22 noviembre 2024
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Tras las huellas de la obra de Murillo en Marchena

Los arcángeles San Rafael y San Miguel, en manos de una colección privada en Marchena.
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Fermín Cabanillas. En el convento de san Andrés de Marchena se encuentra una pintura atribuida a Murillo, hay varias pinturas de sus discípulos repartidas por la localidad, se conserva documentación del paso de Murillo por Marchena, “y también está relacionado con la obra de nuestro paisano Lorenzo Coullaut Valera”. Así comienza “Murillo en Marchena”, un documento en forma de guía didáctica que explora la relación que el genial pintor sevillano tuvo con este municipio sevillano, en base a estudios científicos, culturales y el análisis profundo de algunas de sus obras.

Todo, mediante el trabajo realizado por la Biblioteca Pública José Fernando Alcaide Aguilar, en una impresionante guía de casi cien páginas que cuenta algunos aspectos desconocidos, como la inspiración en la obras de Murillo que tuvo Coullat Valera para hacer el monumento a la Inmaculada Concepción en la plaza del Triunfo, en Sevilla, que en 2018, el Año Murillo, también cumplió años, el 100 aniversario de su inauguración.

Prodetur Diputación de Sevilla

Para empezar, la guía sitúa al lector en el contexto histórico de la localidad marchamera que conoció el pintor. Ya era una villa de gran importancia, porque a del siglo XVII contaba con unos 10.000 habitantes. Y no es de extrañar, por lo tanto que fuese una villa señorial que ostentaba la capitalidad de los estados ducales de la Casa de Arcos. Los Duques de Arcos gozaban del poder político, social, civil, administrativo y económico de la villa marchenera.

Un noble de la época

Al frente de dicha Casa Ducal, como recuerda la guía, estaba Rodrigo Ponce de León y Álvarez de Toledo (1602-1658) – IV duque de Arcos, VII marqués de Zahara, IV conde de Casares, XI señor de Marchena, VI conde de Bailén y VIII señor de Villagarcía – que gobernó el estado ducal desde 1630 hasta 1658 a través de un régimen autocrático. Asimismo, ocupó los cargos de Virrey del Reino de Valencia (1642-1645) y del Reino de Nápoles (1646-1648). Posteriormente, don Francisco Ponce de León Cabrera (1632-1673) hereda el ducado en 1658, se convierte en el V duque de Arcos – además del resto de títulos nobiliarios – y gobierna sus designios hasta 1673.

En realidad, Marchena era casi una gran ciudad, pero con el dato de ser todo un ojito derecho de la realeza de la época. “La sociedad estamental marchenera del siglo XVII se puede concebir como una pirámide, en cuyo punto más elevado se situaba el rey. A continuación se posicionaba el duque de Arcos y señor de Marchena. Posteriormente, se incluirían la nobleza y el clero. Finalmente, se localizaría en su base el pueblo llano – Tercer Estado –, la agrupación a la que pertenecía la mayor parte de la población – campesinos, artesanos, comerciantes, etc.”.

El censo de la Sal

Lo de la cifra de habitantes no está contado al azar. Son los datos que se recogen en el censo de la Sal de 1631. Tiene su origen en la orden de 3 de enero de 1631 cuando Felipe IV, anunció la abolición del impuesto de los millones que grababan productos básicos de alimentación (vino, carne, aceite y vinagre), que prácticamente sólo los pagaban los pecheros y la creación de un estanco de la sal en los territorios de la Corona de Castilla. 

Para implantar dicho estanco, todos los municipios deberían declarar la cantidad necesaria para el consumo anual en las salinas o alfolí elegidos, informando del número de vecinos, personas y ganado, estimándose el consumo de sal de una familia de cuatro personas en media fanega (una fanega 42 kilos de sal). De ese recuento salió al cifra estimada de 10.000 personas en Marchena. Se documenta, además, que la caída demográfica, consecuencia de la epidemia de peste que asoló Sevilla y sus alrededores en 1649, no afectó a Marchena gracias a su muralla almohade. Fue un confinamiento en toda regla.

La fama de Murillo llega a Marchena

En ese contexto histórico, la fama de un pintor de apellido Murillo comienza a expandirse por todo el país. Su éxito con la serie de lienzos para el convento de San Francisco supuso su inclusión en el cerrado mundo de las élites locales sevillanas. A mediados de siglo, Rodrigo Ponce de León le llamó a sus posesiones de Marchena. Era el verano de 1651 y fue uno de sus primeros clientes aristocráticos. En este sentido, el acercamiento del artista al noble cobra especial relevancia de acuerdo con su posición como virrey de Nápoles pocos años antes, así como por el hecho de ser el responsable de la renovación de la colección artística de la familia.

La Inmaculada de Marchena que se atribuye a Murillo.

