Ignacio Cañizares. El día 12 de noviembre es el Día Mundial de la Obesidad, una de las lacras de este siglo, y que parece no tener control. Pero debemos celebrar esta día mandando un mensaje de optimismo y de esperanza a todas aquellas personas que sufren a consecuencia de la obesidad. Tras más de una década trabajando como cirujano bariátrico, puedo afirmar que la batalla contra la obesidad se está ganando.
A pesar de que la obesidad ha alcanzado proporciones epidémicas a nivel mundial, con 2,6 millones de personas que fallecen a causa de la obesidad o sobrepeso (131.000 muertes anuales en España) y reconociendo que ya no es sólo una epidemia de los países de altos ingresos, sino que está muy presente también en los países de ingresos bajos y medianos, la cirugía bariátrica le está poniendo freno a la obesidad.
Llevo 25 años entrando en los quirófanos de nuestra compleja red hospitalaria andaluza, y casi una década trabajando especialmente la cirugía bariátrica, conocida más cariñosamente como «la operación de los gorditos». Es precisamente esta última, la que tantos recelos suscitó en un principio y desgraciadamente no pocos sustos también dio, la que más satisfacción me ha producido como profesional del sector, y la que considero que más ha aportado a los pacientes que sufren obesidad e incluso sobrepeso. Un sin fin de intervenciones de poco más de una hora de quirófano y cinco días de rehabilitación postoperatoria, confirman el título de este humilde artículo. Son operaciones que cambian vidas que permiten conseguir metas y sueños que parecían inalcanzables.
Fruto de mi experiencia en esta patología, puedo decir que la cirugía bariátrica consigue que un padre pueda echarse a jugar al suelo con su hijo, que una persona que nunca pudo hacer deporte ahora corra maratones, que una mujer pueda quedarse embarazada tras perder 50 Kg, o que un paciente deje los antidepresivos y recupere su autoestima tras perder 60 Kg después de su operación.
Es una técnica segura, que a pesar de tratar pacientes con muchas patologías asociadas a la obesidad, permite una rápida recuperación postoperatoria, mejora estas enfermedades y la calidad de vida; y es una herramienta para que el paciente modifique su alimentación, por lo que es importante crear unidades multidisciplinares con endocrinos, cirujanos, nutricionistas, enfermeras y psicólogos, con el fin de realizar un tratamiento integral, que contemple la prevención, la modificación de los hábitos de vida y la selección óptima de pacientes candidatos a la cirugía.
Así mismo, la obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI. Parece que vamos tomando conciencia del grave problema que esto supone y gracias a la prevención, el ejercicio físico, la buena alimentación y unos hábitos saludables, se está logrando paliar esta enfermedad y ponerle fin de forma definitiva, cuando se opta por la intervención quirúrgica.
No obstante, cuando aún veo a tantas personas que todavía se resisten a una cirugía tan eficiente y sumamente controlada, pienso que si tuvieran más información, podrían obtener la llave para cambiar su vida. En definitiva, tenemos motivos esperanzadores para celebrar el Día Mundial de la Obesidad.