21 noviembre 2024
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El libro en la iconografía sevillana

Clara Campoamor.
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Virginia López. Fechas donde el libro adquiere protagonismo y nos paramos a pensar en la iconografía sevillana al respecto. En el Arte religioso los libros pueden llegar a adquirir un protagonismo importante. No en vano, la cristiana es una de las tres Religiones del Libro y, dado que es la única de la sacra tríada con representaciones artísticas, la iconografía de las imágenes religiosas se acompaña con alta frecuencia de libros.

Habría que hacer, por ejemplo, un recuento de los libros representados en los cuadros que cuelgan en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, primera pinacoteca de nuestra ciudad, seguida por la Catedral, Palacio Arzobispal y demás museos y entidades.

Prodetur Diputación de Sevilla
Virgen de los Buenos Libros.- retablo cerámico

Precisamente en el Bellas Artes se encuentra la Virgen con el Niño que pintara Marcelo Coffermans hacia mitad del XVI y cuyo azulejo – trasponiendo el rojizo y los grisáceos renacentistas flamencos por los tonos pasteles y dorados más propios de la barroquizante Sevilla – de Antonio Martínez adorna la calle Virgen de Buenos Libros.

en de los Buenos Libros.- Marcelo Coffermans.

Cualquier bibliófilo se siente atraído por esta calle, antigua meca de peregrinaciones de los compradores compulsivos de libros entre los que me hallo y amantes de una de las librerías más elegantes, precisamente por su sencillez de madera clara, viejo reloj de pie y límpida azulejería blanquiazul comercial, que se nos fue en pos del Céfiro. Desde aquí quiero mandar un cariñoso recuerdo a la memoria de Don Luis Salas, y un saludo a su viudo, Don Eduardo Baraja.

Como curiosidad, esta calle, abierta en 1965, recibió el nombre de una advocación mariana de reciente reconocimiento de la Iglesia, como atestigua el expediente de rotulación.

Tradicionalmente se considera que la iconografía mariana que porta un libro no significa que esté leyendo, ni siquiera se especifica que el libro sea la Biblia, el Nuevo Testamento, los Salmos o un libro religioso en general, como los Libros de Horas que tanta fama y aprecio adquirieron. Su significado estriba en simbolizar que se cumplen las Escrituras pues María es la nueva Eva. Un correlativo mariano del cumplimiento que representa Jesús de Nazaret de la Profecía de Isaías, al leerla en el templo, al inicio de su vida pública. Aunque en ese caso no hubo libros, sino papiro, como bien nos cuenta Irene Vallejo.

Virgen del Voto.

De las Vírgenes sevillanas portando libros las más reconocidas son la Esperanza Divina Enfermera o la Virgen del Voto. Pero en Sevilla hay ejemplos desconocidos. De ello nos da buena cuenta la experta en el tema Reyes Pro Jiménez, cuyo artículo puede leerse en la revista carmelita Miriam.

La Educación de la Virgen.- Roelas.

Una iconografía muy específica y particular que nace en Sevilla, de los pinceles de Roelas, motivo por el que se escandaliza el veedor de la Inquisición y pintor Pacheco considerándolo una blasfemia paganizante, es la escena de Santa Ana enseñando a leer a la Virgen María niña.

La educación de la Virgen.- Murillo.

Si desde la Edad Media se consideraba que la concepción inmaculada de la Virgen también se aplicaba a su intelecto y que había aprendido lo que requiriera por ciencia infusa sin ningún intermediario, se entiende que Pacheco fustigara al que para colmo era su principal rival con ese arte nuevo que se alejaba de su Manierismo, para traer aires naturales “como hace mi yerno”, Velázquez, quien seguirá la huella de Juan de Roelas y no de su maestro.

La educación de la Virgen.- Velázquez.

Ese cuadro, de 1610, se conserva en nuestro museo mientras que la versión de Murillo, de 1655, está en el Prado. En 2014 se presentó en Sevilla La Educación de la Virgen, atribuida a Velázquez hacía 1617, pero el mayor experto en su pintura, Jonathan Brown, lo descartó por completo. Quedaría como un ejercicio colectivo del taller de Pacheco donde coincidieron Velázquez y Alonso Cano.

En un ámbito no religioso, hay varias figuras lectoras que embellecen nuestra ciudad. Quizá la más representativa sea la niña que lee sentada acompañada de un ratoncito de biblioteca. La Librería El Gusanito Lector recurrió a la figura en su expresión idiomática inglesa.

Esta niña, futura mujer, como la Eva/letra futura de Lucía Etxebarria es el homenaje de Sevilla a la sufragista y madre de la Constitución, el libro que lleva la escultura, Clara Campoamor.

Vendedor prensa.

En el tramo final de la calle Lumbreras, desembocando en Torneo, se encuentra el monumento que homenajea a los vendedores de prensa, en su labor diaria. Podría uno imaginar que se trata de un kiosko con un entrañable antañón rostro asomando entre miles de ejemplares agarrados con pinzas de ropa.

Para nada nos esperamos contemplar al apolíneo joven que despliega los periódicos con aire indolente propio del clasicismo que talló Luis Pelli Caffarena en 1989. La placa del monumento lleva el título de “mensajero divino”.

Mozart.

Y Mozart, cabizbajo ante nuestro Teatro de la Maestranza sostiene su libro de composiciones en claro recuerdo de sus óperas dedicadas a Sevilla.

En la exposición dedicada a Justino Neve, mecenas de Murillo, en el Hospital de los Venerables, pudimos contemplar su magnífico retrato pues se encuentra en la National Gallery de Londres. La amistad entre ambos próceres, leit motiv de la exposición, se ve reflejada en el retrato que aúna a la perfección la dignidad del personaje y la intimidad de trato.

Justino de Neve.

El espectador sorprende al canónigo sosteniendo el libro entre las manos, con un dedo entremetido en sus páginas, con el ademán de incorporarse a recibir una visita.

Machado tuvo por fin su estatua en Sevilla en 2015. Desde 1976 Jesús Aguirre, duque consorte de Alba, propugnaba por un homenaje pétreo a la entrada de Dueñas. En 1991 fue realizada y a poco de quedar arrumbada en los almacenes municipales, una exposición la sacó a la luz. Faltan el limonero y el olivo que el ayuntamiento anunció y nunca se plantaron.

Monumento Antonio Machado.

Es una estatua enigmática, realizada por Julio López, con dos partes. Una lámina adosada a la pared, donde la imagen del poeta reproduce la famosa fotografía en el madrileño Café de las Salesas y debajo una niña lectora, que aparece en una estatua frontera y cuya cabeza aparece cortada, sostiene un libro con los brazos acodados sobre una lámina de bajorrelieve donde vuelve a aparecer completa. Me encantaría saber de su significado por boca de su autor, yo la interpreto como la oquedad que hay en las cabezas sin libros y que la lectura te alimenta la mente, pero, sobre todo, el alma.

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