Sevilla también se levantó en mayo de 1808 contra el invasor francés

El levantamiento de nuestra ciudad, el 26 de mayo, fue el primero que tuvo lugar en el sur de la península. El 'fuego revolucionario' había prendido en todos los barrios de la ciudad, incluso los apartados y pacíficos.

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La Iglesia del antiguo Colegio de San Hermenegildo fue sede de la Junta Suprema.

Virginia López. Frente al archifamoso y laureado Levantamiento del Dos de Mayo madrileño, pasa entre puntillas por la Historia la repulsa hispalense al ejército napoleónico invasor. Y a nivel popular tampoco está muy extendido el conocimiento de este episodio que tuvo lugar el 26 de mayo del año 1808, tras el levantamiento madrileño donde destacó el heroísmo del sevillano Luis Daoiz.

Considerado retrato veraz de Daoiz, se conserva en la Biblioteca Colombina.

Sí está asentada en el imaginario popular la figura de este jefe de artillería cuya rotunda estatua, salida de la maestría de Antonio Susillo, destaca en la Plaza de la Gavidia.

Para contextualizar a qué se debió y entender este hecho histórico, hay que remontarse al mes de marzo de ese mismo año de 1808 cuando la familia real se refugia en el palacio de Aranjuez. Planeaba huir al sur para embarcarse a América como hizo el monarca portugués Juan VI que transformó Brasil de colonia en reino.

La familia de Carlos IV, Goya (1800).

El famoso Motín de Aranjuez tuvo una doble vertiente. Por un lado los nobles que apoyan al Príncipe de Asturias fuerzan la abdicación del Rey Carlos IV en su hijo, el futuro Fernando VII; por otro lado, el pueblo rechaza la política de Godoy, alertada como estaba la gente por la numerosa presencia de las tropas francesas.

Éstas campaban por nuestras tierras desde la firma del Tratado de Fontainebleau (1807) entre Napoleón Bonaparte y Manuel Godoy. El ministro plenipotenciario de España y favorito del monarca, vislumbraba el reparto de Portugal entre ambos.

Godoy permitió el paso de las tropas de los Pirineos a la frontera lusa pero fue el pueblo el que se percató de su numerosa presencia – 65.000 soldados – y de como éste se iba acantonando. Por no hablar de las molestias que ocasionaba su presencia más las onerosas cargas de impuestos para su avituallamiento.

José María Queipo de Llano y Ruiz de Sarabia, VII Conde de Torero y Presidente del Consejo de Ministros. Por Manuel San Gil y Villanueva.

Por segunda vez, tras el Motín de Esquilache (1766), el pueblo lograba destituir a un odiado ministro.

Después del 2 de mayo se producen de forma escalonada levantamientos en el norte y en Castilla y León. El siguiente levantamiento es el de Sevilla, primero en el sur. Le sucederá el de Granada, Extremadura y finalmente el Levante español.

Conocemos el Levantamiento de Sevilla del 26 de mayo de 1808 a través de los escritos del Conde de Toreno.  El mismo afirma que “dispuestos como estaban los ánimos, no se necesitaba sino de un levísimo motivo para encenderlos a lo sumo y provocar una insurrección general.”

Desde que llegaron las noticias de Madrid flotaban en el ambiente bríos de secundar tamaña acción y el Ayuntamiento de Sevilla llegó a pensar seriamente en armar la provincia empezando a idear planes de defensa.

Puerta de la Barqueta o de “Vib Arragel”, la primera en derribarse de la muralla en 1858.

Los cabecillas, entre ellos el Conde de Tilly, dispuestos a emprender la acción se reunían en el Blanquillo, frente a la Puerta de la Barqueta. Pervive el nombre – por las barcas que pasaban a la población de orilla – en el puente y el arranque de la calle Calatrava ha sido rotulado como Blanquillo.