La guía reproduce el texto de un artículo que, sobre Murillo y su relación con Marchena, fue publicado por Diego Angulo Íñiguez en el Boletín de la Real Academia de la Historia del año 1961, con el título «Murillo en Marchena. El retablo de San Agustín de Sevilla. Las copias de los cuadros de la Caridad»:

“En un, sin duda, caluroso día de fines de julio de 1651, Bartolomé Murillo se traslada al pueblo de Marchena. Para realizar el viaje lleva tres cabalgaduras, de las que cuida Francisco Hernández”. Precisamente, que fuesen dos personas y tres caballos es un indicio de que no iba a Marchena por turismo, sino que portaba elementos de trabajo en la tercera cabalgadura.

Es decir, que o llevaba los útiles para pintar o volvía con el cuadro terminado para entregarlo.

Documentos en el Archivo Histórico Nacional

De esos días se conservan dos recibos en el Archivo Histórico Nacional que dice, uno de ellos, textualmente -ojo, es el español de hace cinco siglos casi- “…de la cena dose reales y medio y seis de un pollo, dos almudes y medio de seuada,[añadido con otra tinta ‹y medio de paja 16 cuartos›] quatro harneros de paja. Bar.me Murillo (rubricado)”.

Este recibo está extendido al dorso de la siguiente carta: “M. Sor. mío: El Sr. Barme. Murillo, pintor vezino de Sevilla, vino aquí de horden del Duque mi

señor, y ahora se buelve a aquella çiudad, y mándame Su excelencia deçir a V. m. que la costa que hiçiere en ese lugar y las cavalgaduras que lleva y la que hiçieren a la buelta la pague V. m., que con zertificación del dicho Barme. Murillo se le passará a V. m. en quenta, y mándeme V. m. en que le sirva pues save con el gusto que lo haré siempre. Guarde Dios a V. m. muchos años. Marchena, 23 de julio de 651. D. Pedro Francisco Scallosso (rubricado). Sr. Andrés Sánchez Porras”.

Dos tesoros en forma de recibos firmados

Murillo, en efecto, había sido llamado por el Duque de Arcos, donde firma el 23 de julio una orden al señor Bernardo de Valdés para que entregase a aquél la cantidad de doscientos ducados. En la misma orden, cinco días más tarde, extiende el pintor el recibo autógrafo en estos términos: “Receví del Sr. Bernardo Valdés doscientos ducados de vellón que el Sr. Duque de Arcos me libra en su merced y por la verdad lo firmé de mi nombre en veintiocho del mes de julio deste año de 1651.-Bar.me Murillo (rubricado)”.

Uno de los recibos firmados por el pintor.

El texto de la orden a cuyo pie escribe Murillo el recibo, dice así: “Al Sr. Bernardo de Valdés: V. m. me hara la de dae a Bartolomé Murillo, pintor, vezino de esa ziudad, dosçientos ducados en moneda de vellón, que con su recibo al pie deste serán bien dados por mi quenta. Guarde Dios a V. m. los muchos años que desseo. Marchena. Marchena, 23 de julio 1651.- El Duque de Arcos”. Esto es lo que atestigua la relación del pintor con el Duque de Arcos.

Los doscientos ducados recibidos por Murillo “permiten presumir que el trabajo era de cierta importancia, si se tiene en cuenta que unos veinte años antes había cobrado Herrera el Viejo 250 por el Juicio Final y sólo unos diez antes 300 por las pinturas del retablo de San Basilio.

La enorme labor de Juan Luis Ravé

Para que la guía sea completa, no podía falta la aportación del arahalense e hijo adoptivo de Marchena Juan Luis Ravé, uno de los mayores expertos en la obra de Murillo. Según su estudio, “cabe la posibilidad de que estos cuadros decorasen el Palacio Ducal, que posteriormente pasasen a la residencia madrileña en el siglo XVIII y luego fuesen dispersados por diversas colecciones, cuando la casa ducal se extinga. Pero de ser así hubiesen quedado noticias en el archivo de Osuna, por el contrario sólo se conoce una obra, no original, La Virgen con Santa Rosalía que perteneció a los Ponce. Más probablemente el conjunto de obras que nos ocupa estaría destinado a alguna obra pía, templo o monasterio, patronato de los duques en Sevilla, Arcos o Marchena. Pero la estancia en nuestra villa, a requerimiento expreso del propio duque, nos inclina a pensar en la última hipótesis. Sin embargo hoy no se encuentran huellas directas del arte del maestro en Marchena, lo cual no es extraño en una creación tan expoliada y codiciada como la de Murillo que se conserva dispersa por todos los grandes museos del mundo y en muchos casos catalogada como de procedencia desconocida”.

Murillo y los conventos

Cualquiera de esas obras pudo formar parte del encargo; “por ejemplo dos extraordinarios lienzos del Prado, La aparición de la Virgen a San Bernardo y La imposición de la casulla a San Ildefonso, que según el profesor Pérez Sánchez procederían de algún convento de la Concepción, sin identificar, de la provincia de Sevilla, y que bien pudieron decorar el convento marchenero de idéntica advocación, Clarisas de Santa María, que formando parte del Palacio Ducal fue continuamente obsequiado por la Casa de Arcos”.

