Fermín Cabanillas. El 18 Festival de Sevilla ha recibido a tres cineastas andaluces. Por un lado, Santi Amodeo, que optará al Giraldillo de Oro con Las Gentiles, película que estrena mundialmente en Sevilla, ciudad natal del director sevillano, un film que supone un retorno al espíritu independiente de El factor Pilgrim (2000), Astronautas (2003) y Cabeza de perro (2006). Violeta Salama participa en la Sección Oficial, fuera de concurso, con Alegría, su debut en el largometraje, y el cineasta de Lebrija Benito Zambrano (Solas) ha presentado Pan de limón con semillas de amapola, junto a las protagonistas de esta película, Elia Galera y Eva Martín.
Santi Amodeo: “Con las protagonistas he sido como un vampiro”
Con Las Gentiles, Santi Amodeo reflexiona sobre la existencia adolescente y el impacto que sufren los jóvenes en sus vidas por culpa de las redes sociales, que puede llevarles a la frustración e, incluso, al suicidio en su enfoque más romántico.
Amodeo ha explicado algunas claves de la historia: “Quise que las redes sociales formaran la propia columna vertebral de la película, que no tiene una estructura clásica. Cuando ya entraron las actrices, el proyecto siguió creciendo, porque ellas ya viven esa realidad de forma integrada. La película se alimentó sola, incluso con elementos sacados de las propias redes sociales de las protagonistas. He sido como un vampiro, me han ayudado a entender la filosofía de las redes sociales, cómo las sienten los jóvenes y cómo se comunican a través de ellas”.
Con un reparto de nuevos rostros como África de la Cruz y Paula Díaz (ambas presentes en la rueda de prensa), Las Gentiles también pone el foco en algo que, después de la pandemia, está en plena actualidad: la salud mental de los jóvenes. “He querido tocar el tema con mucho respeto y mucho cuidado. No quería que hubiera moraleja, y en este tema tampoco quise ser especialmente pedagógico, pero es obvio que la salud mental es algo muy preocupante en el contexto que vivimos, y me parece muy necesario poner el foco. No hay que olvidar que los suicidios son la principal causa de muerte entre los adolescentes, y si la película ayuda en algo, encantado”, ha contado Santi Amodeo.
Benito Zambrano: “Las historias de mujeres me encantan»
El cineasta de Lebrija adapta en Pan de limón con semillas de amapola la novela homónima de Cristina Campos para llevar al espectador hasta la localidad mallorquina de Valldemosa.
Allí se sitúa un relato de reencuentros, que sigue a dos hermanas distanciadas por el devenir de la vida que cruzan sus caminos para gestionar la panadería que reciben en herencia. Dice Zambrano: “Las historias de mujeres y los personajes femeninos me encantan, soy muy lorquiano, vengo de una familia numerosa con cuatro hermanas, además de la madre que me parió. Creo que nuestro mundo es muy mariano, muy de mujeres, y me interesan mucho”.
Como ya hizo en Solas o en La voz dormida, Benito Zambrano vuelve a mostrar su sensibilidad para dibujar retratos femeninos, en este caso creando la atmósfera adecuada para que los personajes de Elia Galera y Eva Martín redefinan su relación y cierren viejas heridas. “En la novela encontré historias que resuenan, que te golpean, con las que sientes que puedes crear un vínculo. Es como adoptar a un hijo o una hija: tras el primer proceso los sientes como si los hubieras parido. Temas como el de los cooperantes que entregan su vida para ayudar a los demás en lugares muy peligrosos, que son verdaderos héroes. O la maternidad, el mundo de la família… hay mucho en la novela que conecta conmigo”.
Protagonistas
Las protagonistas del film han contado su experiencia: “El personaje de Anna empieza en un lugar y acaba en un sitio muy diferente, es una mujer que podría ser dos distintas”, explicaba Eva Martín (vista en series como Valeria o Merlí: Sapere Aude). “Empieza con una vida muy de mentira, muy de cara a la galería. Está cohibida y sometida a su matrimonio. Después, Anna despierta, se empodera y toma las decisiones que tiene que tomar”.
Elia Galera, por su parte, relataba que “Marina no tiene mucho que ver conmigo. Desde un punto de vista profesional un poco más, en eso de cómo rebelarte ante lo que se espera de ti. En eso sí me identifico, como harán muchas mujeres que tienen que conciliar la profesión y la vida familiar. En la película las dos hermanas se van construyendo la una a la otra, avanzan a la vez, y se ven apoyadas por una red de otras mujeres: eso es algo muy femenino, ese apoyo de las mujeres desde lo empático, desde la sororidad”.
Violeta Salama: “Quise hablar de la multiculturalidad con naturalidad”
La granadina Violeta Salama ha hablado de su luminosa ópera prima, Alegría, en la que plasma algunas experiencias propias poniendo el foco en la convivencia entre judíos, católicos y musulmanes en Melilla, ciudad donde vivió mucho tiempo. Hija de padre sefardí y madre católica, Salama apuesta en su película por la multiculturalidad: “Todos formamos parte de una multiculturalidad real. Yo he convivido con eso, he tenido que definirme en muchos momentos, como judía, como europea… Eso es riqueza, y he querido contarlo con naturalidad, sin que fuera algo conflictivo o excepcional”.
La directora ha admitido que su película puede ser entendida de forma diferente por el público masculino y el femenino: “Desde el guion ya pude ver reacciones distintas en función del sexo, pero también de si tenían hijos o no, de si habían vivido algún problema de identidad o no… hay varios temas y cada espectador se queda con uno u otro”.
El reparto
Respecto a la elección de un reparto de actrices tan completo y variopinto, Violeta Salama ha confesado que en todos los casos “tuve flechazos con ellas, coincidían con lo que yo tenía en la cabeza y adapté el guion a cada actriz. Y en el caso de Cecilia Suárez, la pregunta estrella en México era cómo había llegado a protagonizar Alegría: en realidad ella se había mudado a Madrid, se habían parado todos los proyectos por culpa de la pandemia, le llegó el guion y me contactó interesada. En cualquier caso, hay un montón de acentos en la película y, al fin y al cabo, forma parte del tema que tratamos, es muy natural”.
La directora ha reflexionado también sobre los films que la inspiraron en su debut tras las cámaras: “Manejé muchos diferentes. Pero hay dos películas que usé con el equipo y que, de alguna manera, englobaban el mensaje que yo quería transmitir: Caramel, de Nadine Labaki, y La boda del monzón, de Mira Nair. La primera en concreto es un homenaje a Beirut, era parecido al que yo quería hacer con Melilla”.