Victoria G. Mora. «El arte primero tiene que comunicar». Así lo entiende Juan Manuel Santaella (Coria del Río, 1980), pintor sevillano que ha desarrollado su carrera profesional en el ámbito de la arquitectura -estudió la carrera en la Universitat Politècnica de Catalunya-, pero siempre ha estado vinculado al mundo de las artes. Su ingenio y creatividad se manifiestan desde su infancia, cuando ya fabricaba sus propios juguetes. Sus obras, en su mayoría lejos de la abstracción y realizadas con diferentes técnicas, tratan de transmitir un mensaje claro al receptor.
En numerosas ocasiones, Santaella ha retratado desde diferentes perspectivas paisajes urbanos y naturales de Sevilla y su provincia, a través de una visión realista y usando diferentes técnicas como el óleo, el acrílico o la acuarela. La Catedral, el río, Triana, su puente, El Salvador, los arrozales de La Puebla o las marismas del Guadalquivir a su paso por su localidad natal, Coria, son algunos de los enclaves seleccionados por el autor, que asegura que lo hace «por puro placer de pintar al aire libre y disfrutar de la vocación».
Su carácter autodidacta ha sido complementado a lo largo del tiempo con una formación variada mediante cursos y talleres, además de la remarcable enseñanza particular del Maestro alemán Hans Kraus.
Sin embargo, el sevillano no solo ha desarrollado su talento en proyectos pictóricos, pues se ha desempeñado también en el terreno del diseño, la escenografía, la dirección artística o la escultura. Incluso cuenta con una patente, la del Edificio Pinchado en Aerogenerador (EPA), concedida por la Oficina Española de Patentes y Marcas del Ministerio de Industria.
El coriano ha recibido numerosos premios, entre los que cabe destacar el reconocimiento a nivel nacional Generaciones (2009). Sus trabajos han sido expuestos en ciudades como Berlín, Valencia, Barcelona o Madrid. En esta última asistió en 2010 como artista a la Feria Internacional de Arte Contemporáneo ARCO. En el presente año ha compartido su trabajo Espacio-Color en el Cicus de Sevilla.
Su obra aborda, desde una perspectiva cercana al realismo, temáticas muy dispares. Desde el medio ambiente y la autosuficiencia energética -estudió el máster de Ciudad y Arquitectura Sostenibles en Sevilla-, hasta la belleza estilística de un paisaje o la representación de escenas cotidianas, paisajes futuristas o retratos.
Consciente del impacto de las nuevas tecnologías, Santaella comparte su trayectoria y el desarrollo de sus trabajos en su página web personal. En la que también ofrece cursos de pintura y dibujo online y en su taller en Sevilla.
-¿Cómo te introdujiste en el mundo del arte?
Desde muy pequeño ya pintaba mucho. También hacía esculturas y construía objetos, juguetes o incluso máquinas. Recuerdo que un día me llevaron a un programa de televisión al que iba gente de mi pueblo y me hicieron pintar un cuadro en directo. Eso me dio bastante popularidad y comencé a participar en exposiciones y a recibir encargos. Creo que este podría ser el comienzo de mi carrera artística, o al menos uno de los recuerdos que guardo con más cariño.
-¿Qué temas te inspiran más a la hora de ponerte frente a un lienzo?
Creo que he pintado casi de todo, y bastante paisaje hiperrealista incluso, pero actualmente lo que más me atrae es la pintura más creativa. Viajo mucho y me suelo inspirar bastante en los viajes. La última exposición que hice estaba inspirada en el sureste asiático, en ella mezclaba la realidad de sus paisajes y habitantes con con algo de fantasía. Me atrae mucho la creación de mundos imaginarios, que pueden llegar a contener algo de fantasía, pero sin distanciarse demasiado de la realidad. Me gusta la utopía, pero también la representación o, casi mejor dicho, la «interpretación pictórica» de las cosas mundanas.
Yo creo que el arte primero tiene que comunicar, por lo que no puede distanciarse demasiado de su público, y luego tiene que transportar al espectador a otra dimensión o hacer que se pierda en la contemplación.
-¿Cualquiera puede aprender a pintar o hay algo de talento innato en este arte?
Pues tal vez ambas cosas. En mis clases de pintura descubro a gente que empieza desde cero a pintar pero, en cuanto aprende a dominar la técnica, inmediatamente desarrolla obras sorprendentes. Por eso creo que hay personas que realmente tienen cualidades innatas pero no respecto a la técnica, porque ahí sí que es imprescindible el aprendizaje. La cualidad innata por excelencia creo que podría ser el buen gusto o tal vez la manera de ver y sentir las cosas.
En definitiva, se podría decir que la técnica pictórica se aprende; y luego está la parte más personal, a lo que podríamos llamar «la manera de hacer las cosas”. Por ejemplo: a vestirse se aprende pero luego no todo el mundo tiene el gusto para combinar unas prendas con otras de manera armoniosa. Aunque, por supuesto, hay muchísimas maneras de hacerlo y, por tanto, muchísimos estilos.
-¿Cuáles son tus referentes en este mundo?
Los referentes van cambiando con el tiempo, pero podría mencionar a David Hockney como uno de mis pintores preferidos en la actualidad. A pesar de ser uno de los artistas más influyentes del siglo pasado, aún hoy es un referente en lo que hace, es una leyenda viva. También debo mencionar a Joseph Zbukvic, un acuarelista australiano que hace paisajes urbanos con una maestría impecable. Otro totalmente diferente es Tomokazu Matsuyama, un pintor japonés que crea escenas de una gran riqueza plástica. Hay muchos más pero creo que estos tres podrían servir como respuesta.
