Fermín Cabanillas. Este viernes, como cada día desde, se ha cerrado la puerta del despacho del coordinador médico del Centro Regional de Transfusión Sanguínea (CRTS) de Sevilla. Pero este viernes, ha sido distinto, porque el próximo lunes no volverá a ocupar ese despacho el que ha sido su habitante desde el año 2008.
Se llama Manolo Marín y ha sido, hasta su jubilación, responsable del servicio los últimos 12 años, aunque su vida prácticamente ha estado ligada siempre a lo que se hace en las cuatro paredes de uno de los centros de su ramo más importantes de España.
Manolo Marín nació en Sevilla el 3 de diciembre de 1958 bajo el signo de sagitario, y se licenció en medicina hace 40 años. Trabajó en atención primaria un mes, concretamente en el hospital Virgen del Rocío, y otro en el centro de salud de San Juan de Aznalfarache.
Después ejerció de podólogo. Desde agosto de 1991, fecha de la creación prácticamente de este servicio, trabaja como médico en el Centro de Transfusión, Tejidos y Células de Sevilla.
Toda una vida
Desde 2008 ha sido coordinador médico (equipo de médicos, enfermeros, celadores, técnicos de promoción y administrativos). Es el alma de un servicio que, afirma, funciona como un perfecto engranaje, pero con una lucha continua que comienza cada día a las 8 de la mañana: “Cuando llego, lo primero que hago es comprobar cómo están las reservas, porque en Sevilla cada día necesitamos tener 200 unidades. Esa es la cantidad mínima que necesitamos para trabajar en condiciones normales, para atender las necesidades básicas que nos reclaman desde los hospitales cada día”.
No obstante, en una labor como la suya no existe la improvisación, porque “se trabaja con un mes y medio de antelación, sabiendo lo que podemos precisar, teniéndolo todo previsto por si pasa algo y se tienen necesidades especiales”.
La importancia de la promoción
El trabajo, dentro del estrés, es apasionante. Una buena parte del éxito se basa en la labor que realiza la técnica de promoción, Adoración Díaz Guerra, que coordina la comunicación de todo el equipo para llevar la unidad de extracción sanguínea a todos los rincones de la provincia.
Cuando se extraen las bolsas, comienza el trabajo del laboratorio. La sangre circulante está compuesta por una solución acuosa de sales y proteínas, llamada plasma, donde se encuentran suspendidos los glóbulos rojos, eritrocitos o hematíes; los glóbulos blancos o leucocitos y las plaquetas.
Hasta la década de los 60, la sangre se usaba en su totalidad, hasta que fue descubierta que en muchos casos solo es necesario un componente para el tratamiento de una determinada enfermedad. En el laboratorio la sangre se separa, literalmente.
El problema del coronavirus
En el despacho de la parte baja del edificio de la avenida Manuel Siurot de Sevilla el trabajo es incesante. Manuel no para de mirar su ordenador, comprobando si se llega a la cifra de 300 donaciones necesarias de cada día. Lamenta que, como a otros muchos sectores de la sociedad, el coronavirus ha hecho mucho daño a este en concreto, ya se ha perdido el 20 % de las previsiones.
Las donaciones no es que sean seguras, sino que en una sala de extracciones se está más seguro que en mitad del desierto. Todo se limpia con mimo y en contacto con la gente que dona la sangre solo se utiliza material de un solo uso.
A pesar de eso, “es verdad que la gente ha cogido cierto miedo a salir, y eso implica también que haya reticencias a la hora de venir a donar sangre. Los números son claros: a estas alturas del año llevamos 3.000 unidades menos de sangre recogidas que en estas mismas fechas de 2019”.
Se han juntado muchos problemas, como que en algunos pueblos cerrasen los locales habitualmente usados para las donaciones viajeras. Otro problema pasa por no poder contar con la Universidad, uno de los nichos de donaciones más importantes, y así se han ido acumulando circunstancias que se intentan superar madrugando cada mañana.
No obstante, para que esas carencia no se noten, decenas de batas blancas no paran de trabajar en los laboratorios del centro, garantizando que siempre haya al menos 2.000 unidades almacenadas en caso de necesidad. Esas unidades pueden aguantar hasta 42 días esperando a ser usadas, aunque es verdad que hay determinados grupos sanguíneos que son más demandas, como el cero negativo: “una bolsa de sangre de este tipo puede durar 48 horas solamente almacenada hasta que se usa”.
Ahora, confiesa que va a echar de menos todo el día a día en su labor apasionante. Desde el lunes, otra persona ocupará su despacho, dejando atrás una labor con alma al frente de una de las necesidades médicas diarias más importantes de la sociedad.