C.P.G. Filóloga hispánica y profesora de español para extranjeros, Patricia Maceda García (26 años), vecina de Camas y de Valencina de la Concepción aunque pasaba la mayor parte del tiempo en Sevilla, donde estudiaba y tenía sus amigos, vive, desde hace casi tres años, en Holanda, en concreto en Róterdam, donde llegó, principalmente, atraída por su novio pero buscando una primera oportunidad laboral que le diera la experiencia laboral que le exigían las empresas españolas.
«Mi relación con Valencia y Camas está influenciada con las diferentes etapas en la escuela de Sevilla donde estudié. De los 5-11 años no tenía apenas deberes ni agobios por nada. A partir de los 16 y 17 (cuando ya vivía en Camas) tenía que preocuparme por el dichoso futuro, por la selectividad y por las notas que sacara en todas las asignaturas para llegar a ingresar en la universidad en la que quería estudiar. Mis hermanos y yo pasábamos horas en un colegio del centro donde estudiábamos todos los días, algo que en ese momento me parecía una tontería porque pensaba que el colegio era demasiado estricto y exigente. Ahora, les agradezco a mis padres que me hayan dado la oportunidad de haber estudiado en un colegio como ese y a mis profesores por haberme formado tan bien. Cuando sales al extranjero, lo notas. Notas la formación extranjera y agradeces que la tuya esté casi al mismo nivel. Bueno, tampoco te creas que a Sevilla sólo iba para estudiar, que también quedaba con mis amigos».
-¿Cuál es tu formación y experiencia profesional?
–He estudiado en la Universidad de Sevilla Filología Hispánica. Tengo el título del Grado en Filología y Doble Máster en Estudios Hispánicos y Formación del Profesorado para dar clases en la ESO, FP y de español como segunda lengua. Mi experiencia profesional ha sido y sigue siendo maravillosa. He tenido la suerte de empezar a trabajar en lo que me gusta, dando clases como profesora de español, a los poquitos meses de acabar el máster. Un lujazo, la verdad. Empecé a ganar dinerito, que es lo que quería para poder viajar cada año, y tener experiencia como profesora. Actualmente estoy dando clases de español como freelance (autónoma) a adultos no hispanohablantes en empresas y en academias de español. El comportamiento de los estudiantes es ejemplar. Son adultos que realmente quieren aprender español, atienden, hacen las tareas, son puntuales…
Cuando empecé a trabajar tenía que dar las clases en neerlandés y yo no sabía nada de nada de este idioma, sólo chapurreaba lo básico. Mis estudiantes veían que yo lo pasaba mal y siempre me ayudaban con la pronunciación del neerlandés y me enseñaban cada día palabras diferentes y aspectos culturales del país. Mi relación con ellos ha sido una relación de feedback.
-¿Por qué decidiste irte a Holanda?
–Mi novio es holandés. Todos pensarán que me fui por amor. Esto es en parte cierto, pero la razón principal fue la inexistencia de oportunidades laborales para mi novio y para mí en Sevilla. Él estuvo trabajando hace siete años en Sevilla en algo que no era lo suyo, es decir, que no tenía nada que ver con sus estudios o carrera universitaria porque no encontraba otra cosa. Volvió a Holanda y aquí encontró a los pocos meses un buen trabajo relacionado con sus estudios. A mí, pues, me pasó algo parecido. En Sevilla hay poca demanda como profesora de español. Solicité en varias academias y nunca llegaron a ponerse en contacto conmigo por mi falta de experiencia. Esto es la pescadilla que se muerde la cola: si acabas los estudios y quieres ganar experiencia es casi imposible porque las empresas no te dan fácilmente la oportunidad de adquirirla. Y, tampoco entiendo que, después de haber estudiado 5 años de mi vida en una Universidad, tenga que estudiar 2 años más e invertir más dinero para presentarme unos días a unos exámenes que son los que determinarán si puedo trabajar como profesora en un colegio público. Este examen no determina si eres buen profesor o no.
Mis opciones eran: pagar a un preparador privado o academia para que me preparara para las oposiciones; estudiar casi dos años el temario de las oposiciones sin poder trabajar, porque en Sevilla no puedes solicitar trabajo en cualquier sitio y tener un trabajito a los pocos días de haberlo solicitado; y, por último, rezarle a la Virgen María para que todo saliera bien a la primera, aprobara y no tuviera que esperar dos años más a las siguientes oposiciones o, en el caso de que aprobara, aprobara con buena nota y no estuviera años en la “lista de espera” de aquellos que aprueban pero no con suficiente nota. O bien, irme al extranjero, solicitar y empezar a ganar dinero y experiencia directamente para así poder viajar y ser una persona económicamente independiente de mis padres.
