M.C. Contreras. El Domingo de Resurrección tiene una importancia especial en Castilleja de la Cuesta, que tiene el honor de celebrar la primera romería de la provincia cuando aún huele a incienso en las calles de esta localidad sevillana.
La jornada de cierre de la Semana Santa sirve en este pueblo para renovar una sana rivalidad que tiene varios siglos de antigüedad, con dos polos opuestos: la hermandad de la Plaza, su Soledad y sus símbolos rojiblancos, y la de la calle Real, devota de la Inmaculada Concepción y con bandera celeste y blanca.
Es, sin duda, un pique histórico, aunque nadie sabe con exactitud en el pueblo cuándo se comenzó a celebrar esta peculiar fiesta, que podría tener su origen en un viejo pleito entre señores feudales y eclesiásticos.
Todo es una fiesta. En realidad, aunque la base de la fiesta es una pelea, todo se relativiza, desde que el pueblo amanece con sus balcones y ventanas adornados de banderas y colgaduras, celestes y blancas, en unos casos; rojas y blancas, en otros.
Miles de personas se acercan a Castilleja de la Cuesta para ver esta curiosa fiesta, que supone incluso que si una pareja tiene devoción por separado por cada entidad participante, el domingo hay que estar «peleados».
Cada hermandad desfila a pie y a caballo con sones y trajes flamencos, dando gritos en favor de su virgen y en contra de la otra.
Todo incluso tiene unas normas, ya que la hermandad de la calle Real sólo puede permanecer en «territorio enemigo durante una hora», aunque aprovecha ese tiempo para llenar todo de papelillos celestes y repartir vino y jamón a los transeúntes. Lo mismo, pero de color rojo, pasa en el lado contrario.
Es una fiesta con miles de matices curiosos, y no es de extrañar que el pueblo se llene hasta los topes para ver cómo se «pelean» las dos hermandades durante todo el día, aunque la base, al fin y al cabo, es una fiesta.