C.P.G. La lluvia que partió la tarde del Jueves Santo pocas esperanzas dejaban para la Madrugá, aunque los cofrades se agarraban a los partes meteorológicos, que preveían chubascos para la mañana del Viernes. Y así fue. La noche transcurrió sin sobresaltos, ni causados por el agua ni por los actos vandálicos que años anteriores provocaron las estampidas. Las medidas de seguridad y la menor cantidad de público respecto a otros años, aunque sí «más que el año pasado», como ha destacado el delegado de Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera, contribuyeron a ello. La Esperanza de Triana optó por recortar su recorrido de vuelta, tomando por Pureza una vez que llegó al Altozano, y la hermandad de la Macarena anunció un recorte de 30 minutos en su horario para esquivar a la lluvia. También Los Gitanos aligeró el paso a su regreso, colocando el cuerpo de nazarenos en tres filas, pero no fue necesario. Las nubes aguantaron y la Madrugá fue plena.
Cumplido el rito de la Concordia, que los nazarenos del Gran Poder solicitaban a los de la Macarena en la basílica, todo estaba dispuesto para una nueva Madrugá. Aún recorrían la ciudad los titulares de la hermandad de Pasión y del Valle cuando abría sus puertas la hermandad del Arco o, incluso, pedía la venia por escrito la hermandad del Silencio. La llegada de Jesús Nazareno, arropado por los nazarenos de la Primitiva, motivó la primera saeta en la Campana, la primera de una larga sucesión en una noche intensa. Antes, en las puertas de San Antonio Abad, no faltó la tradicional saeta a la Cruz de Guía de la Madre y Maestra. El azahar perfumaba el palio perfecto de la Virgen de la Concepción.
Nada se salió del guion en la plaza de San Lorenzo. Las sillas dispuestas para ver la salida del Señor de Sevilla estaban todas ocupadas. La recaudación irá para la Bolsa de Caridad más antigua de Sevilla. Con su calzada amplia y el rachear de sus costaleros que resonó en el pregón de Charo Padilla, el Gran Poder avanzó, esta vez con túnica lisa, regalando consuelo. La Virgen del Mayor Dolor y Traspaso lucía el manto azul diseñado por Garduño en 1991 y la saya burdeos de cardos del siglo XIX.
Pronto llegó la algarabía que inunda todo de Esperanza. El desfile de los Armaos tras el Señor de la Sentencia, vestido con la túnica de los ochitos, y la Esperanza no se hizo esperar. Una saeta de Ana María Cano la recibió en el atrio, antes de pisar la nueva plaza de la Esperanza Macarena. Pese a repetir el recorrido del año pasado, que llevó a la cofradía por la Alfalfa y Sales y Ferrer, los nazarenos sufrieron un parón mientras Los Gitanos avanzaba rumbo a la Campana. A su paso por el convento de las hijas de Santa Ángela, la hermandad tuiteó: «Que la Santísima Virgen bendiga a las Hermanas de la Cruz, ejemplo de vida de servicio y entrega». La petalada de la calle Parras dejó una alfombra con la que los niños jugaron mientras el palio se alejaba mostrando el manto camaronero. La Virgen, que pese al adelanto horario, entró en la basílica justo a las 13 horas, lo que marca los programas, alcanzó el atrio, tras pasar, ahora sí, por el Arco, mientras le cantaban el himno de la hermandad.
Pese al descontento que causó el año pasado el nuevo recorrido, el Calvario lo ha repetido este año. Poco público acompañó su paso por la plaza del Museo, pero el camino resulta más cómodo para los propios hermanos, aunque tienen que andar más y dar un rodeo. Sobre un monte de lirios y con las dos jarras laterales de claveles rojos, el crucificado de Ocampo impuso el silencio a su paso.
El aforamiento de la calle Pureza -y la lluvia- impidió que se repitieran las imágenes del Jueves Santo del año pasado del público sentado en las aceras haciendo pic-nic mientras esperan la salida de la cofradía. Para los que poco a poco fueron llenando la calle, recordando aún la salida extraordinaria del pasado noviembre, la espera mereció la pena. La hermandad tuvo que soportar una vez más el parón que le supone disponerse a la entrada de la Campana mientras entra el Calvario y comprimirse para que pueda salir de la calle Zaragoza el Gran Poder. Pero esta espera, que superó la media hora, culmina con una impresionante petalada en la confluencia de O’Donnell con Velázquez que muchos buscan expresamente. Pese a acortar su recorrido a la vuelta (no saludó a la Estrella, ni llegó a la parroquia de San Jacinto, ni atravesaron sus nazarenos Santa Ana), el Señor de las Tres Caídas, con su característico andar marcado por el caballo, y la Esperanza de Triana, profusamente adornada con flores, entró en la capilla de los Marineros a las 13.15 horas, sólo 45 minutos antes del horario oficial, mientras el coro de Julio Pardo le cantaba el Avemaría que incluye la marcha Encarnación Coronada.
Josemi Gallardo, el capataz de la Virgen de las Angustias, le dedicó la levantá en la puerta de su casa al recientemente fallecido pregonero y compositor Rafa Serna, mientras la banda de las Nieves de Olivares interpretaba el Himno del Centenario de la Coronación de la Virgen del Rocío, su última composición. Este fue sólo uno de los muchos detalles que jalonaron el recorrido de vuelta de esta hermandad, con los nazarenos colocados en tres filas para aligerar el paso por si les sorprendía la lluvia en la calle. No fue así pero lograron entrar con casi media hora de adelanto. Preciosamente ataviada y con las flores a juego con las bordadas en sus bambalinas, la Virgen robó protagonismo al Señor de la Salud que estrenaba la túnica bordada que el año pasado le regaló un grupo de devotos. No tenía el movimiento que la lisa morada a la que están acostumbrados sus devotos, pero le reviste de majestad y brilla con los rayos de sol.
En definitiva, una Madrugá perfecta, sin incidentes, con algunas incidencias sanitarias leves y, como curiosidad, la incautación de un dron que sobrevolaba la basílica de la Macarena, según detalló Emergencias Sevilla.