Redacción. La iglesia de Santa Catalina vivirá la mañana de este domingo, 25 de noviembre, una jornada largamente esperada. No en vano, cuando el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, consagre el altar de este templo se culminará un largo proceso que ha mantenido en el centro de la atención mediática y ciudadana a una iglesia con una gran carga espiritual, histórica y cultural. Santa Catalina vuelve a abrir sus puertas gracias al esfuerzo realizado en su mayor parte por la Archidiócesis, si bien la conclusión de las obras no será efectiva hasta que se cierre el canal perimetral que resguardará los muros centenarios del templo frente al peligro de la humedad.
La liturgia de la consagración del altar, según informa el Arzobispado de Sevilla, es una de las más solemnes y ricas en simbolismo. En la procesión de entrada se portarán las reliquias de los santos, y monseñor Juan José Asenjo, tras esta procesión, rociará con agua bendita tanto a la asamblea como al altar. Posteriormente tendrá lugar la liturgia de la Palabra y la homilía. A su término dará comienzo la liturgia de dedicación del altar, con varias partes significativas: la letanía de los santos, la colocación de las reliquias en el altar, oración de la dedicación, unción del altar (vertiendo el crisma sobre el altar), incensación, revestimiento e iluminación del mismo. Una vez finalizado este rito se dará paso a la liturgia eucarística y bendición final.
Pero antes, a lo largo de este sábado, se está procediendo al traslado de las imágenes titulares de las hermandades con sede en Santa Catalina (Nuestra Señora del Carmen y Nuestra Señora del Rosario, Santa Lucía y la corporación de la Exaltación), así como de la cruz parroquial desde la iglesia de San Román. Estos traslados irán escalonados a lo largo del día, desde las diez de la mañana, con la salida de la cruz parroquial, hasta las seis y cuarto de la tarde, hora a la que está previsto el inicio de la procesión, en ejercicio público, de los titulares de la Hermandad de la Exaltación, el Cristo de la Exaltación y la Virgen de las Lágrimas.
La mañana del domingo, a las diez y media, habrá un bando anunciador de la inauguración del templo, a cargo de la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús de la Salud. En la misa intervendrán la Coral Polifónica Isla Cristina y la Polifónica de Tomares, bajo la dirección de Virginia Peña y Vicente Sanchís.
Una restauración compleja con relevantes descubrimientos. El 29 de mayo de 2004, la Archidiócesis de Sevilla decretaba el cierre al culto de la iglesia de Santa Catalina. El entonces párroco, Antonio Hiraldo, dio la voz de alarma y los primeros estudios alertaron del mal estado de las cubiertas. Desde entonces hasta hoy han pasado catorce años y medio, un largo período de tiempo en el que este emblemático templo, una auténtica joya del mudéjar, ha permanecido ajeno a la vida pastoral, cofrade y cultural de la ciudad.
El repaso a las partidas de gasto de la diócesis en este lapso de tiempo arrojaría una primera evidencia: la recuperación de la iglesia de Santa Catalina ha sido una de las prioridades de la Archidiócesis desde el punto de vista patrimonial. Su restauración, no exenta de incidencias que han retardado un proceso de por sí complejo, ha supuesto un importante esfuerzo económico.
Los primeros movimientos que se llevaron a cabo en este templo de 900 metros cuadrados estuvieron encaminados a obtener una información acerca de las patologías que pudieran afectar al edificio. Como medida de urgencia, se protegieron los retablos, se apuntaló la iglesia y se colocó una cubierta provisional. Precisamente, la instalación de la nueva cubierta fue el objetivo de la primera fase de obras. Una vez asegurada la techumbre, el templo se sometió a un exhaustivo examen que descartó movimientos en los pilares, ya con el arquitecto Francisco Jurado a frente de dirección facultativa. A partir de ahí, los trabajos se dirigieron tanto a la fachada como al interior de la iglesia.
El hallazgo arqueológico en el subsuelo ha sido una de las noticias más llamativas que ha deparado esta obra y, como se adelantó en su día, la cripta de Santa Catalina podrá visitarse. Las conclusiones que se derivan de estos hallazgos han servido para perfilar la historia de una zona de la ciudad en la que se han asentado diversas culturas, desde la dominación romana hasta nuestros días. En este sentido, el proceso recuerda a lo que sucedió en su día durante la restauración de la iglesia colegial del Divino Salvador.
Pero los descubrimientos relacionados con la historia y la riqueza patrimonial del templo no se limitan a lo hallado en el subsuelo. La iglesia debió tener una importante decoración pictórica durante la etapa gótica, y prueba de ello es tanto la representación de San Pedro recuperada en el atrio noroeste como los vestigios de decoración figurativa localizados en el camarín.
Actuaciones finales. Finalmente, la última fase, consistente en la terminación del interior y la adecuación de los bienes muebles, ha sido la más costosa de todas, en torno a un millón y medio de euros aportados en su totalidad por la Archidiócesis. Cuando se celebre la misa de inauguración del templo y consagración del altar quedarán pendientes unas actuaciones muy concretas y señaladas en el exterior: la cámara bufa en parte del perímetro de la iglesia y el adecentamiento final de la fachada. Este canal que rodea el templo resulta fundamental para frenar los efectos de la humedad sobre el edificio.
La historia reciente de Santa Catalina ofrece, pues, un relato complejo con final feliz. Catorce años y medio después de aquella voz de alarma, la Iglesia y el barrio recuperan un templo emblemático, una auténtica joya desde el punto de vista artístico y, sobre todo, un referente de siglos para el anuncio de la Palabra, la celebración de la fe y el acompañamiento a los más necesitados.