-¿Por qué Holanda y no otro?
–Eso sí. Elegí Holanda porque mi novio es holandés y ya tenía un trabajo aquí con un contrato fijo y un piso alquilado. Era más fácil para los dos. Él podría pagar el alquiler, el agua y la luz gracias a su contrato hasta que yo encontrara un trabajo. Y ahora que estoy aquí, estoy contentísima porque las condiciones laborales en Holanda son bastante buenas. Desconozco las de España pero en Holanda puedes llegar a un acuerdo con la empresa y decidir los días y horas que vas a trabajar cada semana. Así, si tienes hijos o quieres estudiar algo o hacer algo diferente, puedes compaginar tu vida laboral con otras actividades.
-¿Cuánto tiempo llevas fuera de España?
–En febrero de 2019 hará tres años. Se me han pasado muy rápido. No me puedo creer que lleve ya tres años aquí. Sólo noto que ha pasado mucho tiempo cuando vuelvo a Sevilla y veo que mis abuelitos, padres y, en general, mi familia ha envejecido. Bueno, y cuando veo a mi primo pequeño Carlitos… que ya ha dejado de ser Carlitos para ser Carlos porque la verdad es que está enorme.
-¿Es tu primera estancia en el extranjero?
-Sí. La Universidad de Sevilla me dio la oportunidad de pasar seis meses en Alemania para estudiar allí mi grado. Tuve que rechazar la beca Erasmus por motivos personales.
-¿Cómo es Róterdam?
–Yo definiría Róterdam como la pequeña Manhattan sobre el río Maas. Es una ciudad portuaria muy moderna, llena de rascacielos, oficinas y atravesada por el río Maas. No tiene nada que ver con la típica postal holandesa llena de molinos y casa de dos plantas, estrechas, altas y coronadas por un piñón o hastial triangular. No, aquí hay edificios modernos que desafían la lógica de la arquitectura. Hay casas cubos, hay estaciones con tejados triangulares y puedes ver hasta un coche en el techo de uno de los edificios del centro. No hay un centro histórico antiguo lleno de bares o restaurantes. Todo está distribuido de manera irregular por la ciudad.
El centro de la ciudad es un enorme centro comercial que a partir de las 18h está muerto. Si quieres salir a tomar algo por la noche o a buscar ambiente, tienes que ir a la zona industrial ubicada al otro lado del río, a los bares ubicados debajo de las vías del tren o a la zona norte de la ciudad. Eso sí, para moverte la bicicleta es imprescindible porque todo es zona azul y la tarifa de los aparcamientos es carísima.
El hecho de que sea una ciudad tan moderna se debe a que Róterdam fue bombardeada por los alemanes nazis durante la Segunda Guerra Mundial. El centro histórico y el puerto quedaron devastados. El bombardeo de Róterdam fue una advertencia para la resistencia holandesa y consiguió bloquear la entrada y salida de su puerto. Después de este suceso, Róterdam tuvo que ser reconstruida. Si buscas en internet una foto de Róterdam antes del bombardeo, puedes ver que era una ciudad típica holandesa, como Ámsterdam o Utrecht.
-¿Cómo fueron tus primeros días allí?
-Mis primeros días los recuerdo con gran emoción. Yo me embarcaba en una nueva aventura, en otro país, fuera de mi casa. Estaba llena de positividad. Quería conocer a gente nueva. Estaba un poco cansada de la rutina que llevaba en Sevilla: salir siempre a los bares de copas o discotecas con la misma gente y las mismas historias. Necesitaba cambiar de aires. Después, claro… Me llevé el batacazo. Mi primera barrera fue el idioma. No había estudiado antes holandés y no entendía nada.
Recuerdo una vez que fui a una cafetería y dije que quería un café bien cargado de sal. Porque sal y azúcar se pronuncian casi igual: “zoet” y “zout” (sut en saut). También recuerdo cuando en una barbacoa con amigos de mi novio dije: “Quiero comer tetas fritas en vez de salchichas” borst y worst (borst en vorst) o cuando les dije a mis estudiantes que las fresas, en vez de los trabajadores, estaban en huelga (aardbeien en vez de ardbeiders). Por suerte, me río de mí misma y me lo tomé con buena filosofía para no acabar frustrándome.
