Victoria G. Mora. La sevillana Fernanda Iwasaki hace mucho que decidió abrir sus horizontes a nuevos retos y oportunidades. En 2012 se mudó al país de su esposo, Berlín, mientras que él terminaba su máster. Dos años más tardes ambos cruzaron el charco para emprender de la mano una nueva aventura, el inicio de sus doctorados.
Ahora Fernanda -Licenciada en arte dramático por la RESAD y máster de literatura española e hispanoamericana por la Universidad de Salamanca- compagina su trabajo de investigación con el de instructora de español y literatura en la Universidad de Colorado en Boulder y con su puesto como líder de enseñanza y líder de proyectos comunitarios.
Iwasaki valora su estancia en el extranjero como un camino hacia la transformación y el conocimiento de uno mismo. Y asegura que «ser feliz no es una cuestión de suerte, es una elección difícil que debe tomarse día tras día», y que, sin duda, la sevillana lleva a cabo cada nuevo día que amanece en su nueva ciudad.
-¿Cómo surge la oportunidad de mudarte a Boulder? ¿Fue difícil tomar la decisión?
-La maestría de literatura que realicé en la Universidad de Salamanca despertó mi apetito por la investigación. Desde 2012 no dejé de contemplar la posibilidad de redactar una tesis doctoral. Confieso que, por aquel entonces, lo que yo deseaba era escribir la tesis en Europa. Sin embargo, las dificultades económicas eran muchas y comencé a preguntarme si no sería mejor terminar mis estudios en los Estados Unidos, donde todo el mundo tiene la posibilidad de ser contratado como instructor durante los 5 años que dura el programa de doctorado. En el 2013, mi esposo y yo postulamos a varias universidades de allí. La Universidad de Colorado en Boulder era la opción que más nos entusiasmaba porque tanto mi departamento de literatura como su departamento de bioquímica tenían buena reputación y además el paisaje natural nos parecía muy hermoso. Tuvimos muchísima suerte de ser aceptados y, aunque no es fácil vivir tan lejos de la familia y los amigos, sabemos que somos afortunados de poder compartir esta experiencia tan enriquecedora juntos.
-¿A qué se debió tu anterior estancia en Berlín? ¿Has vivido en más países?
-Fuera de España solo he vivido en Alemania y los Estados Unidos. Mi esposo es de Berlín y se vino a vivir conmigo a Salamanca durante el tiempo que duró mi maestría. Yo quería hacer lo mismo por él y en el 2012 nos trasladamos juntos a su ciudad. Mientras él completaba su programa de máster yo aproveché para aprender su idioma y familiarizarme con su cultura. El tiempo me cundió mucho, salí de Berlín hablando con fluidez en alemán y habiendo hecho amigos para toda la vida.
-¿Llegaste a Boulder con alguna idea preconcebida de cómo sería vivir allí? ¿Te ha sorprendido luego la realidad?
-Bueno, yo ya había estado en los Estados Unidos antes de mudarme a Boulder. Había visitado un par de veces Nueva York y había vivido 6 meses en la ciudad de Missoula, que se encuentra en Montana, un estado que hace frontera con Canadá. A Missoula fui para aprender inglés y es allí donde conocí a mi esposo, que también era un estudiante internacional haciendo un semestre de estudios en el extranjero. Mi esposo y yo queríamos vivir en Boulder porque, entre otras cosas, nos recordaba a Missoula. Las dos son pequeñas ciudades al pie de las montañas y son conocidas por su buena calidad de vida. Las personas que viven aquí son cálidas y cercanas, todo el mundo suele estar de buen humor y las actividades al aire libre son el pasatiempo más común. En ese sentido teníamos una idea bastante clara de cómo era la realidad en Boulder. Lo interesante fue el tipo de expectativas que crearon en nosotros todas las personas que nos atendieron en la embajada de los Estados Unidos. Cada vez que nombrábamos nuestro destino reaccionaban con una euforia que a mi esposo y a mí nos costaba comprender. Nos decían que teníamos muchísima suerte, que Boulder era una de las ciudades más hermosas del país y que era además una ciudad muy europea. Como es natural, el entusiasmo de los funcionarios no nos dejó indiferentes y lo cierto es que llegamos a Boulder con la ilusión de conocer una ciudad que no existía. Fue divertido descubrir, meses más tarde, que lo que hacía a Boulder una ciudad europea es un pequeño paseo peatonal que constituye el centro de la ciudad. Se trata de un tramo de unos 490 metros en la calle de la Perla, la famosa Pearl Street.
