Fermín Cabanillas. En 1992, la ciudad turca de Estambul acogía la Final Four de baloncesto, que ganó el Partizan ante el Joventut de Badalona, en una cita en la que también estuvieron el Philips Milano y el Estudiantes Caja Postal.
Cuando Arnau Agan e Irene Morcillo recuerdan cómo se conocieron aluden a esa cita deportiva, en una ciudad que unió para siempre a una gallega y un turco.
El inicio
Irene había ido a Estambul a comprar accesorios por encargo de su padre, y allí conoció al joven turco. Esta gallega nacida en Vigo ha terminado junto a su marido en Gerena, donde han puesto en marcha la única pastelería fusión con aires de Japón -si es que se puede definir de alguna forma su trabajo- que existe no solo en pueblo sino en buena parte de España.
Vigo, Barcelona, Estados Unidos y Estambul y Gerena se han unido gracias a la idea de esta maestra pastelera y su “pinche”, como Arnau se define a sí mismo.
“Nos conocimos el 9 de abril de 1992. Mi padre me envió a hacer unos negocios a Estambul, a comprar accesorios, y me vine con los accesorios y un novio”, explica Irene, delante de una trufa helada hecha con mandarina “que puede comer cualquier persona, incluso si es vegana, porque todo lo que lleva es natural”.
Viajes
Durante su relación, han vivido en Barcelona y una temporada en Turquía. Han conocido el ambiente de Estados Unidos y cómo se vive y se trabaja en varias partes del mundo, y al final han terminado poniendo en marcha su negocio de elaboración de pastelería, bajo el nombre de ‘Pâtisserie Tokio’, en la calle Goya de Gerena.
Y no ha sido casualidad. El hermano de Irene se caso con una chica de del vecino pueblo de Olivares, y ellos iban de visita dos veces al año como mínimo. A los dos les fue enamorando Andalucía, y eso, unido a que las facilidades económicas para poner un negocio eran mejores que en Cataluña, los fue llevando al local en el que ahora trabajan.
Pero, “queríamos ofrecer algo distinto, no venir a Sevilla a hacer pestiños, que eso seguro que lo hace mejor cualquier abuela, sino aportar algo distinto”. Y así, su idea salió adelante.
Formación
Irene estudió con los mejores maestros pasteleros catalanes, se ha fraguado su propio estilo. Arnau es periodista. Una curiosa mezcla.
Irene se ha preocupado de que sus redes sociales sean algo más que una herramienta para difundir sus productos en forma de publicidad, y cuenta historias en ellas relacionadas con la pastelería, para que los que consumen sus productos no se queden solo con lo que comen, sino con su historia. Así, recuerda que “la beurre noisette o mantequilla avellana es una elaboración francesa que consiste en cocer la mantequilla hasta que gracias a la Reacción de Maillard toma un color y olor característico a avellana. Así, aunque se llame mantequilla avellana no lleva avellanas. Está elaboración la deben llevar todos los auténticos bizcochos Financier”.
Trabajo contra la crisis
Con ideas como esas, capea esta crisis, esperando que salgan adelante los negocios de hostelería a los que surte, y vendiendo a vecinos o gente que les conoce, “llegando al consumidor final”.
“Se trata de diferenciarte del competidor, haciendo una pastelería de calidad, buena y sana, porque aunque estemos viviendo una crisis gorda tenemos que pensar que tenemos que estar sanos, y para eso tentemos que comer bien. No voy a usar caviar, pero sí una buena materia prima”, apostilla.
El nombre de su negocio no fue casualidad. “Patisserie es como se denomina en Francia a la base de la pastelería, y Tokio nos encanta como concepto de gastronomía, porque es un país donde hay hasta someliers de frutas”. Por eso, aplica en sus platos “hasta un té verde que nos traen de Japón”, para dar un toque distinto a lo que pasa por sus manos cada día.
La crisis está encima, eso ninguno de los dos lo obvia, pero madrugando cada día y peleando por cada producto confían en salir adelante. La base, está puesta.