Una de las anécdotas más raras que me ha sucedido aquí está relacionada con el tema de la organización y la distribución del tiempo que tienen los holandeses. Quiero decir que, un día que quedé con una chica a tomar un café nos quedamos charlando en la cafetería exactamente una hora. La chica tenía la agenda llena y tenía muchos planes. Total, que al final me quedé con la conversación a medias porque tenía que irse sí o sí y su hora había finalizado. Quedar con los holandeses es muy difícil. A esta chica, con la que tengo muy buena relación, la veo tres veces al año porque tiene la “agenda llena de cosas”. Los holandeses son gente muy cuadriculada que no pierde ni un segundo de su vida en algo que no esté dentro de los planes o escrito en su agenda.
-¿Cuáles son, a tu parecer, los pros y contras de vivir en el extranjero?
–Pues, creo que eso depende del país. En mi caso, quiero decir, en el caso de Holanda, que es un país muy diferente a España, los contras serían cuatro:
Los horarios: El almuerzo es a las 12:30. Desayunan un bocadillo con queso o fiambres al que llaman “boterham” y no comen nada caliente. Cenan a las 17h o a las 18h platos calientes y se van a la cama a las 22.30h. ¡Qué hambre! Los supermercados cierran a las 18h o a las 20h como muy tarde y las tiendas a las 17h o 18h. Muy muy temprano. El día es muy corto en comparación con España…
La comida: No tienen una comida típica holandesa y cocinan casi todo con mantequilla. Las comidas que suelen servir en los restaurantes asequibles son grasientas, precocinadas y bastante caras. No tienen mucho sabor. Por eso me gusta comer en casa. Yo utilizo productos frescos y cocino siempre con aceite de oliva que venden en el súper.
El tiempo: El invierno es muy largo. De septiembre a marzo. Hace muchísimo frío y nadie puede estar fuera en la calle. Es un gran problema a la hora de conocer a gente nueva porque todo el mundo está dentro, disfrutando de la calefacción centralizada que tienen las casas. Los holandeses se definen a sí mismos como “binnenmens”, personas de interior.
La superpoblación: Holanda es un país muy pequeño. En dos horas en coche has atravesado el país y puedes estar en Bélgica o Alemania. Todo está llenísimo de gente. Aquí no hay un rincón deshabitado. Las carreteras, tiendas, restaurantes. La última vez que llamé un miércoles para reservar mesa para el viernes, me dijeron que no quedaba ninguna mesa libre porque todas habían sido reservadas el lunes anterior. Hay que ser muy paciente en este país.
En cambio, los pros que destaco son:
La organización del país: es ejemplar. Todo está muy bien organizado, señalado. Si necesitas ir de una ciudad a otra, puedes combinar autobuses, trenes, tranvías y metros y siempre acabas llegando a la hora que calcula Google Maps. Recuerdo que una vez para solucionar un malentendido en la Universidad de Sevilla me mandaron a tres pabellones diferentes y tuve que coger tres autobuses. Total, al final perdí el día entero. En Holanda eso es imposible porque el tiempo es oro y día de trabajo o estudios que pierdes, día que no estás produciendo para el país.
La claridad informativa: Todas las páginas web en internet están bien estructuradas. La información es concreta, precisa y clara. Una vez tuve que leer una página oficial del Gobierno holandés y me resultó más clara y fácil que las páginas de la Junta de Andalucía o las de la Universidad de Sevilla. Las noticias están muy bien estructuradas también. Cuando hablan de algún asunto interno del país que yo desconozco, siempre acabo enterándome de todo. No necesito acudir a internet para clarificar lagunas informativas. Además, también me parece muy interesante que cada semana entrevisten al presidente para preguntarle por el desarrollo y evolución de la puesta en marcha de su programa político. ¡Aquí me siento muy informada!
La rapidez de actuación: con la que trabajan o te solucionan cualquier problema. Si necesitan construir un rascacielos, es probable que tarden cinco meses y no dos años como tardó la Torre Pelli. Si tienen que mejorar las autopistas o construir nuevas calles, lo hacen en un abrir y cerrar de ojos. Y, así con todo. Los holandeses hacen las compras rápido, cocinan rápido, trabajan rápida y eficazmente. Es un ritmo al que es difícil acostumbrarse.
La multiculturalidad: encuentras bares y restaurantes con comida típica de Tailandia, Indonesia, Francia, Italia, España, Marruecos, México, … porque aquí vive gente de todo el mundo. En el supermercado puedes comprar todo tipo de productos. Yo siempre me decanto por el producto español.