No faltaban los advenedizos, los dispuestos a hacer fortuna cuando no los estrafalarios, como un extraño personaje llamado Nicolás Tap y Núñez de Rendón. Llegó ‘subiendo a punto su descaro de pedir al cabildo eclesiástico 12.000 duros para hacer el alzamiento contra los franceses, peticion a que se negó aquel cuerpo‘. Escribió su versión con un significativo título: ‘Apuntes para la historia de España ó verdaderos y únicos principios de la imprevista y milagrosa revolución de Sevilla, realizada en la noche del 26 de Mayo del año 1808’.

Retrato de D. Nicolás Tap y Núñez de Rendón, de Vicente Velázquez Querol

Los ánimos se incendiaron en Sevilla tras conocerse las abdicaciones de Bayona del 7 de mayo cuyo resultado era las renuncias de Carlos IV y de Fernando VII en Napoleón Bonaparte que puso a su hermano, el impopular José I, como monarca español. Cuando llegaron a la ciudad escritos del Diario de Madrid, bajo auspicio francés, con difamaciones de los Borbones, la repulsa fue creciendo y Tilly y compañía vieron que era el momento propicio.

Como recogió Toreno: “Se escogió el dia de la Ascension, 26 de Mayo, y hora del anochecer para alborotar a Sevilla.”

Soldados del regimiento de Olivenza se dirigieron al depósito de la Real Maestranza de Artillería y a los almacenes de pólvora, Un inmenso gentío le secundó pero milagrosamente no hubo que lamentar desgracias. Llegó a la ciudad un escuadrón de caballería liderado por el sevillano Adrián Jácome de Ricardos, que no solo no impidió la sublevación sino que la favoreció.

Real Maestranza de Caballería.

Ante lo que parecían hechos consumados constatándose que con inexplicable celeridad “el fuego revolucionario” había prendido en todos los barrios de la ciudad, incluso los apartados y pacíficos, el Cabildo municipal se trasladó al Hospital  a Sangre a deliberar.

Pero abandonada la casa consistorial, el pueblo la tomó en la mañana del 27 de mayo y ese mismo día se constituyó una junta.

Se dejó que formara parte de la misma al alcalde el Asistente Vicente Hore pese sus buenas relaciones con Godoy. No creo que hubieran admitido al anterior asistente, que era su cuñado. Otro miembro fue el Padre Manuel Gil, represaliado como muchos por Godoy, cuya espantadiza desconfianza lo creyó envuelto en la trama de la Matallana y lo encerró aquí, en los Toribios, un orfanato de la época.

Tumba de Saavedra en la Iglesia de la Magdalena.

Autodenominada Junta Suprema de España e Indias, despertó recelo por su presuntuoso nombre entre las otras juntas locales. Al igual que varias juntas que contactaron con Gran Bretaña, la sevillana envió como embajadores al citado Jácome y al gaditano almirante Apodaca. El marino tiene su calle dedicada, pero el sevillano no. Está enterrado en la Capilla de los Jácome, de la Catedral de Sevilla, fundada por Adrián de Jácome y Bécquer en el siglo XVII.

El presidente sería Saavedra, hispalense de destacada trayectoria con Carlos III, en la Guerra de Independencia estadounidense y otro represaliado de Godoy quien le obligó a renunciar como Secretario de Estado.

Ese mismo día murió el famoso Conde del Águila. Su inmolación por afrancesado en manos de la turba defensora del “vivan las caenas” ha sido desmentida por Aguilar Piñal.

Fue la junta sevillana la que el 6 de junio emitió la “Declaración de Guerra al Emperador de Francia, Napoleón I”. En septiembre se forma en Aranjuez – en Madrid no se quiso por considerarse traidor al “afrancesado” Consejo de Castilla – la Junta Suprema Central y Gubernativa del Reino. Estaba formada por dos diputados procedentes de cada junta de las capitales de los antiguos reinos. Por parte de Sevilla estuvieron el mencionado Tilly y Juan Acisclo de Vera, Arzobispo de Laodicea y natural de Villanueva del Ariscal.

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