A.R.E. Para muchos andaluces que de niños tuvieron cáncer y han logrado superarlo, la doctora Ana María Álvarez Silván no necesita presentaciones. Ella es una ilustre sevillana de adopción que lleva realizando desde los años 70 una ingente labor para curar a pequeños afectados por esta terrible enfermedad, a los que ha dedicado toda su vida.
Creadora de una de las primeras unidades de Oncología Pediátrica del país en el Hospital Virgen del Rocío y fundadora de la Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Andalucía, hasta que se jubiló en 2005 consiguió curar a unos 800 niños en nuestra Comunidad Autónoma, una cifra que es todo un orgullo para esta abnegada especialista que a sus 78 años sigue al pie del cañón.
Y es que, aunque se jubiló en 2005, Ana María fue nombrada doctora emérita del SAS, un cargo honorífico y vitalicio que le permite seguir desarrollando esta encomiable labor con los enfermos de cáncer. “Presenté un proyecto de lo que había hecho y me convertí en el primer emérito del Virgen del Rocío y la primera emérito mujer de toda Andalucía”, afirmaba la doctora en una entrevista concedida a España Buenas Noticias hace unos años.
Su trabajo incansable ha sido destacado en diversas ocasiones por instituciones particulares y públicas. De este modo, ha sido reconocida con el Premio Galeno del Real e Ilustre Colegio de Médicos de Sevilla, así como con el XXIV Premio San Juan de Dios, otorgado por el Colegio Oficial de Enfermería de Sevilla, en reconocimiento a su trayectoria profesional. En 2014 recibió la Medalla de la Ciudad de Sevilla por sus “reconocidos servicios en beneficio de la colectividad” y, cuatro años más tarde, la Diputación de Sevilla le otorgó la Medalla de Oro de la Provincia fundamentalmente por «ser el ángel de la guarda de los casi 800 pequeños a los que ha conseguido curar».
El próximo viernes, 20 de septiembre, las personas que lo deseen podrán escuchar sus sabias palabras en el Ateneo de Sevilla, donde participará en la conferencia ‘Rusia, Fátima y la paz. Una reflexión sobre los grandes retos a la paz a lo largo del siglo XX y comienzos del XXI, y un canto a la esperanza’. El acto, que comenzará a las 19.30 horas en el salón de actos, será presentado por la periodista Susana Herrara y estará protagonizado por el sacerdote, doctor en Filosofía y licenciado en Derecho José Antonio Senovilla García.
Ana María hablará de algo que conoce bien esta leonesa nacida en Villameca, la esperanza, un valor que jamás hay que perder cuando el cáncer aparece en nuestras vidas. Conozcamos mejor a esta pionera mujer.
Hija única, su familia se trasladó a Sevilla cuando ella solo tenía nueve años, donde se formó en el Colegio de las Carmelitas de la Caridad (Colegio Santa Joaquina de Vedruna) y luego pasó a la Facultad de Medicina. Eran otros tiempos, finales de los 50, principios de los 60, y no era común que las mujeres estudiaran. De hecho, su madre no veía con buenos ojos que su hija fuera doctora.
Escogió Medicina por pura vocación. Ana María admiraba profundamente a sus primos mayores, que eran médicos, y ello fue un acicate para aquella adolescente de 14 años que tenía la gran inquietud de hacer el bien a los demás y aliviar su sufrimiento.
En su promoción universitaria sólo había 10 mujeres y seis o siete más en cursos superiores. Tras finalizar sus estudios, Ana María se quedó como ayudante en prácticas en la Facultad de Medicina de Sevilla y luego opositó para pediatra de zona y marchó a Málaga, donde ejerció durante un año. Posteriormente, la reclamaron para el área de infantil del Hospital Virgen del Rocío, donde fue jefa de sección de Preescolares.
Aunque inicialmente no tenía ninguna intención de dedicarse a la oncología, el destino quiso que el director del Hospital en el que trabajaba le hablara de una niña operada de un tumor maligno, hija de María Luisa Guardiola, presidenta de Andex. “Cuando me dijeron que tenía que tratar a la pequeña, fui sincera con sus padres y les dije que no tenía experiencia. Les facilité una lista de hospitales en Europa, les pedí que investigaran y que, si en alguno de ellos les decían que el tratamiento que necesitaba su hija podía hacerse en Sevilla, yo me haría cargo de ella”, reconocía la especialista.
Y así fue. Los padres de la niña localizaron en Francia a una doctora que le aseguró a Álvarez que podría tratar a la paciente en el centro hispalense. Ana María decidió atenderla entonces y viajó al país vecino para hablar con la oncóloga pediatra y comprobar, con sus propios ojos, que había niños que se curaban del cáncer. Al final, la niña mejoró y doctora se ilusionó, siendo éste el comienzo de una extensa carrera en el ámbito de la oncología infantil.
Después de aquello, Álvarez visitó varias veces el país galo para formarse y en 1973 creó en el Virgen del Rocío una de las primeras unidades de Oncología Pediátrica de España. Éstas comenzaron a implantarse en Barcelona y luego en Madrid y Valencia y fueron toda una revolución pues, hasta entonces, los niños con cáncer eran tratados por médicos de distintos servicios (infecciosos, lactantes, cirugía…) dando lugar a una gran dispersión y falta de unificación de criterios en sus tratamientos.
