Sara Rojas. Decidido a embarcarse en una aventura “que todos deberíamos probar”, Manuel Bellido, un marchenero de 29 años, preparó sus maletas y no paró hasta conseguir asentarse en Dublín. Cuando vivía en España, trabajaba de comercial en Inditex, así que solicitó un traslado a la capital de Irlanda. Su empresa lo aceptó, pero fue él mismo el que gestionó todo el trámite con la ilusión de vivir una experiencia única y mejorar – o prácticamente, aprender – inglés.
Después de vivir casi tres años en esta ciudad fundada por vikingos, Manuel ha conseguido ganarle el pulso al idioma. Y al dificilísimo acento irlandés. “Tienen un acento muy cerrado, al principio no entendía nada. Me creía que era otro idioma, se me hizo muy complicado, pero ellos no tienen problema en repetírtelo más lento si se lo pides. Lo hacen encantados”.
Aun así, cuenta que el mayor problema que encontró al llegar a Dublín estuvo relacionado con la vivienda. “Cambié cinco veces de piso en un año”. Los alquileres en esta isla son muy caros y subían constantemente. Finalmente, logró estabilizarse en un piso. “Mantener el mismo apartamento es muy difícil, pero yo al final he conseguido conservarlo durante tres años. Vivo con 3 compañeros que ya puedo decir que se han convertido en amigos. Todos son de España, la mayoría del norte”.
Pero el mayor reto al que se enfrenta cada día este marchenero es el de adaptarse al frío. Confiesa que para una persona del sur es realmente complicado acostumbrarse a esas temperaturas. Además de fríos, en Dublín los inviernos son largos y húmedos. Las temperaturas oscilan entre los 3 y 8 grados centígrados. Durante el resto del año, las cifras apenas alcanzan los 19ºC.
A pesar del clima, reconoce que en Dublín “se vive muy bien”. Los sueldos son altos porque el nivel de vida también lo es, pero el ritmo de esta ciudad dista mucho del estrés y las prisas de capitales como Madrid. “Es una ciudad muy cómoda, trabajo en el centro y puedo ir todos los días andando al trabajo”.
En cuanto a “sus lugares” destaca las impresionantes vistas desde los acantilados de Moet o la Calzada de los Gigantes. También como visita obligada, señala el emblemático The Temple Bar, así como la famosa ruta de las 12 pintas. Esta tradición navideña consiste en recorrer una docena de pubs junto a un grupo de amigos siguiendo una serie de reglas, como la de tomarse una pinta en cada uno de ellos o la de llevar un Christmas Jumper, es decir, un jersey navideño.
El marchenero también recuerda con entusiasmo el día de San Patricio, el “carnaval irlandés”, que califica de “auténtica locura”. Pero si algo ha cautivado a Manuel de la isla esmeralda es sin duda viajar por los pueblecitos pesqueros del norte de Irlanda.
A pesar de lo que está disfrutando de Dublín, es ahora cuando reconoce cuánto añora a su tierra sevillana. Y beber su cerveza fresquita de Cruzcampo. “Los irlandeses beben la cerveza negra Guiness o el vino caliente, pero como la Cruzcampo no hay ninguna. En los restaurantes también hay mucho vino de Jerez, como el Tío Pepe, Pedro Ximénez o Solera”.
Y confiesa que cuando se los encuentra deja “a un lado la pinta”. Pero también reconoce que se recorre “Dublín entera para encontrar tomates de Andalucía” con los que poder hacer salmorejo. “Intento comprar todos los productos de España, el aceite, por ejemplo. Me llama la atención que cada vez hay más productos españoles en los supermercados”, cuenta Manuel Bellido.
Aunque lo que más echa en falta es a su familia marchenera. Debido a la situación sanitaria, este 2020 solo ha podido escaparse 4 días en agosto para regresar a su pueblo. La razón, las restricciones con las que también cuenta Irlanda. Manuel explica que allí “no se pueden permitir el lujo de tener una alta presión hospitalaria puesto que el número de camas de hospital es bastante reducido”. Algunas de esas medidas restrictivas han sido el cierre de pub y restaurantes desde el inicio de la pandemia hasta el 21 de septiembre. Aun así, a cualquier español le llama la atención que allí no sea obligatorio el uso de mascarilla.
En cualquier caso, agradece el apoyo que ha encontrado en sus compañeros de piso. Después de todo, se siente muy satisfecho con la decisión que tomó hace tres años. “La experiencia me ha hecho más fuerte, yo sabía solo lo básico de inglés y no sé cómo he sobrevivido, pero ahora me alegro. Tenía mucho miedo cuando llegué y ahora soy otro”.
Pero sabe que su lugar está en España. “Voy a seguir un tiempo aquí hasta que se normalice la situación. No me importaría probar otros países, pero mi futuro lo veo en España. Como los españoles no hay nadie”. Afirma que en Dublín la gente es muy amable, pero ellos mismos se alegran cuando conocen a gente de España, sobre todo de Sevilla. “Se les cambia la cara, hacen el intento de hablar español. Todos los irlandeses conocen el sur de España”.
En este sentido, cuenta una anécdota que le pasó hace poco. “Iba paseando por un pueblo de Irlanda y me encontré a un irlandés con la camiseta del Betis. Me dijo que le encantaba Sevilla. Y yo sé que voy a terminar en Andalucía sí o sí”.