Fermín Cabanillas. Tu nombre, una frase famosa, aquella palabra que te dejó marcado, el nombre de aquel lugar al que quisieras volver… No hay límites, igual que no hay comparación para lo que Manuel Bindi y Federica Zironi hacen en su tienda de la calle Sierpes de Sevilla.
A los ojos de todo aquel que pasa delante de ellos, en menos tiempo del que se tarda en parpadear, bordan lo que se les reclama ante los ojos incrédulos de todo el que no puede creer que algo tan perfecto se haga en un instante.
Y todo ello, en mitad de la calle Sierpes, esa calle que parece que nació para que el comercio saliese a los pies de los paseantes, para gente que tiene que algo que vender lo ofrezca casi sin querer, y para que gente como Manuel y Federica se asentasen en su número 67 para hacer de un bordado un artículo de artesanía.
En esencia, Ricami Verónica es una tienda de bordados, al más puro estilo tradicional. Su propia promoción cita que “en sólo tres minutos, personalizamos con tu nombre o frase, con la sola ayuda de una máquina de coser, todo tipo de artículos de hogar”.
La diversidad de la magia. A la espalda de Federica se agolpan artículos del hogar como toallas, delantales, gorros de cocina…) y también prendas (ropa de bebe, baberos…). “En el precio está incluido el bordado”, le dice a todo aquel que se acerca a verla trabajar, mientras regala a todo aquel que pasa ante ella una pequeña cartulina con la palabra “Sevilla” bordada. Si el paseante se lo pide, no tiene problema alguno en bordarle la palabra que desea. El regalo, lo muestran orgullosos mientras se encaminan a recorrer otros rincones de Sierpes.
Allí, llevan ya cinco años, y acaban de renovar el contrato para seguir otros cinco al menos. Los sevillanos y turistas han acogido con ganas y curiosidad la propuesta de esta pareja. La idea es regalar “algo diferente”, pero elaborar el artículo a la vista de los que pasan por la calle es un valor añadido.
Federica no para un instante de recibir gente ante su máquina de coser. “No es un ordenador, todo es manual”, bromea cuando le dicen que lo que hace parece sacado de un programa informático.
El mundo es de los que tienen ideas, y ellos la tuvieron, y, desde luego, lo han bordado en todos los sentidos.