Investigadores del departamento de Enfermería de la Universidad de Sevilla, con la colaboración de profesionales de la UCI del Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla, han analizado los factores clave en el cuidado del paciente crítico con COVID-19 durante la primera ola de la pandemia. Su estudio concluye que el cuidado enfermero se ha visto influenciado por el miedo y el aislamiento, lo que ha hecho difícil el mantenimiento de la humanización de los cuidados de salud.
La ruptura en la tendencia de la humanización de la asistencia sanitaria en UCI durante este periodo radicó sobre todo en el aislamiento de los pacientes de COVID-19. Esto, junto con el equipo de protección individual que llevan los profesionales para evitar su propio contagio y las restricciones hacia las visitas de los familiares, hizo que fuera más complicado proveer una atención integral y holística a la persona, según se destaca en el estudio.
El miedo a lo desconocido, la falta de protocolos adaptados y material de protección adecuado al comienzo de la pandemia, la incertidumbre ante un virus desconocido y muy letal, junto con el temor de los profesionales de contagiar a otras personas de su entorno han sido los principales sentimientos percibidos por las enfermeras. De hecho, esta situación conllevó que varias de ellas necesitasen ayuda psicológica y vieran mermada su capacidad de trabajar de forma óptima, tal como hacían antes de la pandemia.
El temor a lo desconocido ha aumentado exponencialmente los sentimientos de negatividad, haciendo que surjan emociones nunca vividas en su entorno laboral. Inicialmente, la falta de recursos materiales, de personal y protocolos, fue determinante. Sin embargo, conforme avanzaron las semanas se fueron solventando los temas de gestión a la par que iba aumentando la información sobre la enfermedad, con lo que se desarrollaron e implantaron los protocolos específicos para esta patología y se mejoró la organización del cuidado.
A estos factores, las profesionales añaden la dificultad de trabajar con enfermeras sin formación especializada en cuidados intensivos. Algunas de ellas han tenido que incorporarse a la UCI de otras áreas de especialización ante el aumento del número de pacientes de Covid-19. “Se educa en intensivos durante el grado, pero se deja mucho contenido por la falta de tiempo”, explica Rafael-Jesús Fernández-Castillo, uno de los autores del estudio. “Las enfermeras llevamos luchando mucho tiempo por la especialidad de cuidados intensivos, existiendo amplia evidencia científica que avala esta necesidad y con resultados fútiles por parte de los dirigentes. Por tanto, una plantilla de refuerzo más formada en cuidados críticos hubiera mermado la carga de trabajo de las enfermeras de equipo habitual”.