Rosa Brito. La sevillana Saray Trujillo Prieto tiene 29 años y es pedagoga. Actualmente trabaja en un colegio especial para personas con autismo severo, concretamente adolescentes, en Reino Unido.
Decidió irse a Reino Unido hace poco más de un año. La idea surgió cuando estaba buscando trabajo en toda España pero ninguna empresa la llamaba. Casualmente vio una oferta en Newbury, por lo que decidió probar suerte. «Me encontré con la sorpresa de que me llamaron enseguida solicitándome una entrevista vía Skype. Me costó mucho tomar la decisión de venirme, ya que no hacía ni un año que me había vuelto de hacer un Servicio de Voluntariado Europeo durante 10 meses en Polonia. Finalmente, tras hablarlo con mi pareja y mis padres, decidí venirme temporalmente para poder ganar algo de experiencia y así tener más posibilidades de trabajar de lo mío allí en España», explica Saray. Y así fue como empezó su nueva aventura.
Vive en un pueblo llamado Newbury. «La verdad es que es genial vivir aquí porque me encuentro a una hora y poco de Londres, y a cuarenta minutos de Oxford en coche. También está cerca de la costa. Es un lugar muy tranquilo, a veces demasiado, hasta el punto de que no encuentras mucho que hacer, con un entorno muy natural. Es muy bonito y acogedor, a mí me encanta. El nivel de vida aquí es muy alto, es uno de los pueblos más ricos de la zona», afirma.
Ha notado mucha diferencia con España porque «como se vive en España, ¡no se vive en ningún sitio! Y lo cierto es que echo mucho de menos mi tierra», asegura. La principal diferencia que ve es la gente, los siente mucho más cerrados y menos sociables. «Hay muchos que tienen cierto rechazo a los extranjeros, y hacen poco esfuerzo por ayudar o hacerse entender». Pero tampoco puede dejar de decir que se ha encontrado con muchas personas encantadoras, dispuestas a echarle una mano y abiertas a conocerle e intercambiar opiniones de las distintas culturas.
Otro aspecto que es muy diferente es la gastronomía. «¡Dios, que comida más mala hay aquí! Lo siento mucho por los ingleses, pero es que hasta ellos mismos lo reconocen. Por supuesto que hay excepciones y puedes encontrar restaurantes donde te ponen delicias para comer. Aquí se come mucho frito, demasiado picante para mi gusto y poco guiso. La verdad es que se echa mucho de menos una tortilla de patatas, un salmorejo, un buen pescaito frito, un puchero o unas espinacas con garbanzos», opina Saray.
Su lugar favorito es el castillo Donington. Cuando tiene un día libre suele ir a dar un paseo por el parque hasta llegar a las ruinas de ese castillo, «que si no recuerdo mal se usó para la defensa de las tierras en la primera guerra civil inglesa», apunta. El castillo se encuentra en una zona alta del pueblo por lo que las vistas son «increíbles». Le encanta sentarse allí un rato después de pasear, sobre todo cuando hace buen tiempo.
Anécdotas tiene muchas, algunas más positivas y otras más negativas, pero se queda con una que, aunque sencilla, le parece muy bonita. Y es que en Navidad allí tienen costumbre de mandarse muchas postales y, sin esperarlo, en la casa donde vive se encontraron con postales de prácticamente todos los vecinos de alrededor, deseándoles una Feliz Navidad y un próspero año nuevo. «Nosotros les contestamos a todos. Fue bonito encontrarnos con tantas postales diferentes de todos los vecinos», recuerda emocionada.
Los principales obstáculos con los que se ha encontrado han sido: el idioma, la movilidad y el transporte, y la falta de amigos, familiares y conocidos «que estén dispuestos a echarte una mano cuando lo necesitas». Ella llegó con un buen nivel de inglés pero, aun así, «cuesta mucho, sobre todo al principio. Además los ingleses son muy cerrados generalmente y no se esfuerzan mucho por hacerse entender si te ven con dificultades. Tampoco tienen mucha paciencia para volverte a repetir algo si no lo has entendido, por lo que literalmente en muchas ocasiones tienes que buscarte la vida y sobrevivir como puedas», sostiene.
A pesar de todo, si tuviera que hacer balance de su experiencia hasta ahora, sería muy positivo. No se arrepiente de haber decidido irse y cree que todo lo que está viviendo, de una manera o de otra, le va a servir de por vida.
Sus planes no están muy claros con este tiempo incierto que estamos viviendo. Su deseo es volver cuanto antes a España para poder pasar tiempo con su familia y su pareja, que ha tenido que quedarse en Sevilla todo este tiempo para poder terminar su carrera de arquitectura. Lleva 10 años y medio con ella, y lo que les apetece ya es tener una vida juntos, algún día formar una familia. Y todo eso cada vez lo ve más lejos si se queda allí.
Su corazón le dice que sí, que va a volver a Sevilla en breve porque realmente es lo que más desea en el mundo. Pero su cabeza le sigue haciendo plantearse el quedarse en un tiempo más en Newbury si en España va a seguir estancada y sin posibilidades de avanzar en su profesión.
A los sevillanos, y a todo el mundo, Saray les diría que se animen a vivir, al menos por una vez en la vida, una experiencia en el extranjero, sea a donde sea y por muy corta que sea. Porque vivir en otro país te abre mucho la mente, hace que te conozcas mejor a ti misma y darte cuenta de que eres capaz de hacer cosas que a lo mejor ni pensabas que podrías. Te ayuda a ser más independiente y a superarte, conocer otras culturas y aprender de ellas. «Yo lo recomiendo un montón, y puedo decir que en las dos culturas donde he pasado tiempo de mi vida, polaca e inglesas, he aprendido cosas que formaran parte de mí para el resto de mi vida, y eso es muy bonito», finaliza.