Virginia López. Sevilla ocupa un lugar de honor en la historia de la Literatura Española por el grupo tan numeroso y de alta calidad de escritores que ha proporcionado, los que han residido o se han inspirado aquí, además de ser escenario de principales obras. El Siglo de Oro de las letras hispanas no se entiende sin Sevilla, donde, además, nace la emblemática Generación del 27.
Pero hay una generación muy desconocida de escritores neoclásicos de finales del XVIII y principios del XIX, que dejaron una impronta propia, la generación poética sevillana de 1808.
Se trata de una generación local, a diferencia de la del 27, y formada por un nutrido grupo con implicaciones políticas importantes. Lo que en principio era una tertulia literaria derivó en un fuerte compromiso político fraccionado en dos posturas contrarias e irreconciliables. Los hechos históricos se precipitaron con la invasión napoleónica y el subsiguiente posicionamiento liberal/conservador.
Desde siglos atrás son muchas y diversas las tertulias literarias que proliferaron en nuestra ciudad, siendo de las más destacadas la del “Divino” Herrera y ésta que describimos tiene su doble antecedente en la del Asistente Pablo de Olavide en sus dependencias del Alcázar y en la Academia Horaciana del Marqués de Gandul.
La aparición de dos Academias, la de Historia Eclesiástica y la Particular de Letras Humanas de Sevilla, instituciones muy desconocidas en la historia local, son dos antecedentes directos y cuyos promotores son fundamentales en el grupo generacional en que deviene: por un lado, el jurista Joaquín María Sotelo y Segura, Rector del Colegio de Santa María de Jesús, embrión de la Universidad de Sevilla; por otro, el poeta Manuel María de Arjona y de Cubas, el cual había fundado en Osuna la Academia Silé.
La segunda Academia nombrada arriba será refundada como tertulia en una habitación del Colegio de Santa María de Jesús, situado como recordarán junto a la Puerta de Jerez, del que solo queda la capilla homónima, un 10 de mayo del año 1793.
Conozcamos en este punto el curioso origen del término “tertulia”. Se puso de moda en el Madrid del XVII, en alusión al ilustre escritor romano Tertuliano, del siglo II d.C., llamar así a las reuniones de intelectuales. Como señaló en esa época el padre Diego Calleja:
“los que por alusivo gracejo llamamos tertulios, que sin aver cursado por destino las Facultades, con su mucho ingenio y alguna aplicación suelen hazer, no en vano, muy buen juizio de todo.”
A esa primera tertulia asisten los poetas José María Roldán y Félix José Reinoso. Al año siguiente se incorporan José María Blanco-White, Alberto Lista y Eduardo Vácquer y López.
Como habrán observado, la mayoría de miembros son presbíteros ilustrados de la ciudad, algunos de reconocida fama como Blanco-White o el trianero Alberto Lista.
Otros miembros fueron: el historiador Justino Matute y Gaviria, José Marchena y Ruiz de Cueto – conocido como el Abate Marchena y natural de Utrera donde se celebró en 2018 el 250º aniversario de su nacimiento –, Juan María Maury y Benítez, José María del Mármol, Francisco de Paula López de Castro, Francisco de Paula Núñez y Díaz, Juan Pablo Forner, Manuel López Cepero – conocido como el Deán López Cepero, Fernando, hermano de Blanco-White y Félix María Hidalgo – menores de edad pero muy activos –, Santiago Key, José Manuel Vadillo, Jacobo Vicente Navarro y José Álvarez Santullano.
Generacionalmente había una diferencia de doce años pero el grueso había nacido a finales de los años 60 del XVIII. Y casi todos, por no decir, todos, eran sevillanos.
Su lema era “Para ser buen poeta no es suficiente el buen gusto sin el genio«.
Fueron muy prolíficos en su producción, más a nivel colectivo en periódicos, que individual con libros. Pero eran apasionados de la poesía y leían sus poemas en sesiones donde eran juzgados por Forner, a la sazón Fiscal de la Audiencia de Sevilla. Por cierto, en 1795 se reabren los teatros en Sevilla y Forner compuso una Loa que fue muy polémica.