La anunciación que se puede ver en la iglesia de San Agustín de Marchena.

La incansable labor de investigación de Juan Luís Ravé sacó a la luz hace más de 30 años la atribución de una obra del convento de San Andrés con el tema de la Anunciación. Se trata de una pintura que estaba situada primitivamente en la Iglesia – a la altura del coro alto – y que fue restaurada en los años ochenta de la centuria pasada por José Rodríguez-Rivero Carrera, entonces restaurador del Museo de Bellas Artes de Sevilla, que logró frenar el deterioro del lienzo. Estas labores, sin embargo, se interrumpieron por razones desconocidas, pero con el objetivo de que el trabajo fuera exhibido en la exposición Andalucía Barroca Itinerante, celebrada en Écija en 2008, fue sometida a una cuidadosa y acertada recuperación realizada por el restaurador local, José María Calderón, que permitió rescatar todos los valores originales de una de las mejores pinturas barrocas que se conservan en la villa.

Juan Luís Ravé también ha querido ver la mano del joven Murillo en el lienzo de grandes dimensiones, 240 X 195 centímetros, que se conserva en el coro alto del templo conventual de San Agustín y cuya procedencia sin duda sería el desaparecido convento de los Capuchinos.

La escuela sevillana

La obra fue atribuida a Llanos Valdés por los autores de la guía artística de Sevilla y su provincia en 1981. El cuadro presenta los caracteres propios de la escuela sevillana en los comienzos de la segunda mitad del siglo XVII, con una composición en diagonal, una estudiada agrupación de figuras, sentido del volumen y un fondo de paisaje próximo a los seguidores de Zurbarán. Así, no sería descabellado encuadrarlo en la etapa juvenil de Murillo en la que las obras que realizó se caracterizaron por su tenebrismo, su naturalismo y que muestra la influencia de autores como Francisco de Zurbarán y José de Ribera.

Gracias a Ravé se conoce la existencia de dos cuadros más, vinculados con la escuela de Murillo en Marchena, de acuerdo con la información que proporciona, en primer lugar, su artículo ‘Dos obras de la escuela de Murillo en Marchena. Notas sobre la iconografía de arcángeles en la pintura sevillana’, publicado en Archivo Hispalense en 1981 y, posteriormente, por la presencia de ambos trabajos en la exposición Arte religioso en Marchena. Siglos XV al XIX, celebrada en 1986.

Los cuadros, que muestran a dos arcángeles – San Rafael y San Miguel–, pertenecieron a una familia de comerciantes gaditanos de origen italiano, Casanova, que se había desplazado a Marchena y que era poseedora de numerosas obras de artes. La mayoría de dichas obras desaparecieron tras la guerra civil a excepción de algunas piezas que, como estos arcángeles, se encuentran en la actualidad en colecciones privadas de Marchena.

Coullaut Valera y su Inmaculada

Pero si importante es la presencia de Murillo en Marchena, no lo es menos la inspiración que tuvo tres siglos después Lorenzo Coullaut Valera para crear la Inmaculada que preside la Plaza del Triunfo de Sevilla. Sobre las gradas se levantó un amplio pedestal de estilo neoclásico con cuatro frentes que sirvieron de fondo a otras tantas figuras, elaboradas por Coullaut Valera, con personalidades del siglo XVII que destacaron en su afán concepcionista. Por un lado, personificando la teología se observa a Juan de Pineda, teólogo de la Concepción por antonomasia e ilustre sevillano miembro de la Compañía de Jesús, que se sitúa en el frente del monumento en ademán de predicar al pueblo. Por otro lado, las Bellas Artes están representadas en las otras tres figuras relacionadas con el misterio de la concepción en Sevilla: a la derecha Murillo con paleta y pincel, a la izquierda el escultor Martínez Montañés con el mazo y la gubia y, en la parte posterior, el poeta de la Virgen Inmaculada, Miguel Cid, que porta en la mano derecha un pergamino con su famosa redondilla que lo consagró como cantor Concepcionista («Todo el mundo en general, / a voces Reina escogida, / digan, que sois concebida / sin pecado original») y, en su mano izquierda, la lira como instrumento distintivo de su arte.

El monumento a la Inmaculada Concepción de Coullaut Valera que se puede ver en la Plaza del Triunfo de Sevilla.

El genial escultor marchenero no solo quiso que una Inmaculada presidiese el monumento, sino que Murillo formase parte de él. Todo un lujo para estudiar con 300 años de diferencia.

Con estos y muchos más datos, la guía elaborada en Marchena supone todo un documento que se puede consultar gracias al área de Cultura del Ayuntamiento de Marchena, y en concreto, por el Servicio de Archivo y Biblioteca.

Lo que se pretende es divulgar y poner en valor las obras de Murillo y sus discípulos que se encuentran en Marchena, “acercarnos a la Marchena del siglo XVII y mostrar la relación de Murillo y la obra de nuestro paisano Lorenzo Coullaut Valera”.

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