Carmen González. Cuando Carmen Herrera presentó el poemario ‘Alfileres’ el pasado lunes, 21 de junio, en la Casa del Aire de Arahal, cumplió uno de sus sueños. Porque para ella este pueblo no es sólo una nueva oportunidad para dar a conocer su trabajo literario, supone infinitamente más. Es tirar de la nostalgia de la infancia, cuando su abuelo Manuel Herrera Blanco, militar, concertista y durante años veterinario en este pueblo, tocaba en el “salón rojo” de la casa que estaba en el número 6 de la calle San Sebastián. Es, también, identificar en el sonido de ese piano el origen de su amor por las letras, cuando se escondía para oírlo tocar y que nadie percibiera su emoción.
El pasado lunes el mismo piano sonó de la mano del músico sevillano Manuel Marvizón con las letras de las canciones-poemas de Carmen Herrera. “Mi abuelo vendió un piso en el barrio de la Macarena de Sevilla para comprarlo, si no recuerdo mal, le costó 400.000 pesetas, un dinero importante en esa época”, recuerda. Marca Kawai, calculan que tiene casi medio siglo. Fue el único piano de media cola que tuvo su abuelo, “de pared tenía en todas las casas”. En la de Arahal, donde vivió hasta hace 21 años, el piano estaba en el “salón rojo, lo llamaba así porque el suelo era de mármol rojo y estaba junto a su consulta. Allí recibía a sus amistades y allí tocada”.
Vínculo cargado de recuerdos
La familia vendió el instrumento al Ayuntamiento de Arahal que lo guardó durante años hasta que pudo ser trasladado a la Casa del Aire, sede de la Escuela Municipal de Música y Danza. “Fui a la inauguración y, cuando lo vi, me harté de llorar. Vi a mi abuelo, oí como tocaba. Siempre he estado informada de todos los eventos que se han celebrado en este auditorio”. Y añade, que su abuela, María García y García de Castro, prefirió que el piano se quedara en Arahal, donde había estado siempre y donde tan buenos ratos dio a la familia de Manuel.
La escritora se crio en Alcalá de Guadaíra, aunque ahora reside en Sevilla. Pero su vínculo con Arahal se ha mantenido hasta la actualidad. En sus recuerdos laten especialmente las estancias los fines de semana y durante las fiestas en la casa del abuelo, situada junto a dos iglesias, la del Santo Cristo y la parroquia Santa María Magdalena, en pleno casco histórico. “Cuando oía las primeras notas, volaba para el salón y me escondía para que no me vieran llorar. La música del piano de mi abuelo era inspiradora”.
Tanto ha sido así, que escribe sus poemas, aunque ella prefiere llamarlo canciones, “no son poemas al uso”, escuchando el piano de fondo. Ahora lo toca su amigo, el reconocido maestro Manuel Marvizón para el que lleva dos años componiendo canciones. “La unión entre ambos es perfecta, a él le inspiran mis letras y a mi su música”.
Pero en esta historia de reencuentros, Carmen Herrera tiene mucho que contar, sobre todo por su vinculación con Arahal. Dice que es tan fuerte que cuando presentó el pasado 28 de mayo el libro de poemas en la terraza del Teatro Riberas del Guadaíra, de Alcalá de Guadaíra, supo que el siguiente destino tenía que ser este pueblo de la campiña sevillana. Porque entre sus calles están los orígenes de su familia tan marcados que, entre los recuerdos, hay parte de la historia social de los últimos setenta años.
Militar, veterinario, concertista y alcalde
Su abuelo, Manuel Herrera Blanco fue militar durante la Guerra Civil, alcalde. Cuando terminó la contienda, dejó el uniforme para dedicarse a lo que realmente era su pasión: el campo, los animales y la música, aunque también dedicó parte de su vida al servicio público, siendo alcalde y teniente de alcalde de Arahal antes de la transición española. Cuentan que ostentaba un cargo municipal cuando se instaló la base aérea en el término municipal y que defendió que llevara el nombre del pueblo por todo lo que podía suponer para su promoción. Finalmente, no fue así y recibió el nombre de Morón.
