Virginia López. El día 1 de noviembre del año 1755 ha pasado a la Historia como el del Terremoto de Lisboa. Hoy se puede hablar con precisión del mismo, pues se sabe que fue un maremoto con epicentro en algún punto del Océano Atlántico, próximo al Cabo San Vicente. El seísmo fue seguido de un espectacular Tsunami y que de medirse en la actualidad llegaría a la escala 8.4 aproximadamente. El más destructivo de la Historia de Europa.
El agradecimiento de nuestra ciudad por no haber ocurrido una tragedia de mayores dimensiones se plasmó en el Monumento que dio nombre a la Plaza del Triunfo, en pleno corazón de la misma. Anteriormente se llamaba Plaza de los Cantos durante la construcción de la catedral y Plaza del Hospital del Rey por ese edificio que es ahora la Casa de la Provincia.
Hoy, se cumplen, por tanto, 265 años de este terrible hecho que coincidió “para más inri” con la festividad de Todos los Santos que preludia el luctuoso mes de noviembre.
Así lo cuentan las Actas Capitulares de la Catedral de Sevilla:
“Sábado 1 de noviembre de 1755, estándose celebrando los Divinos Oficios en esta Santa Iglesia y principiada la Misa de Tercia a las diez de la mañana, la Majestad Divina, manifestó su justa irritación con que por nuestras culpas teníamos indignada su justicia, avisándonos por medio de un espantoso terremoto que duró como unos diez minutos por medio del que vimos evidentemente querer su Majestad Divina acabar con nosotros en ese mismo instante, a no mediar su Madre Santísima, como amparo de pecadores, por cuya intersección nos libertamos de tan justo estrago, usando al mismo tiempo de sus misericordias, dejándonos vivos y no permitiendo que no obstante las muchas ruinas que de éste santo templo se desprendieron, quedásemos sepultados todos cuantos dentro de él estábamos, antes se verificó que persona alguna de las que en él estaban no padeciese la menor lesión, obrando en esto innumerables prodigios …huyendo cada uno a buscar sitio donde las ruinas no le sepultasen …”
Se trató de un tsunami muy similar al oriental de diciembre de 2004. Este de 1755 destrozó la mitad de la capital portuguesa y sus efectos se notaron notablemente en el Golfo de Cádiz – la ciudad se salvó por las murallas – y en zonas tan interiores como Salamanca o Ávila. En general se sintió en toda Europa (hasta Finlandia) y en el Caribe (en las Martinicas).
Como cuentan otras crónicas se hundieron 300 casas y se vieron afectadas 5.000. El resultado de fallecidos fue el de 9 personas, sin saberse el de heridos, aunque en algunas fuentes se habla de 6.
Sí quedó registrado que tras el susto inicial se recompusieron los ánimos lo que permitió continuar la Misa con un Tedeum.
Tenemos testimonios de primera mano a través de la carta que envió Andrés Samaria Xerez, escribano de cabildo, el 4 de noviembre:
“En el día de los Santos, dadas las diez, se empezaron a notar extraños movimientos en la tierra, y a los dos minutos fueron tan considerables, que juzgaron todos ser el último instante en que sería acabada esta gran ciudad, que experimentó por cerca de un cuarto de hora este trabajo. Los clamores, lamentos y movimientos a penitencia no se pueden explicar. Las ruinas acabaron a tres personas en distintos sitios; una de edad adulta, y dos en la infancia. Dicen hay más de este número, pero no se puede asegurar y ha de resultar de las diligencias que se están practicando[…].