-¿Qué concepción tienen allí de los españoles?
-España no deja de ser un país pequeño y remoto para muchas de las personas que viven aquí. La mayoría nos conoce por las tres “esta” -la siesta, la fiesta y Andrés Iniesta-, pero también hay quien ha visitado España y solo tiene palabras de admiración y cariño. Tenemos fama de ser hospitalarios y de saber valorar lo que verdaderamente importa en la vida, las personas que queremos y el tiempo que pasamos con ellas. Quizá, lo que más me duele, es que algunos nos vean como un país dividido e inestable. Es por eso que en mis clases animo a mis estudiantes a aprender también el catalán, el gallego y el vasco, porque sin esos idiomas uno solo puede tener una visión parcial de lo que hoy llamamos España. Para mí es muy importante que mis alumnos sepan lo mucho que yo valoro la diversidad de mi país. Una diversidad que, como es natural, presenta sus retos. Pero quiero creer que con estos retos vamos a aprender a ser más tolerantes, justos e inclusivos y que, por encima de todo, vamos a proteger y alimentar esa maravillosa diversidad que, para mí, es el sello más valioso de mi país.
-¿Cómo es un día tuyo en Boulder?
-En Estados Unidos es normal acostarse y levantarse temprano. De hecho, la cocina de los restaurantes cierra a las 9 o las 10 de la noche y un viernes o un sábado los bares suelen estar abiertos máximo hasta las 2 de la madrugada. De modo que yo me he hecho a un ritmo muy distinto al que solía tener en España. Suelo acostarme a las 10 de la noche y levantarme a las 6 de la mañana. Este semestre enseño una clase de conversación avanzada en español de 8 a 9.15 de la mañana. Después trabajo un par de horas en mi investigación y luego me tomo una pausa a las 12 del mediodía para almorzar y tomar un café. Después vuelvo a trabajar en la tesis, a la que procuro dedicarle unas 4 horas diarias. Como necesito orden a mi alrededor para poder ser productiva en el trabajo, todas las tardes dedico un momento para limpiar y organizar la casa. Luego tengo que preparar clases y otros materiales para los diversos proyectos que tengo entre manos y que se corresponden con mis puestos como líder de enseñanza y líder de proyectos de servicio comunitario. Mi esposo se ocupa de cocinar y a eso de las 7 prepara la cena. Aprovechamos esta última comida del día para compartir cómo nos fue en el trabajo y luego vemos el episodio de alguna serie antes de irnos a la cama.
-¿Qué te aporta profesionalmente Estados Unidos y, en concreto Boulder, que no podrías encontrar aquí?
-En el sector de la educación superior, las posibilidades son prácticamente infinitas. Las universidades estadounidenses cuentan con grandes fondos para financiar todo tipo de proyectos y servicios. Esto hace que la diversidad de posiciones de trabajo sea profundamente llamativa. Como empleada de CU Boulder, por ejemplo, no solo he enseñado clases de español y literatura, también he tenido la oportunidad de trabajar fuera de mi departamento, para otras oficinas de la universidad y en programas muy interesantes sobre educación y participación ciudadana. Actualmente compagino mi trabajo de investigación e instructora con mi trabajo como líder de enseñanza y líder de proyectos comunitarios. Trabajo para dos oficinas distintas fuera de mi departamento. Una de estas me ha preparado para entrenar a futuros estudiantes de maestría y doctorado en su labor docente. Todos los años diseño e imparto talleres sobre metodología de la enseñanza, observo clases y me reúno después con los instructores para reflexionar juntos sobre cómo les fue en el aula. La otra oficina se ocupa de diseñar programas de participación ciudadana y compromiso con la comunidad. Me siento muy afortunada porque seleccionaron el proyecto que presenté y ahora lo están financiando para que pueda llevarlo a cabo.
-¿Qué te atrajo de la literatura latinoamericana?
