Redacción. Un equipo de especialistas del Hospital Universitario Virgen del Rocío ha realizado con éxito la cirugía fetal número 12 para minimizar el riesgo de espina bífida detectado en el feto durante la gestión. La madre, que se ha sometido a una cirugía fetal en la semana 26 de gestación, ya ha sido dada de alta y continúa con su embarazo en su domicilio con un programa de seguimiento específico.
La intervención se programó hace unas semanas cuando se detectó la enfermedad y fueron derivados al equipo de Medicina y Terapia Fetal y la Unidad de Neurocirugía Infantil del Virgen del Rocío, al ser unidades de referencia para estos casos en Andalucía. Este equipo confirmó la lesión y su alcance probable tras realizar ecografías 3D y resonancias magnéticas.
La corrección del defecto fetal, a cargo de los Dres. Javier Márquez y Mónica Rivero, se realizó tras el acceso y mantenimiento fetal proporcionado por los Dres. Guillermo Antiñolo y Lutgardo García. Todo un equipo de unas 15 especialistas médico y enfermería de Medicina Fetal; Neurocirugía Pediátrica y Anestesiología y Reanimación del hospital sevillano, con el apoyo del grupo de Física Interdisciplinar de la Universidad de Sevilla, se ha involucrado en este tiempo para que la operación se desarrollase con éxito.
La cirugía, paso a paso
Antes de iniciar la intervención, el equipo realiza una valoración preoperatoria muy exhaustiva, que incluye ecografía de alta resolución y resonancia fetal donde se valora la morfología y biometría del feto, se localiza la placenta, y se determina la altura, el tamaño y la morfología de la lesión. Igualmente, los profesionales detectan el tamaño de los ventrículos cerebrales, la posición de los pies, la movilidad de los miembros inferiores, y excluyen otras anomalías fetales asociadas. Los estudios se completan con la medición de la longitud del cuello del útero y un estudio genético. Con los resultados, se valoran con la familia los riesgos y beneficios de la cirugía fetal.
La intervención requiere que la madre reciba anestesia general junto con un catéter epidural para seguir controlando el dolor tras la cirugía. Este es un procedimiento anestésico complejo, que necesita controles intraoperatorios adicionales. Asimismo, resulta vital durante la operación fetal mantener el volumen uterino para minimizar el riesgo de desprendimiento de placenta, de contracciones uterinas y la consiguiente expulsión del feto.
Localización del feto
Tras comprobar ecógraficamente la localización del feto, se realiza una incisión en la parte adecuada del útero de unos 6 a 8 centímetros, mediante una técnica desarrollada y patentada por el propio equipo, para la exposición del defecto espinal. El feto, una vez colocado en la posición óptima, recibe anestesia fetal mediante inyección intramuscular, que controla cualquier posible dolor y sus movimientos.
La madre y el feto se encuentran, de este modo, preparados para que los profesionales inicien la liberación del defecto de la médula espinal y corregir la malformación del tubo neural con la ayuda de técnicas microquirúrgicas de alta magnificación, fluorescencia, biomateriales de última generación y en un entorno de realidad aumentada. Este procedimiento, a diferencia de los realizados con endoscopia, permiten una corrección anatómica completa.
Al concluir, se repone el líquido amniótico y se cierra el útero, lo introducen en el abdomen y suturan la pared abdominal. Durante todo momento, el feto permanece monitorizado mediante ecocardiografía continua. La intervención realizada requiere un exhaustivo seguimiento por parte del equipo de Medicina y Terapia Fetal, en el que participa un equipo multidisciplinar de expertos de reconocida experiencia.
Tras el tiempo adecuado, en el que se permite al feto curar en el mejor entorno posible como es el vientre materno, se realiza una cesárea para extraerlo sin sufrimiento y comprobar el estado del útero. El bebé es ya evaluado por un completo equipo de neonatólogos, cirujanos infantiles, urólogos pediátricos, rehabilitadores y neurocirujanos pediátricos que intentarán minimizar y controlar las secuelas y complicaciones que puedan ir apareciendo a lo largo de su vida.
La espina bífida
La espina bífida es una grave malformación del sistema nervioso central que afecta en países desarrollados aproximadamente a 1 de cada 3.500 recién nacidos vivos. La forma más frecuente de espina bífida abierta es el mielomeningocele, para el que no existe un tratamiento óptimo tras el nacimiento.
El mielomeningocele presenta una alta morbilidad y suele acompañarse de hidrocefalia, y malformaciones en el cerebro que son responsables de la gran afectación neurocognitiva de estos niños. Esto ocurre entre el 80 y 90% de los casos, y precisa que los profesionales coloquen una derivación del líquido cefalorraquídeo.
Así, la espina bífida puede provocar secuelas neurológicas (parálisis, hidrocefalia, retraso cognitivo, alteraciones de la columna), además de otras urológicas y traumatológicas (deformidades, etc.), con lo que el recién nacido y su familia ven mermada de manera importante su esperanza y calidad de vida.
Frente a ello, la intervención intrauterina se ha convertido en una opción terapéutica real. El sistema sanitario público de Andalucía ofrece esta alternativa que supera con creces los resultados de la cirugía correctora tras el nacimiento a la hora de evitar o, al menos, minimizar las secuelas motoras y neurológicas del niño.