C.P.G. «¡Los ciriales!», advirtió entre el público uno de esos trianeros que habían pasado toda la jornada apoyado en una de las vallas que aforaban la calle Pureza y rápidamente se hizo silencio. Triana estaba de fiesta. Cadenetas, colgaduras, mantones de manilas, cuadros de la Virgen, letreros con las particulares letanías que los trianeros dedican a su Esperanza y anclas adornaban calles y fachadas. El puente ya estaba cortado al tráfico y repleto de gente. El bullicio, sin ser aún bulla, se notaba incluso en la otra orilla una hora antes de que se abrieran las puertas de la Capilla de los Marineros. Pero aquel joven indicó: «¡Los ciriales!» y se hizo silencio. Tal cual. Como si en lugar del palio más alegre de la Semana Santa de Sevilla fuera a salir el de una hermandad de negro. Un silencio que permitió oír desde fuera las órdenes de Juan Manuel López Díaz a sus hombres en el interior del templo y que valió para que, en cuanto el tercer varal superó el umbral, Triana eclosionara.
La Marcha Real, por primera vez interpretada por la Banda de Las Cigarreras tras el palio de la Esperanza de Triana (la hermandad dio por terminado el pasado verano el compromiso que la unía desde hacía quince años con la banda de Santa Ana de Dos Hermanas), la traca de cohetes, una petalada incesante desde la casa hermandad y la vivienda de frente (que tuvo continuidad a lo largo de toda la calle hasta alcanzar el Altozano) y la ovación entremezclada con los vítores dedicados a la Virgen y a Triana hicieron brotar la emoción y rompió para siempre ese silencio inesperado. Tocaba ahora vibrar con cada paso, con cada mecida, con cada marcha; decirle «¡guapa!» desde la calle, desde los balcones, a gritos o en un susurro; corresponder con palmas el trabajo de los costaleros y el gusto de las marchas… Esperanza de Triana Coronada, Pureza Marinera (de Julio Pardo, con su letrilla que cantaron todos los devotos), Pasan los campanilleros cuando el paso todavía estaba arriado, fue levantado a pulso, sin que se moviera una varal, y comenzó a mecerse cuando rompió la marcha en un alarde de virtuosismo de una cuadrilla que no renunció a los característicos pasos atrás desde su primera chicotá.
Iluminada por una luz diferente, la de primera hora de una tarde de otoño, en un día soleado y festivo, por la celebración de Todos los Santos, la Virgen de la Esperanza de Triana, ataviada con la nueva saya nacida de los talleres de Elena Caro inspirada en la que le regaló Juan Belmonte, y con el manto de los dragones, en un palio exornado profusa y primorosamente con avalanche, longui florum, nardos, hojas de roble blancas, gradiolos y paniculata, se presentó arrebatadora y despertó una letanía de vítores a su paso: «¡Viva la Esperanza de Triana! ¡Viva Triana y su Esperanza! ¡Viva la Reina de Triana! ¡Viva la sonrisa bajo palio! ¡Vivan los 600 años de devoción a la Esperanza!«… No en vano éste era precisamente el motivo de esta salida extraordinaria. La hermandad conmemora con un Año Jubilar, que ahora culmina con esta procesión, los 600 años de su fundación (1418-2018, hacen valer los carteles y el hastag elegido por la hermandad para estos días en Twitter) en torno a esta devoción que nunca ha decaído en Triana.
Media hora antes, a las 16 horas, salía la cruz de guía antecedida por la banda de San Juan Evangelista, que empezó interpretando El alma de Triana. Detrás, más de 900 hermanos con cirio distribuidos en ocho tramos. «¡Voy con cirio verde!», llamaba a su esposa, exultante, uno de los integrantes del cortejo: iba justo delante del estandarte del Baratillo. Por primera vez, la hermandad de la calle Adriano participaba en el cortejo de la Esperanza tras dar oficialidad al hermanamiento entre ambas corporaciones. Completaban el cortejo ocho ciriales, «¡los ciriales!», los dos que alumbran a la cruz parroquial y los seis que, como dolorosa coronada, antecede habitualmente al paso de la Virgen de la Esperanza. Un nutrido grupo de agentes de la Policía Nacional contenía a los cangrejeros que, pese al aforamiento, habían logrado colocarse ante el paso. Por detrás se colocaron los sacerdotes y el delegado de Seguridad y Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera, vara en mano, cuando el cortejo ya estaba en la calle.
Quedaba por delante toda una tarde de Esperanza. Ante la capillita del Carmen, en un puente abarrotado, por Reyes Católicos, ante la comunidad carmelita del Santo Ángel en la calle Rioja, por Tetuán, en el andén del Ayuntamiento (cambio de última hora en el recorrido por recomendación del Cecop), donde fue recibida por la corporación municipal, la calle Hernando Colón, Alemanes, Placentines y la puerta de Palos, donde llegará con retraso sobre el horario previsto (23 horas) por las dificultades para avanzar entre tanto público, sevillano y forastero, unas 150.000 personas, que quisieron participar en este traslado de la Virgen de la Esperanza a la Catedral.
Este viernes, día de los difuntos, se podrá visitar en la seo hispalense de 8 a 22 horas, pero no habrá ningún culto específico. El sábado día 3, a las 11 horas, el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, presidirá la Misa Estacional conmemorativa de estos seis siglos «anclados a la Esperanza», lema de este Año Jubilar, y ya por la tarde, de nuevo a las 16 horas, la Virgen protagonizará una nueva salida extraordinaria de regreso a su capilla.