Rosa Brito. Sevilla es una ciudad rica en cultura. Un catálogo vivo de la historia. San Lorenzo y San Vicente son dos barrios castizos situados al oeste del Casco Antiguo, junto al río Guadalquivir y frente a la Isla Cartuja. Son calles de gran tradición sevillana, con magnificas casas, algunas con amplios patios y es punto clave para disfrutar de la Semana Santa.
Daniel Alcaide, Alejandra Rodríguez, Ana Romero y Ana Saborido, estudiantes de Arquitectura de la hispalense, han decidido analizar todo lo que los barrios de San Lorenzo y San Vicente han vivido y han cambiado.
La primera ocupación de la zona surge en la época almohade, donde aparecen algunas construcciones siguiendo una trama ortogonal definida por una antigua calzada romana y la laguna de la Alameda. En el Palacio de Vib-Arragel residían los reyes andalusíes de la taifa de Sevilla. Los Baños de la Reina Mora, antiguos hamman musulmanes del siglo XII, representan uno de los principales legados de la arquitectura civil almohade al patrimonio de la ciudad.
Tras la conquista de la ciudad por los cristianos, aumenta la población de la zona, y se le ceden los terrenos baldíos a la Iglesia,apareciendo nuevos conventos y parroquias. Se divide así la ciudad en colaciones: barrios cristianos entorno a estas nuevas parroquias, en nuestro caso San Lorenzo. El templo tiene un estilo gótico-mudéjar, pero las posteriores reformas de los siglos XVIII y XIX alteraron bastante el estilo primitivo de la iglesia. Se destaca también edificaciones como el Convento de San Clemente, la Torre Don Fadrique del Convento de Santa Clara.
Tras el descubrimiento de América, Sevilla cobra gran importancia, y los barrios como los cercanos al puerto, entran en época de progreso. La laguna de la Alameda, ya sin agua, es convertida en el Paseo de la Alameda en 1574. Aparecen nuevas edificaciones religiosas como el Convento de San Antonio de Padua, el de Santa Ana, el Hospital de Amor de Dios o el Palacio de los Condes de Santa Coloma.
La desamortización de Mendizábal provocó una disminución de las propiedades religiosas, creciendo el caserío y abriéndose nuevas plazas. Se derriba la muralla y se construye una línea de ferrocarril paralela a sus trazas. Entre estos dos elementos aparece un paseo arbolado. Puede destacarse construcciones como la Capilla del Dulce Nombre de Jesús, la Parroquia de San Hermenegildo o el Teatro del Duque.
En 1992 la ciudad se abre alrío con la desaparición de las vías del tren. Además, se construye una gran avenida y un paseo junto al río. Algunas edificaciones religiosas desaparecen o cambian su uso. La morfología urbana cambia debido a la fragmentación de algunas manzanas.