Manuel Ángel Vázquez Medel. Todos sabemos que el 21 de marzo, en el hemisferio norte, se celebra el equinoccio de primavera. Un momento eufórico, lleno de vida, que es lo que más allá del clima significa real y simbólicamente la primavera: el verdor, el renacimiento de la vida tras el frío invierno.
Poco saben, sin embargo, que desde hace 20 años la Unesco decidió que se celebrara el Día Mundial de la Poesía el 21 de marzo. En la página web que dedica a esta conmemoración se nos recuerda: “La poesía es una manifestación de la diversidad en el diálogo, de la libre circulación de las ideas por medio de la palabra, de la creatividad y de la innovación. La poesía contribuye a la diversidad creativa al cuestionar de manera siempre renovada la forma en que usamos las palabras y las cosas, y nuestros modos de percibir e interpretar la realidad. Merced a sus asociaciones y metáforas y a su gramática singular, el lenguaje poético constituye, pues, otra faceta posible del diálogo entre las culturas. La decisión de proclamar el 21 de marzo como Día Mundial de la Poesía fue aprobada por la Unesco durante su 30º periodo de sesiones, que se celebró en París en 1999”.
Poesía significa en griego “creación”. Y todos los seres humanos participamos de la creatividad aplicada a diferentes facetas y dimensiones, pero poesíapasó a denominar específicamente a la creación de belleza a través de la palabra (dià-lógos).
La poesía ha sido considerada tradicionalmente, junto con la música, la más excelsa de las manifestaciones del espíritu humano. Y, curiosamente, la neurociencia actual da la razón a quienes, como yo, amamos profundamente la poesía y queremos que sea una experiencia de enriquecimiento mental, emocional y vital para un mundo que la necesita ahora más que nunca.
En efecto, estudios de la Universidad de Liverpool han corroborado que una de las actividades cerebrales más ricas y complejas tiene lugar en contacto con textos poéticos, que ponen en funcionamiento zonas del cerebro que no se activan con otro tipo de lecturas. Además, la lectura de poemas conecta especialmente con zonas de nuestro hemisferio derecho que tienen que ver con la “memoria autobiográfica” y permite también la mejora y reacomodación de nuestras experiencias vitales.
Por todo ello es muy importante que, desde la infancia, los niños disfruten con la experiencia poética oral, que jueguen con las palabras, que enriquezcan su oído con la eufonía de los buenos poemas. Y que esta experiencia se vaya ampliando y enriqueciendo a lo largo de nuestra vida, ya que nunca dejamos de aprender a leer y a comprender mejor incluso aquellos poemas que se sitúan –como los de Poeta en Nueva York de Lorca- en la frontera misma de lo racionalmente comprensible.
Pero también el esfuerzo que realizamos al leer una y otra vez el poema, para empaparnos de él, para conectar emocional y racionalmente con las palabras, son un muy saludable ejercicio mental, y contribuye al incremento de nuestra “reserva cognitiva”, esa que nos permite llegar a edades avanzadas con un buen estado mental.
La Universidad de Sevilla celebra desde hace tiempo el Día Mundial de la Poesía, en el marco de su Plan Integral para el Fomento de la Lectoescritura. Hoy 21 de marzo de 2019 para mí será muy especial, ya que dentro del Programa Fuera de turno de la Facultad de Filología, a las 19.30 y en el Aula Magna, haré un recital de poemas propios que he titulado, con un verso de Juan Ramón Jiménez Por el camino de mi propia vida. Cuatro décadas de creación poética.
Están cordialmente invitados para celebrar la creatividad, para celebrar la vida. Mientras, me permito ofrecer, como anticipo, uno de los poemas de mi próximo libro Remota Luz:
El beso
El huir de soles y de lunas
por el espacio libre de un Universo abierto;
la encarnizada lucha de materia y espíritu;
el fragor del mar sobre la roca,
del viento sobre el mar, de la luz sobre el viento;
la claridad que la explosión primera hizo surgir del inicial vacío,
las densas sombras que la luz intangible arroja tras lo opaco;
cantos dulces de alondras,
chamarices, verdones y jilgueros;
el color de rosas y amapolas,
de lirios y claveles, de geranios, adelfas, violetas, buganvillas…
En este aquí y ahora,
instante pleno suspendido
entre la eternidad de Dios y la Nada que somos;
en este beso que llevo hasta tus labios
como nunca se dio, como jamás repetirán amantes bocas;
para que sepas que, en el eterno retorno de lo mismo,
habrá un instante ungido de conciencia
para ti y para mí,
para este beso
que no daremos más,
hasta que un nuevo tiempo
-de nuevo urdidos nada e infinito-
nos traiga aquí y ahora;
para saber, cogidos de la mano, que la luz de este instante
alumbrará los siglos y milenios
hasta volver a repetirse idéntica a sí misma
pero distinta a todo
con el alegre roce de tu boca y mi boca.