Virginia López. La Parroquia de Santa Teresa de Jesús es el tercer templo de los tres que acoge la Santa Misión del Gran Poder. Una celebración que repite lo acontecido en 1965 para conmemorar los 400 años de la hechura de la talla por Juan de Mesa, quien la entregó a la Hermandad un 1 de octubre del año 1620.
Se trata de una iglesia levantada en los años 60, de medianas proporciones, y que cuenta con espadaña, en vez de torre. Me pregunto si hay un motivo conventual intencionado. La presencia del ancla y los tres peces en la veleta que la corona, tiene reminiscencias sutiles del patronazgo marinero y el primitivismo cristiano.
Su construcción se debe a los arquitectos Alberto Balbontín de Orta y Antonio Delgado-Roig, el célebre tándem de la arquitectura sevillana del pasado siglo, artífice también de la Basílica que acoge al Señor en la Plaza de San Lorenzo.
Siempre se dice, erróneamente, que San Luis de los Franceses es la única iglesia de cruz griega que hay en Sevilla. Los jesuitas ya la usaron en la iglesia de su Colegio de San Hermenegildo e igualmente la vemos aquí.
El tesoro oculto de esta parroquia es el gran valor artístico que se le dotó con las pinturas de Juan Miguel Sánchez, en 1961. Este pintor portuense, fallecido en Sevilla en 1973, fue el discípulo predilecto de Bacarisas y el iniciador del Vanguardismo en nuestra ciudad.
Desde el Barroco no teníamos pinturas el fresco de tal calibre pero aquí la novedad es el protagonismo absoluto que adquiere esta pintura mural, ante la ausencia de retablos o esculturas en las paredes, cuyas líneas curvas dotan al espacio de gran dinamismo y singularidad.
La destreza del pintor implica un profundo conocimiento de la técnica, empezando por la preparación de la pared hasta la dotación de breves pinceladas, sin retocar ni corregir, algo que solo un gran artista puede lograr.
Su pintura está influenciada por los carteles comerciales, por el impresionismo en el tratamiento de la luz y la esquematización geométrica evoca el cubismo, otorgando gran colorido pese a la limitación cromática por la gradación de la misma.
En la nave central, la pintura está rematada por vitrales diseñados por él y configurados en un ancla.
A mayor abundamiento, el desconocimiento de esta magnífica obra de arte hace que solo se retenga en la retina la pintura del altar – la Transverberación de Santa Teresa acompañada de doce carmelitas – pero son catorce los paramentos decorados. Estos días los devotos que no conozcan la iglesia quedarán asombrados. Probablemente fascinados por estas pinturas. No obstante la visita al Gran Poder, los cultos y la bulla que habrá por añadidura, imposibilitarán su plena contemplación. Por eso recomiendo volver y observarlas detenidamente.
Afortunadamente no es la única obra de Juan Miguel Sánchez que disfrutamos en Sevilla, quien desplegó su genialidad en otras iglesias – coro de San Luis, Capilla del Carmen de Elcano citada, Capilla de la Maestranza – carteles – el Cartel de la Semana Santa de 1930, con la Macarena, es todo un icono de modernidad – e incluso tuvo una empresa de interiorismo dejando su impronta en el Art Déco de la restauración – Bar Plata, desaparecida Horchatería Fillol – y donde más es reconocible su impronta, es en el originalísimo palio de Nuestra Señora de los Ángeles, de la Hermandad de Los Negritos.
Irremediablemente se perdieron murales suyos, como los de su propio domicilio en Matahacas. Cerca del Prado de San Sebastián, en cuya Estación de Autobuses nos dejó sus murales más conocidos, de corte costumbrista, está dedicada su calle.
Aun cuando sean conocidas o al menos, en los últimos tiempos, se ha difundido y hecho hincapié en su valía, merece detenernos en ella, como si estuviéramos en una tediosa fila de ventanilla y pudiéramos evadirnos con los viajes que nos muestran, leitmotiv de estas pinturas realizadas en su inauguración de 1941.
Teniendo en cuenta que es el único ejemplo de Fauvismo autóctono – movimiento preconizado por Matisse en cuya estancia sevillana de los años 1910-1911 sintió deseos de volver a pintar tras un parón emocional, tal y como reveló a su esposa por carta: «Pienso trabajar en Sevilla» – aunque matizado por la temática burguesa de los incipientes viajes y la homogeneización de la paleta en ocre.
Si Juan de Mesa ya resultó un adelantado a su época, Juan Miguel Sánchez no le va en zaga, por lo que por segunda vez, y en esta ocasión la foto será en color, podremos ver juntas dos grandes obras del Arte Hispalense en escultura y pintura.