Las facilidades que se les da a los autónomos y la inexistencia de un contrato indefinido para los funcionarios: aquí hay muchas empresas privadas. Son las empresas las que mueven la economía del país. El número de funcionarios es muy bajo y su trabajo no es tan relevante como en España y, por consiguiente, tampoco su salario. Por esta razón, la gente en Holanda no quiere ser funcionaria, sino autónoma. Es una manera de incentivar a los autónomos. Es más probable que tengas éxito laboral y un buen sueldo si eres autónomo y montas tu propia empresa que si trabajas como funcionario. Las empresas son el futuro de este país porque son las que contratan a empleados y las que crean empleo.
-¿Cuáles son los principales obstáculos que has tenido que superar en este tiempo?
–El idioma y el carácter de la gente. El idioma porque el holandés tiene más de 12 vocales, si no he contado mal. Yo sólo podía pronunciar nuestras cinco vocales andaluzas (sin contar con las vocales abiertas del cordobés). Por otro lado, los holandeses son políticamente correctos en todo momento. Ellos evitan dar su opinión en reuniones informales y son siempre distantes, muy educados y respetuosos. Es difícil saber en qué punto de la relación estás con un holandés o saber con total certeza si le caes bien o no. Y es difícil lidiar con sus agendas llenas de eventos…
Una vez, dando una clase en una empresa, y no precisamente una clase de sexualidad, dije unas cosas bárbaras gracias a mi nefasta pronunciación en holandés. Los estudiantes de la empresa me preguntaron ¿Dónde vives? Y yo les respondí en holandés que vivía en una casa de prostitutas porque pronuncié la “u” corta de (hoer) prostituta en vez de la “u” larga de alquiler (huur). Ellos se partieron de la risa. Y, para acabar, me preguntaron qué significaba la palabra “beso” en holandés y yo les pronuncié en holandés la palabra equivocada “vagina” (kutje en vez de kusje). Total, una clase muy educativa. Otra anécdota divertidísima fue cuando estaba dando clases en una escuela y una estudiante tuvo que hacer una presentación de un personaje ficticio para que el resto de sus compañeros adivinaran quién era el personaje. La chica empezó la presentación diciendo que su personaje era un coño peludo y amarillo. No pude aguantar la risa. Pobrecita… Ella había escrito “conejo” pero leyó la palabra mal. Total, que el “conejo” amarillo y peludo era por suerte Pikachu y nada raro.
-¿Cuál es la imagen que tienen de España?
–Pues, la mayoría de mis estudiantes estudian español para irse de vacaciones a España o Sudamérica. Con esto lo digo todo. España es para los holandeses un lugar de vacaciones ideal. Tienen una imagen alegre, fiestera, divertida y simpática de los españoles. Y, por supuesto, de impuntuales y tranquilos. Pero, es que la verdad es que ellos son muy puntuales. Rara vez llegan tarde a una quedada o reunión. Es algo que me gusta mucho porque si quedo con alguien no me gusta tener que esperarlo media hora a que llegue.
-¿Como es un día cualquiera de tu vida?
–Cada día es diferente. A partir de las 3 de la tarde entro a trabajar y salgo a las 22h. Suelo cenar a las 22.30h y almuerzo a las 13.30h o 14h antes de empezar a trabajar. Sigo manteniendo mi horario español gracias a mi trabajo. Por las mañanas hago deporte, voy a clases de holandés, quedo con amigas españolas que he conocido aquí, un poco de todo.
-¿Cuál es tu lugar favorito de tu nueva ciudad? ¿Y de Sevilla?
–A mí me encanta salir, así que, voy a hablar de la zona de bares en ambas ciudades.M i lugar favorito es Katendrecht, la calle Witte de Witt y la zona de bares cerca de las vías del tren. Las zonas hippies como las conocen aquí, aunque va gente de todo tipo. Son zonas llenas de bares de tapas y cervezas artesanales. Las cervezas están riquísimas y las tapas también. En estos bares el ambiente es informal y la gente puede entrar con cualquier tipo de indumentaria. Eso me gusta mucho. Si tienes ganas de bailar y pasártelo bien, ¿por qué tienes que ir emperifollada y con tacones? Así que… mis tacones se quedaron en Sevilla. ¡Me encanta salir con zapatos planos o botines (zapatillas de deporte)!
