M.C. Contreras. El coro de la Hermandad del Rocío de Sevilla ha sido el gran protagonista hoy en la Misa de Romeros de El Rocío, cantando una celebración a la que han acudido cientos de personas en el Real de la aldea almonteña.
Ha sido una celebración en la que, como es habitual, los pasajes del Evangelio se han acompañado con los sones flamencos del grupo que acompaña a la celebración, en esta ocasión el coro de la hermandad sevillana, lo que le ha dado una especial belleza a esta misa.
Una misa en la que el obispo de la Diócesis de Huelva, José Vilaplana, ha pedido a los rocieros «resplandecer» por sus acciones para ser «la mejor corona» para la Virgen del Rocío.
«Sí, la mejor corona sois vosotros si resplandecéis como oro por vuestras obras», ha manifestado durante su homilía, donde ha citado el evangelio de San Mateo (5, 16) para pedir que, con la intercesión de la Virgen, «brille así vuestra luz ante los hombre para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».
Vilaplana ha hecho, en esta línea, tres paralelismos con las tres virtudes teologales del cristianismo y ha emplazado a los romeros a «engarzad en el oro de vuestra vida el diamante de la fe, la esmeralda de la esperanza y el rubí de la caridad».
Así, les ha pedido que, «fiados en las promesas de Dios», no caigan en el desánimo y la desesperanza, sino que irradien en su modo de vivir «la serena alegría» de los que viven «con la seguridad del que se apoya en la bondad, la providencia y la misericordia de Dios».
Mantener la fe. También ha ahondado en mantener la fe «firme y resplandeciente» y pedir a Jesús que la aumente para reflejar «la alegría del evangelio» y ser «creyentes como María, a la que dijo su prima Isabel: Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá», citando a San Lucas (1, 45).
Por último, ha deseado «que la caridad sea ardiente como el rubí» y «que el fuego del amor del Corazón de Cristo» prenda en sus corazones para «mostrar siempre el rostros amoroso de Dios y la dulce ternura de nuestra Madre».
El obispo ha subrayado durante su homilía que «el cristiano no puede ser mediocre», sino que ha de «apuntar alto», ya que «para ser santos no es necesario ser sacerdote» y «todos están llamados a ser santos, ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra».