Fermín Cabanillas. Los vecinos de Gilena han podido ver en sus calles este lunes, como cada 28 de diciembre, una nueva edición del ‘Día de los tontos’, que este año ha eliminado muchas de sus actividades por la pandemia, pero mantiene el recorrido por la localidad de personas disfrazadas armadas con varas que gastan bromas a los vecinos.
Se trata, como ha recordado el Ayuntamiento del municipio sevillano, de unos 4.000 habitantes, de una fiesta cuyo origen se desconoce en el pueblo, pero que cada 28 de diciembre llena sus calles de gente armada con varas, normalmente grupos familiares o de amigos, que recorren el municipio.
Este año, “los tontos con cañas” han iniciado su recorrido en la sede de la Colección Museográfica de Gilena hasta el casco urbano, dentro de la iniciativa de recuperación de las tradiciones ancestrales de la localidad por el área de Cultura del Ayuntamiento de Gilena a través de la gestión de su museo.
Una fiesta centenaria
Como recuerda el Ayuntamiento, mientras que antaño se disfrazaban con harapos y simulaban ser viejos, hoy día los atuendos son más elaborados y aluden a personajes y temáticas, “aunque pervive el sentido burlesco y satírico, jugando a hacerse el loco, el niño o el bobo, figuras tales que denotan socialmente inocencia y permisividad en su moral”.
Este año se ha mantenido solo el recorrido por las calles del pueblo, y se ha eliminado la fiesta nocturna, en la que, hasta primera hora de la mañana, participaban todos los vecinos, con tal éxito que la jornada del 29 de diciembre era fiesta local en el pueblo.
Y es que, si hay un pueblo en España que ha sabido darle la vuelta a la simbología del Día de los Inocentes para celebrar una fiesta realmente original, este es Gilena. Sus habitantes, covid aparte, se echan a la calle ayer para celebrar lo que se puede considerar una -por no decir la principal- de las fiestas más importantes del año.
Original
Tan típica y llamativa es la fiesta que dos datos hablan de ella por sí mismos: no se conoce su origen exacto, y el día siguiente es festividad local, para facilitar que los que más trasnochen lo puedan hacer sin mirar el reloj en ningún momento.
El Ayuntamiento recuerda que la celebración tenía dos partes bien diferenciadas, por la mañana y por la tarde, ya que desde muy temprano ya se veía por las calles a los más jóvenes -los tontos- vestidos con ropas de mujer, usando enaguas o blusas viejas, con la cabeza tapada con un trapo con dos agujeros para los ojos y un sombrero, y armados con una caña, conocida en el pueblo como ‘caña del padrón’, por sus grandes dimensiones.
En esencia, los ‘tontos’ golpeaban con las cañas a todo el que se le cruzaba incluso a la gente que les veía pasar desde los balcones, dada la longitud de las cañas. De aquella época se recuerda que la gente acuñó la frase “Tonto, tonto y mañana el otro”, aunque siempre bien protegidos.
Un año hubo problemas
En el pueblo recuerdan que un año a un mozo se le fue la mano, y contando con el permiso de los padres, entró en una casa y golpeó a una chica con una caña en un ojo, una lesión que hizo incluso que se replantease la fiesta, llegando incluso a eliminarse la parte matinal de la cita.
Por la tarde, antes de caer el sol, era el momento de salir a la calle chicos y chicas del pueblo disfrazados con cualquier cosa que tuviesen en casa, con la única condición de llevar la cara descubierta, pero maquillada. En aquellos tiempos del franquismo, los vecinos de Gilena conseguían alargar la fiesta en la calle hasta casi las once de la noche.
La actual democracia le dio un nuevo impulso a la cita, con la ayuda del Centro Cultural de Gilena, que siempre tuvo como premisa mantener los disfraces de la tarde, sin recuperar la celebración matinal.