Mi lugar favorito de Sevilla es la Alameda de Hércules. Es un lugar fantástico donde convergen todo tipo de personas. Es un lugar lleno de bares muy muy interesantes. Puedes encontrar bares típicos de tapas, de copas o incluso cafeterías llenas de libros que te pueden llegar a sorprender con sus conciertos de jazz en directo mientras estás leyendo un libro. Y, ¡puedes salir sin tacones!
-¿Qué estás haciendo en estos momentos?
–En estos momentos estoy disfrutando del invierno aquí. Me gusta ir en coche a Alemania que está a dos horas y visitar los mercados navideños, beber vino caliente dulce, el famoso glühwein y celebrar la fiesta holandesa de San Nicolás (Sinterklaas). Se celebra el 5 de diciembre y es una de las tradiciones más famosas en Holanda. La familia se reúne para comer, beber e intercambiar regalos. Toda la familia, semanas antes del 5 de diciembre, participa en un sorteo de nombres y a cada persona le toca el nombre de un miembro de la familia (una especie del amigo invisible español). Antes del día de San Nicolás tienes que comprarle un regalo a la persona que te haya tocado y escribirle un poema en holandés que recoja todas sus anécdotas vividas durante ese año. También puedes añadir en el poema, entre línea y línea, algún que otro comentario crítico pero siempre con un toque de humor. El objetivo es reírse del año que ya ha pasado y disfrutar al máximo.
-¿Te has marcado algún nuevo objetivo o reto?
–Pues, mi último objetivo era sacarme el título C1 de neerlandés y lo he conseguido en julio de este año. Ahora, pues, mi objetivo es seguir mejorando mi neerlandés, retomar mi inglés, que no lo utilizo mucho desde que vivo aquí, y… bueno, seguir creciendo y enriqueciéndome a nivel personal y profesional.
-¿Qué piensa tu familia y amigos de tu aventura?
–Mis amigos están casi todos en el extranjero, así que bien. Todos han salido del país para buscar trabajo o aprender idiomas. Mi familia estaba y está contenta porque, a pesar de que los dejaba en Sevilla para venirme a Holanda, no estoy sola. Conozco aquí a bastante gente y siempre puedo contar con ella.
-¿Cuáles son tus planes futuros? ¿Piensas volver a España, a Sevilla?
–Pues, como buena española y no holandesa, no he pensado todavía en mis planes futuros. Me gustaría volver a España pero mi única opción allí son las oposiciones, algo que no descarto… Aunque tener que dejar de trabajar a tiempo completo para volver a sentarme a estudiar horas y horas con la poca certeza de que consiga plaza como profesora en un colegio público me desmotiva bastante.
-¿Qué es lo que más echas de menos de Sevilla?
–Mi familia, la comida, el clima y el carácter alegre y cercano de los sevillanos. No hay día que no piense en los potajes de mi madre, en las comidas y cumpleaños familiares y en lo que me reía siempre en las quedadas con mis amigos o familia. Ese carácter poco serio y guasón tan típico sevillano es una desconexión de la cara seria de la vida. El “no hablar de nada y de todo a la vez”, o sea, comentar anécdotas que han ocurrido en un día de manera superficial, sin entrar en mucha profundidad.
-¿Recomendarías a todo el mundo que viva un tiempo fuera de España? ¿Por qué?
–Sí, lo recomiendo. Es una buena forma de mirar a tu país con otros ojos, con ojos de extranjero. Cuando viajas y vives fuera, adquieres una amplia gama de referencias con las que poder comparar diferentes aspectos de tu país; conoces a gente de todos los rincones del mundo con sus costumbres y cultura. Es algo que te enriquece a nivel personal. Aprendes a valorar muchas cosas de Sevilla, Andalucía y España que, antes quizás, pasaban totalmente desapercibidas, como el sol, el aceite de oliva, el paisaje andaluz, el carácter alegre y despreocupado de su gente, sus playas, desiertos, montañas y ciudades antiguas.
-Para terminar: un mensaje a los sevillanos.
-La experiencia en otro país es muy satisfactoria y la recomiendo sin duda alguna, pero no todo es coser y cantar, quiero decir, Róterdam no es siempre mejor que Sevilla ni Sevilla que Róterdam. Vivir en el extranjero está bien, pero lo extranjero no es siempre mejor que lo nacional, lo propio. Y, al igual que podría suceder en España, es posible que tu primer trabajo en el extranjero no sea el mejor del mundo o con un salario de ensueño. Yo he aprendido que tener un título universitario te acredita para ejercer determinada función pero no te da el derecho absoluto a tener un buen trabajo con un sueldo fantástico, ni aquí ni en la China.