Virginia López. Los avances en la navegación, tras el descubrimiento de América, se basaron en la cartografía y en su divulgación a través de la imprenta. En una fecha temprana destaca el cosmógrafo y cartógrafo sevillano Pedro de Medina que sin ser navegante, logró rebatir las cartas de navegación de los propios marinos.
Si hay algo que me guste más en la vida, es aprender. Y si hay algo que me produzca más desazón es ser consciente de lo que no habré aprendido cuando me visite la parca. Por eso, siempre tengo presente la frase de Sor Juana Inés de la Cruz de ‘No estudio por saber más, sino por ignorar menos‘.
Y por ello le estoy tan agradecida a Ángeles González Godoy de presentarme a Pedro de Medina en su interesante novela histórica ‘La constelación sobre el Guadalquivir’.
Tras un breve intervalo de auto-vergüenza, llega la alegría de sumergirme en la biografía de este personaje que hoy os presento, dado que realmente no es conocido. Sobre todo su labor científica y porque la utilidad de sus ingenios en la navegación pervive en la era de los satélites.
Se apostilla que era natural de la localidad gaditana de Medina Sidonia rebatiendo que fuera natural de Sevilla, pero eso es lo de menos. Su vida prácticamente transcurrió en nuestra ciudad – hecho constatado desde el año 1538 – donde murió en 1567 a la edad de 74 años.
Es en esa fecha de 1538 cuando publica su ‘Libro de la Cosmografía‘, que logra atraer la atención de la Casa de la Contratación y de la propia Corona.
Teniendo en cuenta que Pedro de Medina no era navegante y que él pretendía examinar a los pilotos, es lógico que se diera un encontrón con éstos. En principio con Diego Gutiérrez y Sebastián Caboto y, finalmente, con todos los cosmógrafos de la Casa de Contratación.
Estaban en juego intereses económicos de la venta de algunos elementos como cartas de navegación. Pese a la práctica de los navegantes, Pedro de Medina con sus estudios científicos logró demostrar las inexactitudes que presentaban los documentos que manejaban los marinos. Estos, a la larga, eran la causa de los naufragios, cuando no intervenía la naturaleza.
Con el respaldo de la Corona, Pedro de Medina logró encargarse de examinar a pilotos y maestres y en 1544 publica su famoso ‘Arte de navegar’. Una obra clave en la navegación de la época, que fue editada por toda Europa en múltiples reimpresiones. Nicolás Nicolai, geógrafo del rey francés Enrique II la consideró ‘obra muy útil y muy necesaria’.
Cabe tener en cuenta que se pasó de cruzar la ignota mar océana con tres naves a hacerlo con un número cada vez mayor de ellas, cuyas dimensiones también aumentaron. De tres naves donde solo iban marinos se pasó a grandes navíos cargados de tripulación, viajeros y una mercancía valiosísima, codiciada por todas las naciones.
Aunque pareciera que no entrañaba mayor dificultad pues como afirmó el cosmógrafo zaragozano Martín Cortés de Albacar, coetáneo de Pedro de Medina y descubridor del polo magnético: ‘Navegar no es otra cosa sino caminar sobre las aguas de un lugar a otro‘.
Si bien matizó “es una de las quatro cosas dificultosas(…). Este camino diffiere de los de la tierra en tres cosas. El de la tierra firme es firme, éste fluxible; el camino de la tierra quedo, éste movible; el de la tierra señalado y el de la mar ignoto.
Respecto a otros datos biográficos de Pedro de Medina, él mismo se presenta como clérigo aunque no se conserva registro de que fuera cura beneficiado de alguna parroquia.
Antes de dedicarse a la navegación fue tutor del hijo del Duque de Medina Sidonia a quien dedicó una Crónica.
Sin pasar por la Universidad pues tampoco consta, sus conocimientos científicos proceden de la lectura de la extraordinaria biblioteca de sus patronos, así como de la donada por Hernando Colón, hoy Biblioteca Colombina.
Pero a ello se une su sagacidad y capacidad de observación desde que nació en él, el gusto por escudriñar los cuerpos celestes al cielo raso, así como sus incontables viajes por la geografía española.
También escribió algunas historiografías como el libro ‘Grandezas y cosas memorables de España‘. En el manuscrito original, precediendo a la portada tipográfica se halla un frontispicio novedoso. Contiene el mapa grabado xilográfico de la Península Ibérica y en la parte superior la palabra ‘España’. Por primera vez un libro de autor español impreso en castellano mostraba un mapa de España.
Desde 1549 había sido designado Cosmógrafo real honorario. Sin embargo, pese a su prestigio en el Consejo de Indias y en la Corte, no logró el empleo oficial de cosmógrafo de la Casa de Contratación.
Igualmente resulta desconocido el pintor sevillano homónimo. Se trata de Pedro de Medina Balbuena. Este artista destacó levemente por sus bodegones y fue miembro de la Academia de Pintura, fundada por Murillo el 1 de enero de 1660.