ningún sitio. Esto lo subsanamos mandándonos cajas de comida cada 2 o 3 meses».
La experiencia vital de Francisco dio un paso más en 2015. «Nos casamos y decidimos comprarnos una casa aquí en Newcastle. Yo empecé a trabajar en otra empresa como Director de Calidad (CMP Products) y mi mujer ya trabajaba para la sanidad inglesa, en el hospital mas prestigioso de Inglaterra, haciendo transplantes de corazón y pulmón. En 2017 llegó nuestro primer hijo, y decidimos quedarnos aquí algo mas de tiempo, para que fuera bilingüe».
A la pregunta de si alguna vez volverán a Sevilla, «la respuesta es que no hay un día en el que no nos levantemos y miremos el tiempo en Sevilla, o las noticias de allí. Nuestra hija será bilingüe como nuestro hijo y ambos tendrán doble nacionalidad. Al final, todo lo que estamos haciendo aquí es por ellos. Bueno, y por nosotros, puesto que la experiencia que estamos adquiriendo aquí, la posibilidad de trabajar sin tener miedo a qué pasará mañana, es una tranquilidad que no tendríamos si viviéramos en Sevilla. Estamos lejos de Sevilla, pero con las tecnologías actuales, no tenemos la sensación de vivir tan lejos».