Fermín Cabanillas. La Memoria 2020 de Cáritas Diocesana de Sevilla para rendir cuentas de su acción durante el año de la pandemia. En ella han estado presentes Juan José Asenjo, Administrador Apostólico de la Archidiócesis de Sevilla, y Mariano Pérez de Ayala, director de Cáritas Diocesana.
En primer lugar, la institución ha querido transmitir su pesar ante el profundo dolor que provoca el importante número de pérdidas humanas, el sufrimiento de sus familias y las consecuencias de la enfermedad generadas por la pandemia. Un dolor al que Cáritas no es ajena y que también se ha visto afectada entre sus miembros. Como organización dedicada al ejercicio de la caridad dentro de la Iglesia, ha querido además poner el foco en el sufrimiento que miles de familias padecen a causa del grave impacto que esta crisis sanitaria ha generado también a nivel social y que se traduce en miles de pérdidas de puestos de trabajo limitando bruscamente los recursos que permiten a las personas acceder a una vida digna y normalizada.
Antes de la crisis
Esta crisis ha llegado en un contexto socioeconómico frágil y precario en el que aún se podía constatar la huella de la crisis de 2008: en una recuperación económica que no estaba llegando a todos por igual, en las altas tasas de desempleo, un gasto social muy limitado y niveles de exclusión elevados.
Los datos que arrojaba el Informe FOESSA de Cáritas en 2019, ya advertían que, en Andalucía, un millón y medio de personas se encontraba en situación de exclusión social. 770.000 de ellos vivían en exclusión severa, y de estos, 300.000 pertenecían al lado más extremo de la exclusión. Además, uno de los datos más relevantes recaía sobre el millón de personas que vivían en una situación normalizada con recursos que permitían cubrir sus necesidades con mayor o menor dificultad, pero que vivían al borde de la exclusión y no sobrevivirían de forma autónoma a nueva crisis. Era lo que denominamos la sociedad insegura.
Impacto en la sociedad sevillana
Las circunstancias vividas en 2020 han confirmado esta situación y ha generado el agravamiento de las situaciones de pobreza y exclusión de las personas a las que Cáritas venía acompañando. Las restricciones de movilidad y contacto social han forzado el cierre de negocios, la intensificación de las condiciones de precariedad laboral, una gran recesión económica y, de nuevo, el ascenso de la tasa de desempleo que, a final de año, se situaba en la provincia en el 22,44%, con un total de 208.000 personas desempleadas. Esto sumado a la debilitación de las redes de apoyo y la falta de una respuesta eficaz de la Administración Pública ha tenido como consecuencia un impacto que, como siempre, se ha resentido con mayor gravedad en las personas más vulnerables.
Los pobres, aún más pobres
Una de cada cuatro familias acudió por primera vez a Cáritas o regresó después de un año o más a solicitar ayuda. Además, muchas de las personas que ya estaban siendo acompañadas han intensificado sus demandas, especialmente en los barrios más desfavorecidos.
Hace poco el INE publicaba los quince barrios más pobres de España, seis de los cuales se encuentran en Sevilla. Una lista que, además, vuelve a encabezar el Polígono Sur.
La atención en estos barrios se ha llegado a duplicar. En los momentos más difíciles ha estado cerca de triplicar a las personas atendidas. Situadas en las zonas más empobrecidas, las parroquias de Polígono Sur, Torreblanca y Tres Barrios han pasado de atender a 1.428 familias en 2019, a 2.542 familias en 2020.
De manera particular, esta crisis se ha ensañado con más fuerza con los trabajadores de empleo precario, aquellos que trabajaban bajo la economía informal o los autónomos, entre otros. Sobre todo, aquellas personas trabajadoras en el sector servicios y de forma más acentuada en las empleadas de hogar.