Fermín Cabanillas. El Palmar de Troya, un pueblo que acaba de constituirse como entidad local, cuenta con muchas peculiaridades, una de ellas, quizás la más humana, es su Asociación de Abuelas Cuidadoras. Se trata de una veintena de mujeres, entre 56 y 82 años, que después de pasar una vida dura cuidando de su hijos, les ha tocado criar a los nietos y nietas.
Y cuando hablan de criar significa que algunas de ellas se quedan durante meses cuidándolos día y noche, para que sus hijos se vayan temporadas enteras a trabajar en las ferias o en las campañas agrícolas.
La mayoría se hace cargo de dos o tres, de distintas edades escolares. Cada día se levantan muy temprano para que todos estén a tiempo en sus clases. Rosario Palomino Pérez es la presidenta, lleva 8 meses en la asociación. Ella, por ejemplo, ha cuidado a 10 nietos y 2 bisnietos de 4 hijos.
Cuándo le preguntas ¿cómo lo ha hecho?, sonríe y dice que «con mucha paciencia». Y es que estas mujeres, además de Rosario, Carmen, Francisca, Antonia… tienen en su piel grabado el trabajo y las dificultades y, después de tantos años, «y tanto dejado atrás», lo de menos es el día a día.
Son mujeres fuertes que se han unido porque la Asociación, además de ser un lugar donde pueden hacer actividades propias de la edad, les permite una descargar emocional de los problemas que no sólo tienen ellas, sino sus propios hijos o nietos. Allí en un local municipal, donde se reúnen tres veces en semana, se desahogan, se ríen, preparan chocolate y dulces para merendar y planifican que harán, por ejemplo, en las próximas jornadas medievales de El Palmar.
Para estas jornadas hacen manualidades. Canastas, jabones, paños de crochet o punto, dulces artesanos y los venden para recaudar fondos que las ayudan a convivir entre ellas y a cubrir gastos.
La más mayor de todas las abuelas cuidadoras es Francisca García. Tiene 82 años y dice que lleva más de 30 cuidando de nietos. «Tengo una nieta de 35 años que ya tiene una de 15 años», explica. A veces de criar a nietos pasan a los bisnietos.
A lo que más temen estas valientes mujeres es cuando sus hijos se van por meses, a la campaña de aceitunas de Jaén o a «hacer las ferias». Para este último trabajo parten en primavera y no vuelven hasta octubre. Son meses a cargo de nietos y nietas, con la casa adaptada a ellos. «Mi dormitorio se llena de camas y cunas y echamos al abuelo a otra habitación», dice una de las abuelas.
Transforman su casa y su vida para ayudar a los hijos realizando una labor social poco reconocida pero de vital importancia para que sus familias puedan seguir adelante. Y lo hacen con el humor y la sabiduría que les ha dado la vida, las dificultades son para ellas lo normal del día a día.
Y puedes verlas por las calles, tirando de la mano de su nieta para llevarlas al colegio. Al mismo tiempo que conducen un carrito de bebé con la más pequeña o pequeño dentro camino de la guardería. «Cuando se juntan varios de distintas edades es una locura, pero qué vamos a hacerle». Y después toca la comida, la ropa de todos, la casa, la compra y vuelta a empezar.
Aunque ya tienen edad de descansar, esta actividad las mantiene tan vivas que les sobra tiempo para reunirse, «a veces tenemos que llevar a los nietos también». Y sobre todo les sobra energía.
Todas ellas tienen hijos o nietos que esperan familia en breve y apuestan con sus sonrisas sobre quién los cuidará en cuanto sea necesario. «A menos 15 niños o niñas nacerán en los próximos meses», cuentan, todos descendientes de estas abuelas de valor impagable.