Nuestro Asistente, con el mayor cuidado y celo, dio oportunas providencias para reparar en la parte posible, las consecuencias del suceso. Prohibió el uso de los coches y carros. Mandó llamar los Arquitectos. Previno al Conde de Mejorada, nuestro Capitular y Procurador mayor, se convocase a Cabildo extraordinario, lo que se ejecutó prontamente, y se determinó lo que se juzgó ejecutivo en el día, como fue la asistencia a las funciones de la Iglesia, y la visita general de las parroquias por sus respectivos diputados, llevando Maestros alarifes para el reconocimiento de las casas, y proveer a su reparo, o mandar demoler las que lo necesiten, cuya providencia, con la mayor extensión se dio a la puerta, para que los Caballeros diputados la observen en la visita, que con el mayor celo y cuidado, se está ejecutando, procurando dar las Diputaciones visible testimonio de su verdadero amor al público en ocasión tan urgente. Y nuestro Asistente está a la vista, y auxilia con sus providencias cuanto conviene a reparar el pasado contratiempo.
En el IX Congreso Geológico de España un equipo de investigadores ha clasificado los daños que sufrió nuestro patrimonio utilizando el método EAEs (Efectos Arqueológicos de Terremotos). En la actualidad, pueden verse en la puerta sur de la Iglesia de San Andrés donde se reconstruyó un arco, en una columna del Patio de Muñecas del Alcázar con un borde fracturado o un fuste de columna desplazado en la Casa de los Pinelo, por citar tres ejemplos visibles.
En 1757, como acción de gracias se levantó un monumento entre la Lonja, el Alcázar y la Puerta de San Cristóbal y la plaza pasó a llamarse del Triunfo.
Se trata de un ejemplo de Triunfo, una tipología monumental propia del Barroco. Obra de José Tomás Zambrano, que era Maestro Mayor de la Catedral. Es un balaustre muy estilizado pero profusamente adornado, con una base rectangular y cuatro cartelas de mármol gris, en una hay un grabado de las Santas Justa y Rufina flanqueando a la Giralda. En la parte superior, un templete, rematado por una cruz de forja, acoge a la Virgen del Patrocinio, precisamente por el patrocinio o protección que hizo a los sevillanos. Es una pequeña figura en mármol blanco cuyo rostro es muy poco conocido. El conjunto se levanta sobre gradas de piedra y se protege por una verja de hierro con cuatro faroles en las esquinas, obra de Juan de Mencía.
La lápida del interior dice:
«Sábado, 1 de Nov. Año 1755 a las 10 de la mañana huvo general y pavoroso terremoto el que se creyó asolaba la Ciudad, y sepultaba a sus moradores en la ruina, pues se estremecieron violentamente los edificios cayendo algunos y parte de las iglesias. En la Patriarcal con espantoso horror llovieron parte de sus bóvedas, cayeron pilares de los elementos de su Torre. Siendo sin número el concurso nadie se sintió lastimado. En toda Sevilla solo 6 personas perecieron deviendo las demás sus vidas la Ciudad su consistencia al Patrocinio de la que es Madre de Dios y Misericordiosa María Stma. en cuyo honor y perpetuo agradecido monumento mandaron poner los Ilmos. Sres. Deán y Cabildo e hacer este Triunpho en el sitio mismo que se dixo la Misa y cantó Sexta en aquel día.»
Y en el exterior, en la piedra gris oscura redonda dice:
«Se estremecieron violentamente los edificios, cayeron algunos y partes de las iglesias. En la Patriarcal con espantoso horro llovieron piedras de sus bóvedas y cayeron pilares. En toda Sevilla solas seis personas perecieron«.
Fue en el Terremoto de 1504, con epicentro en Carmona, donde el pueblo sevillano creyó ver la Giralda sostenida por las Santas Justa y Rufina, de ahí el trinomio que quedó fijado en la iconografía. La representación más antigua de la misma, es el cuadro del Maestro Moguer que se encuentra en la Iglesia de Santa Ana, pintado en torno a 1515.
Precisamente es uno de mis rincones preferidos de Sevilla. Me gusta pasear por esta plaza, que acogió el segundo foro de la ciudad romana, de forma irregular que flanqueada por el monumento del Triunfo y el de la Inmaculada, muestra el lienzo de sillares más primitivo del Alcázar y permite descubrir a la Giganta recortarse en el cielo entre las cresterías de la catedral. Hoy día nada hace presagiar que allí se vivió el Dies Irae o el Día de la Ira Sevillano.