Según recuerda su nieta Carmen, se vino a vivir a Arahal porque en el reparto del patrimonio de su bisabuelo, “farmacéutico y terrateniente”, le tocó gestionar El Perú. Decir el nombre de esta finca en el pueblo es recordar la primera piscina en la que se han bañado generaciones de jóvenes de aquellos años. Manuel mandó construir esta piscina y, aunque se encontraba en una finca privada, la abrió a todo el pueblo, su decisión convirtió las instalaciones en lugar de recuerdos. Fue la primera piscina “pública” de Arahal. Como veterinario se encargó de los animales de todas las fincas importantes del entorno, como la de los toros de Pepe Luis Vázquez, una de las figuras más relevantes del toreo del siglo XX.
Manuel Herrera ya no se fue de este pueblo donde durante años ejerció su profesión, veterinario e inspector de Sanidad, además daba clase en la Escuela de Peritos Industriales. Quienes lo conocieron recuerdan a un hombre alto, medía 1,90, rubio y con los ojos claros. Tuvo dos hijos y cuatro hijas, uno de ellos, el mayor (Manuel Antonio Herrera García) es el padre de la escritora alcalareña. “Desde que murió mi abuelo dejamos de reunirnos en la casa, donde era especial la fiesta del día 1 de enero, cuando él daba un concierto a la familia. Se fue y la casa perdió la magia”.
Y no sólo su abuelo, estaba aquí. Curiosamente, aunque el padre de Carmen estudió en un colegio de los Salesianos en Sevilla, donde se fue con 12 años, conoció a su mujer en Arahal “cuando la feria se celebraba en el paseo de la calle Corredera”. “Mi madre (Mari Carmen Caballero Martínez) fue al colegio de Las Monjas y ha seguido manteniendo sus vínculos porque venía a casa de sus padrinos y no se han perdido una feria desde que se conocieron con 18 años en una de ellas. Su amor por Arahal la obsesiona”, dice.
Anécdotas y vivencias
Manuel Herrera era “un hombre muy humano, me consta que la gente lo ha querido mucho. Recuerdo una vez, en el casino, que se acercó un hombre con muletas de esas antiguas con almohadilla, saludó a mi abuelo porque había pertenecido a un batallón que mi abuelo salvó de la muerte al meterlos en una zanja para protegerse. El hombre le mostró su profundo agradecimiento”.
A veces, su trabajo de inspector de Sanidad lo ponía en una situación incómoda con respecto a los vecinos del pueblo. Por eso, a su nieta no se le olvida aquella anécdota en la que el propietario de un puesto de pescado en la Plaza Vieja fue a su casa a reclamar que no le tirara la mercancía, pescado que había pasado la noche fuera de la cámara. “Mi abuelo tenía que mantener la autoridad por el puesto que ocupaba y discutía con el hombre diciéndole lo peligroso que era hacer eso para la salud de sus clientes. Ante los gritos, se presentó mi abuela y le dijo, bueno ha sido un fallo que no volverá a pasar. Cuando el hombre se fue, le dijo a mi abuela: ¡cuánto tiempo has tardado en salir!”.
Su historia en el pueblo está llena de este tipo de anécdotas, las de un hombre polifacético, concertista de piano, en 1975 fue pregonero de la Semana Santa de Arahal en el mítico Teatro Cervantes. “Daba muchos conciertos en Rota, donde teníamos casa, incluso dio uno en el Teatro Lope de Vega de Sevilla”. Manuel Herrera tiene más de 300 obras dadas de alta en la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). “Era un hombre espléndido, le importaba disfrutar del día a día. Tengo discos que grababa y dedicaba a sus nietos y muchas partituras de sus obras”.
Los merengues de Virgen de los Reyes
El abuelo de Carmen Herrera dejó un legado que la mantiene atada a Arahal, donde vuelve continuamente para comer “en la Mazaroca o en el Pasaje (bar La Campiña)”. En su mente se mezclan los recuerdos de “los merengues de la confitería Virgen de los Reyes en la Corredera” o de los Jueves Santo viendo la salida de la Hermandad de la Santa Caridad y Misericordia, de la que es hermana su madre.
El lunes volvieron para ser testigos de la presentación del poemario de Carmen Herrera y para escuchar el piano del abuelo “Don Manuel”, de la mano de Manuel Marvizón. En el acto cantaron Salomé Gómez y Miguel Gallardo y contó con las intervenciones literarias de Margarita López Pedregal y Carmen de la Peña Rueda.
La escritora Carmen Herrera estaba preparada para emocionarse en Arahal, una vez más. Entre sus poemas-canciones hay una parte de la nostalgia de su infancia.