-En realidad yo vengo del teatro. Primero me formé como actriz y luego decidí hacer una maestría en literatura española y latinoamericana porque sentía que debía entrenar también mi capacidad crítica y mi expresión escrita. Si decidí formarme como investigadora en el terreno de la literatura fue por mi afición a la lectura y los mundos de ficción. Algunos de mis viajes más fascinantes han sucedido sin necesidad de moverme demasiado, sobre el sillón de mi casa frente a una buena película o un buen libro o en la butaca de una sala de teatro. Lo que sucede en mi departamento en CU Boulder es que, a la hora de especializarte en literatura contemporánea, te piden escoger entre la literatura peninsular y la literatura latinoamericana. Pienso que hay un desbalance entre estas dos opciones porque la literatura latinoamericana integra la producción literaria de muchísimos países, mientras que la literatura peninsular me ofrecía un solo país de estudio. Es por eso que me decidí por esta área de especialización, porque la sentía infinitamente más amplia.
-¿Te has marcado algún objetivo durante tu estancia?
-¡Varios! Llegué a Boulder con la firme decisión de consolidar mi conocimiento del inglés y de no perder mi alemán. Es fácil relajarse con los idiomas cuando trabajas en un departamento en el que todos hablan español. Es por eso que he tratado de buscar trabajos fuera de mi departamento, de hacer amigos norteamericanos y de países que no sean hispanohablantes y de hablar alemán en casa. Otra cosa que me había propuesto era seguir haciendo teatro. En Boulder he trabajado durante tres años como asistente de dramaturgia y dirección para una compañía de teatro fórum. Venía también decidida a hacer de esta estancia una experiencia que fortaleciera mi matrimonio. Vivir en el extranjero con tu pareja tiene muchos retos y yo venía con la ilusión de que estos nos unieran más. Creo que todos estos objetivos se han cumplido. Ahora solo queda terminar de redactar la tesis.
-¿Qué te está aportando la experiencia de vivir fuera de tu país natal en lo profesional? ¿Y en lo personal?
-En general, y esto vale tanto para lo profesional como para lo personal, me siento más preparada que nunca para la adversidad. Pienso que ya nunca me asustará comenzar de cero o salir de mi zona de confort. He ganado seguridad en mí misma, en mi capacidad de resiliencia y de trabajo. Sé que allí a donde vaya voy a salir adelante y que ser feliz no es una cuestión de suerte, es una elección difícil que debe tomarse día tras día.
-¿Recomendarías a los lectores probar a vivir fuera de su país natal?
-Lo recomendaría con toda seguridad. Vivir fuera nos permite tomar perspectiva acerca de quiénes somos y de dónde venimos. Es una experiencia que nos fortalece y que nos hace más maduros, más humildes y más tolerantes. Viajar por vacaciones es muy divertido, pero no suele ser igual de transformador. Vivir fuera nos obliga a relacionarnos con personas que son muy distintas a nosotros y que nos regalan una perspectiva de la realidad completamente nueva. No se trata de traicionar quiénes somos, quizá hay valores y costumbres que se reafirman en nosotros. En todo caso, pienso que siempre es importante cuestionarnos por qué pensamos o nos comportamos de una determinada manera, esa es la única manera de ejercer nuestra libertad.
-¿Qué es lo que más extrañas de Sevilla?
-Mi familia, mis amigos y mis animales. Luego vendría la buena comida y el olor de los naranjos en flor.
-Si pudieras llevarte una sola cosa de Sevilla a Boulder, ¿qué sería? Y al revés, ¿qué te traerías de allí para acá?
-De Sevilla me traería el flamenco. De Boulder, las montañas.
-¿Dónde te ves viviendo en los próximos años? ¿Te gustaría volver a Sevilla?
-Mi esposo todavía tiene que hacer su posdoctorado y los laboratorios que más le interesan están en Suiza y en Inglaterra. Probablemente viviremos en uno de estos dos países durante los próximos tres años. Después, ya veremos. No sé si viviré de nuevo en Sevilla, pero que volveré, volveré siempre.
-Por último, un mensaje a tu familia y amigos que te leen desde Sevilla…
-Amores, por favor os lo pido, ¡guardadme un poquito de caña de lomo!