Adriana Ciccaglione. Alta muy alta, de cabellos largos y mirada sincera. Con sonrisa abierta y palabras oportunas, que son pensadas con inteligencia, pero al mismo tiempo con educación y cortesía.
Se llama Cristina, como su madre y su abuela. Además de heredar el nombre, también adquirió la nobleza y la dulzura de sus antecesoras. Mientras que de su padre Jorge, seguro asimiló el humor, la inquietud y quizás ¿la inteligencia? Puede ser un punto de debate en la familia, pero ahora es su fortaleza y la virtud que la ha llevado hasta Ginebra, como una sevillana capaz de abrirse caminos y dejar en alto a su España natal.
Comparte el amor de sus padres, con sus dos hermanos: Jorge y Javier. Y aunque ella es la mayor, sigue siendo para sus familiares la niña que se descubre como mujer en cada regreso, en cada abrazo e historia compartida.
Cristina Revuelta Losada es fiel a esos afectos y miradas, seguramente es eso lo que la ayuda a seguir cosechando éxitos en cada paso que da en la que se considera, la Capital de la Diplomacia.
Estudió en la Universidad Pablo de Olavide, donde sacó Doble Titulación en Traducción e interpretación y Humanidades, siempre activa armó sus maletas para seguir sus sueños, pero sobre todo para hacerlos realidad.
– ¿Qué te motivó a irte a Ginebra?
– Continuar mis estudios. Estoy aquí desde septiembre de 2017, que fue cuando comencé el Máster en Traducción especializada (Especialización en Traducción jurídica e institucional) en la Universidad de Ginebra o como se dice en francés: Université de Genève.
– ¿Cómo es Ginebra para Cristina?
– En comparación con otras ciudades de Suiza, no es agobiante. No es imponente, pero eso no le resta belleza. Se puede llegar a conocer bastante las zonas, porque es de fácil tránsito. Yo la camino mucho, tiene sus parques y el lago Léman y el Jet d’Eau, un «chorro» de agua que alcanza los 140 metros y que se ha convertido en uno de los símbolos de la ciudad. Además posee un casco histórico pequeño, pero bonito.
– ¿Qué has aprendido de Ginebra, culturalmente hablando?
– Es una ciudad muy curiosa. Es cuna del protestantismo y sus iglesias son desnudas, por así decirlo, en comparación con lo barroco nuestro es un cambio, y un aprendizaje. No se exhibe muchísimo, se cuidan de eso.
Tiene una historia rica, sobre todo con Francia, país que además tenemos cerca la frontera. En diciembre, se conmemora la fiesta de l’Escalade, que fue la batalla que tuvieron que librar los ginebrinos cuando fueron atacados por los duques de Saboya y sus tropas que intentaron escalar por encima de la muralla, de ahí el nombre. Es muy hermosa, ya que hacen una representación histórica con cánticos.
También se hace una carrera popular, aunque se realiza en pleno invierno, toda la ciudad se vuelca en ese momento, participan de una forma u otra, Ginebra es una ciudad muy inclusiva.
Mirada al futuro… En principio, seguir es la meta inmediata. En el podio, le aguardará la recompensa de los esfuerzos realizados. En 2019 Cristina culmina su máster, e inicia una nueva etapa de vida profesional.
– ¿Te gustaría quedarte en Ginebra?, ¿Por qué?
– Pues sí. Hay mucha interculturalidad, pero además están asociaciones, como la Organización de Naciones Unidas (ONU), la Cruz Roja, entre muchas otras.
Yo hice unas Prácticas Profesionales en la Organización Meteorológica Mundial, que es una agencia de la ONU. La experiencia fue estupenda porque apliqué todos los conocimientos de traducción al campo laboral. También tener el contacto real con una traductora que me iba guiando, asesorando, para mí fue genial. Ginebra tiene puertas abiertas al campo laboral.
– ¿Cuántos idiomas dominas?
– Inglés, alemán, francés e italiano.
– ¿Qué países has visitado y por cuánto tiempo?
– Todas las oportunidades de estar afuera las he agradecido. Estuve un año en Estrasburgo, Francias por el Erasmus. También por un tema de intercambio, visité Estados Unidos durante 4 meses. Y en Alemania hice un curso de la Unión Europea, por seis semanas.
– Hay más viajes y lugares. ¿De cada recorrido, qué te queda?
– Me queda la mente y el horizonte cultural. Estoy orgullosa de mis raíces sevillanas, pero cuando me gusta algo lo incorporo a mi vida. Es cierto que somos humanos y por ende iguales, pero hay cosas que te ayudan a crecer como persona.
– ¿Has hecho amigos en cada una de esas visitas?
– He coincidido con muchas personas. La mayoría son hispanohablantes, de México, Perú, Argentina. Aprendo sus palabras, sus costumbres y comidas. Al final considero que soy ciudadana del mundo con corazón sevillano.
Sevilla dentro. Ya lo ha dicho, por más que se desplace entre aeropuertos y esté habituada a que le sellen el pasaporte, hay una ciudad clavada en el corazón de Cristina, se llama Sevilla, donde están los más puros de sus afectos.
– ¿Cómo es la visión que tienen en Ginebra de los españoles?
– La visión del emigrante español en la década de los ’60, fue superada. Ha cambiado y mucho, porque llegan españoles muy preparados. Es muy positivo lo que dicen de nosotros.
– ¿Cuando te toca describir Sevilla, qué dices?
– Evidentemente hablo de una ciudad monumental, con todo el arte que tenemos. Con un cruce de cultura que es importante, pero que además notamos en las arquitecturas, como el paso de los árabes por ejemplo. Y con un sol estupendo, y gente muy amable.
– ¿Qué extrañas de Sevilla?
– La familia y los amigos, sobre todo. Cuando hago algo que me gusta mucho y pienso, ojalá tuviera a mi padre y a mi madre para decírselo en persona, no por móvil ni a través de la pantalla. El sol de Sevilla lo extraño, así como sus terrazas y el compartir que hay en esos lugares. Aunque los suizos no son tan fríos como pensábamos, pero no es lo mismo.
– Un mensaje que le quieras dar a tu familia, amigos y a las personas de Sevilla
– Agradecerles por apoyarme, porque cada vez que tomo la decisión de estar afuera me dicen que sí. Y pues sí, que los extraño.