19 marzo 2025
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La llamativa devoción en Mairena del Alcor por un cuadro que sale en procesión

El sonido que producen los grilletes es una de las señas de identidad de esta procesión junto a la música del trío de capilla que precede al paso.

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Fermín Cabanillas. La tradición sitúa en el siglo XVII el origen de la devoción al Santísimo Cristo de la Cárcel de Mairena del Alcor, una imagen de cristo crucificado de estilo renacentista pintado al óleo sobre lienzo con potencias áureas sobrepuestas.

Esta noche a las 22 horas saldrá en procesión desde la parroquia Santa María de la Asunción por las calles Real, Daoiz, plaza Antonio Mairena, San Fernando, plaza San Sebastián, José María del Rey, Arrabal, plaza Antonio Mairena, Daoiz y Real.


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Con gran expectación, el pueblo se echa a la calle para venerar a su Cristo dando forma al cortejo de forma espontánea, portando velas o tras el paso ataviados de ‘grillo’ que es como se denominan a los penitentes con antifaz y túnica morados, cíngulo del mismo color y grilletes en los tobillos, evocando a los presos que pedían remedio al ‘Señor de Mairena’ a través de la ventana que antaño comunicaba la cárcel con la capilla.

El sonido que producen los grilletes es una de las señas de identidad de esta procesión junto a la música del trío de capilla que precede al paso.



Uno de los cánticos más representativos es el trisagio, una oración antiquísima que consiste en repetir tres veces el salmo Santo dios / Santo fuerte / Santo inmortal / Líbranos señor de todo mal. Participan también en el ceremonial todas las agrupaciones parroquiales, hermandades y asociaciones religiosas portando sus insignias, además de una amplia representación de las autoridades eclesiásticas, civiles y militares.

La imagen actual del santísimo Cristo de la Cárcel está fechada en 1937 y realizada por el pintor valenciano Félix Lacárcel. Se trata de una fiel reproducción de la pintura original que fue destruida en la noche del 19 al 20 de julio de 1936. Le acompaña una pequeña talla de la Virgen del Amparo, obra del escultor mairenero Antonio Gavira. Cuenta la tradición oral que el lienzo primigenio, propiedad de los nobles Tomás de Paz y su mujer Marina Palacios, lo habían traído desde las Américas junto a tres esclavas que les servían.

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