Con Barcelona, Madrid, Valencia, Bilbao y Zaragoza, los oncólogos pediatras iniciaron el Club de Oncología Pediátrica, que posteriormente se convertiría en la Sociedad de Oncología Pediátrica (SEOP).
Tras meterse de lleno en un mundo al que al principio se resistía a entrar, la doctora comenzó a contactar con grupos dedicados a su especialidad en el extranjero, como la Sociedad Internacional de Oncología Pediátrica, en el seno de la cual intercambiaba conocimientos con algunos de los profesionales más importantes del mundo. Cada año, desde principios de los 70, la Sociedad organizaba una reunión de sus socios y siempre en diferentes ciudades del Globo, permitiendo a Álvarez incrementar y compartir sus nociones a la par que viajar por los cinco continentes.
En 1985, durante una de sus estancias en Nueva York, la doctora descubrió la Asociación Candlelighters, una entidad que agrupa a padres de niños con cáncer. Su anagrama era una vela y su eslogan rezaba ‘Es mejor la luz de una vela que vivir en la oscuridad’.
Cuando volvió a España reunió a los progenitores de varios de sus pacientes y expacientes y fundó la Asociación de Padres de Niños con Cáncer, la cual siempre se ha guiado por dos objetivos fundamentales: ayudar a los padres a superar la enfermedad de sus hijos y conseguir que los niños enfermos se distraigan, se diviertan y lo pasen lo mejor posible a pesar de su padecimiento.
La dedicación de Álvarez ha dado como fruto de su larga trayectoria unos 800 casos de niños curados en toda Andalucía –a Sevilla remitían antes a pacientes de otras provincias andaluzas que no disponían de una unidad específica de Oncología Infantil-, de los cuales sigue manteniendo contacto con alrededor de 200, muchos de ellos ya adultos. Y es que el porcentaje de niños con cáncer que logran curarse se ha invertido, pasando del 20% cuando la doctora comenzó a centrarse en este campo, al 80% alcanzado en la actualidad.
Una de las situaciones más difíciles a la que debe enfrentarse un oncólogo es, sin duda, cuando tienen que comunicar a los padres que su hijo tiene cáncer. Lo mejor en estos casos, explicaba Álvarez, “es decirles la verdad, pero de forma delicada y progresiva. Quizá la segunda entrevista sea el momento adecuado para contarle a los padres y a los niños mayores la verdad sin perder, en ningún caso, la esperanza, porque hay muchos niños que se curan”.
Y es que si hay algo que la doctora ha aprendido en estos años es precisamente a tener esperanza, pues tras ver a niños con “metástasis pulmonares múltiples, con la enfermedad muy generalizada y pensando que no va a sobrevivir” curarse y ser ahora padres de otros pequeños, ha aprendido a no tirar nunca la toalla, “a no perder nunca la ilusión y a luchar más por conseguir lo que parece imposible”.
Por otro lado, a Álvarez siempre le ha gustado mantenerse en contacto con los pacientes que ha curado. “En Navidad les mando una carta y ellos me cuentan cómo les va”, comenta la doctora. Fruto de ese interés por saber de sus ‘niños’, se le ocurrió, hace ya más dde 20 años, organizar un encuentro con muchos de ellos, una cita que se ha ido repitiendo en el tiempo de manera casi periódica.
Con la llegada de las nuevas tecnologías, de los encuentros presenciales pasaron a estar permanentemente en contacto a través de grupos de WhatsApp y Facebook –‘Grupo de jóvenes valientes curados’-, creando incluso un grupo abierto de carácter internacional en esta última red.
Profesora asociada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla, sus conocimientos y experiencia en el campo de la oncología infantil los ha plasmado en artículos de numerosas publicaciones científicas y de algunos hospitales, como el St Jude Children’s Research de Memphis, siendo miembro del comité editorial de la revista on line del citado centro sanitario. En este sentido, de su colaboración con el Programa de Divulgación del citado hospital destaca el convenio firmado con el HUIVR de Sevilla y el contrato de desplazamiento para reforzar la Oncología Pediátrica en Honduras.
Académica de la Real Academia de Medicina de Sevilla, es autora de una interesante publicación titulada Dame la mano, un canto a la esperanza de recomendable lectura para los niños enfermos y sus familiares y un soplo de aliento para los médicos que cada día se enfrenta cara a cara a esta terrible enfermedad.
Leonesa del año, tiene una calle rotulada con su nombre en su pueblo natal, otra en Sanlúcar la Mayor, donde reside, y desde 2007 una plaza en Sevilla muy cerca del Hospital Virgen del Rocío. Sin embargo, fue convertirse en Maga de la Ilusión de la Cabalgata de Reyes de Sevilla en 2006 el momento que vivió con más emoción y el que recuerda como uno de los días más felices de su vida.
Echando un vistazo a su vida, qué duda cabe que esta mujer ha sido un auténtico regalo para los niños enfermos de cáncer, una especie de hada madrina o ángel de la guarda que ha logrado con mucho trabajo ganarle el pulso a la enfermedad y arrebatarle más de 800 vidas al destino. Una mujer valiente que ha hecho historia en la medicina andaluza.