Las reuniones a veces tenían lugar en la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla, cuya sede se conserva en la calle Abades, a pocos pasos de la actual en la Casa de los Pinelo, donde fue fundada el 16 de abril de 1751 por el prócer sevillano Luis Germán y Ribón – médico administrador del Hospital de Amor de Dios y catedrático, sacerdote – y otro lugar de encuentro era la Sociedad Económica de Amigos del País.
Son años imbuidos de la Ilustración y el Neoclasicismo donde se rechaza lo barroco, lo irracional y se ensalza el positivismo y la búsqueda de la felicidad. Es el Siglo de las Luces. Pero Sevilla está anclada en la religiosidad, la superchería y el rechazo frontal a toda innovación. Un inmovilismo sangrante desde que perdiera la sede de la Casa de la Contratación en 1717 en detrimento de una floreciente y burguesa Cádiz.
Desde el punto de vista literario se inspiran en los grandes autores renacentistas, especialmente sus paisanos Herrera, Francisco de Rioja o Rodrigo Caro. El Parnaso Hispalense estaba en la casa del poeta Juan de Arguijo, hoy colegio de las Teresianas. Teniendo en cuenta que ya en el XVI hubo dos brillantes escuelas poéticas: la salmantina con Fray Luis de León y la sevillana con Fernando de Herrera. Los modelos luisiano y herreriano serán reproducidos por nuestros protagonistas. Su estilo es retórico y en ocasiones anacrónico al usar elementos renacentistas como la poesía pastoril. Anteceden el prerromanticismo y se hacen eco de los ideales patrióticos. Aunque la mayoría sean eclesiásticos, son liberales y conocen las ideas enciclopedistas, lo que les convierte en una minoría muy reducida del clero.
El nombre que recibe este grupo generacional es Escuela Poética Sevillana. Y para conocerla globalmente podemos acudir a su obra Poesías de una Academia de Letras Humanas, de 1797. En la imagen uno de los poemas de Blanco-White:
Pero estalla la guerra en medio de años convulsos donde el Liberalismo irá ganando el pulso al recalcitrante Antiguo Régimen.
Esta generación estuvo más afín en la intelectualidad y afán científico que en las ideas políticas. En palabras de Juan Rey:
“Entre el radicalismo de Marchena o Blanco White , que no son de idéntica índole, y el patriotismo de López Cepero o Mármol , aquél nacionalista acérrimo y éste fernandista inocente , se extiende toda una gama de posibilidades ideológicas y razones personales de difícil análisis.”
En el caso de la poesía sevillana, puede afirmarse con rotundidad y orgullo que hay una línea continua desde los poetas andalusíes hasta la actualidad, con poetas como Lutgardo García, Gonzalo Gragera o Juan Lamillar, entre otros muchos. Lo mismo ocurre con la Escuela Sevillana de Pintura de la que os hablaré en otro artículo este verano.
Os dejamos con dos poemas más:
¿Quién sabe si es la muerte mejor vida?
Quién me dio el ser, ¿no puede conservarme
más allá de la tumba?. ¿Está ceñida
a este bajo planeta su potencia?
El inmenso poder ¿hay quien lo mida?
¿Qué es el alma?. ¿Conozco yo su esencia?
Yo existo. ¿Dónde iré?. ¿De dó he venido?
¿Por qué el crimen repugna a mi conciencia?
José Marchena.
La diosa del bosque (fragmento)
¡Oh si bajo estos árboles frondosos
se mostrase la célica hermosura
que vi algún día de inmortal dulzura
este bosque bañar!
Del cielo tu benéfico descenso
sin duda ha sido, lúcida belleza;
deja, pues, diosa, que mi grato incienso
arda sobre tu altar.
Que no es amor mi tímido alborozo,
y me acobarda el rígido escarmiento
que ¡oh Piritoo! condenó tu intento,
y tu intento, Ixión.
Lejos de mi sacrílega osadía;
bástame que con plácido semblante aceptes,
diosa, en tus altares, pías,
mi ardiente adoración.
Arjona.