-¿Qué te permite expresar la pintura que no puedas por otros medios?
Es una pregunta casi “existencialista» y que precisamente yo mismo me he echo durante mucho tiempo, dado que por mi formación como arquitecto y mis inquietudes por otras disciplinas, siempre me preguntaba cuál era la esencia o qué cosas tenía que hacer en pintura y no en escultura o en arquitectura. De hecho pasé dos años en Berlín trabajando y buscando una respuesta a esta misma pregunta. Llegué a pensar que si se me ocurría algo que fuera espacial, entonces tenía que construirlo, y si era plano, pintarlo. Pero era una época en la que trabajaba mucho en lo abstracto y lo conceptual. Al final yo creo que la pintura te permite expresar cualquier idea o representar cualquier cosa con una inmediatez increíble, creando un gran valor con muy pocos instrumentos.
Todos los medios de expresión visual tienen sus virtudes. Personalmente, creo que la pintura te permite representar lo que estás imaginando o reinventar lo que estás viendo con los mínimos medios posibles y con un resultado material o plástico que, creo, encierra un canon de belleza universal. Esto es casi de sentido común. Además, al representar la realidad, la pintura permite poner o quitar cosas de inmediato, moverlas o transformarlas sobre la marcha, con toda esa materia plástica, voluminosa y ancestral, que lleva en su ADN el valor de lo humano y una herencia de miles de años. A veces con un solo gesto o una sola pincelada se puede plasmar todo esto.
Curiosamente, creo que después de que otros medios de representación visual desplazaran a la pintura -un hecho histórico que no critico porque creo en la evolución-, parece que hoy en día vuelve a cobrar de nuevo cada vez más valor, tal vez porque estamos un poco saturados de imágenes pasadas por lo digital.
-Sobre tu proyecto de la autosuficiencia energética de las ciudades sostenibles, ¿de dónde surge la idea? ¿Has obtenido el resultado que esperabas?
La idea surge un poco en mi niñez, cuando construía mis propios trenes con motorcitos que extraía de otros aparatos y tenía que andar comprando pilas para hacerlos funcionar. En aquella época no había muchos medios y me las tenía que ingeniar para que funcionasen con otros mecanismos, como imanes, o aprovechando la fuerza del agua o del viento. Me inventé numerosos juguetes que eran energéticamente “autosuficientes”, pero por pura necesidad. Luego estudié arquitectura y claro, todo eso iba sumando. En mi proyecto de fin de carrera desarrollé un prototipo de edificio pinchado en un aerogenerador o molino de viento de Tarifa, a modo de parásito que aprovechaba su estructura y extraía la energía del mismo, y luego empecé a trabajar en el mismo concepto llevado al entono urbano.
Me enorgullece el reconocimiento que obtuve cuando me dieron el premio Generaciones, de Monte Madrid, uno de los premios de arte joven más destacados de España, que me permitió construir un prototipo real y exponerlo en salas muy importantes, incluso en la feria de ARCO de Madrid. La realidad es que quería construir proyectos reales, más allá de los prototipos, pero era imposible luchar contra las grandes compañías eléctricas y la ley que impedía la autogeneración, es decir, que cada uno fabricase su propia energía. Trabajé mucho para que permitieran a las personas y a los edificios generar su propia energía, pero era yo solo contra un gigante y creo que me agoté, al menos por una época.
Pero no hay mal que por bien no venga. Poco a poco fui emprendiendo otros proyectos que me fueron acercando cada vez más a la pintura. Hice una serie de paisajes urbanos con parques eólicos en las cubiertas de los edificios por pura curiosidad, aunque también como investigación, incluso hice uno con la ciudad de Sevilla y parece que ya hay proyectos en marcha sobre la instalación de aerogeneradores en Sevilla… tal vez no estemos tan lejos de aquella idea.
-Sobre tus obras de pintura realista de paisajes sevillanos y de tu entorno, ¿por qué esos lugares en concreto y no otros?
Normalmente lo primero que me seduce de un paisaje es la luz. Un día voy paseando por algún lugar y, sin darme cuenta, por la luz que incide a esa hora sobre un punto concreto, de repente se crea una belleza especial. A veces no lo detecto en ese momento sino que sospecho que a otra hora podría encontrar una luz interesante y vuelvo a explorarlo más tarde. Y así voy memorizando momentos en ciertos lugares y más adelante acudo a pintarlos.
Sin duda el principal atractivo del lugar es la luz. Pero he pintado miles de paisajes, casi siempre in situ, al natural. Es una práctica que me apasiona y que necesito hacer. Empecé a hacerlo en la orilla del Guadalquivir, en mi pueblo, cuando era muy pequeño, podría tener 10 años, y también en el campo, en las Marismas o en los pinares de La Puebla, adonde mi padre me llevaba los fines de semana. Siempre iba cargado con mis pinturas y me ponía a pintar allí donde iba. Actualmente lo sigo haciendo, principalmente en mi entorno más cercano, porque es donde encuentro momentos con más frecuencia, pero me encanta viajar y pintar allá donde vaya.
-¿Hay alguna obra de la que te sientas especialmente orgulloso?
La primera que se me viene a la cabeza es Metasia, que forma parte de una serie que hice tras un viaje por Vietnam. Es una escena donde tres personas posan con serenidad entre la vegetación, sin prisas, en un paisaje verde inundado, donde brotan plataneras que acaban con formas de habitáculos, y la profundidad espacial queda definida por la temperatura del color, un efecto que yo llamo «Espacio-Color» (título de una exposición que hice recientemente en el Cicus de Sevilla). Esta obra es una en las que más he dado de mí, poniendo toda mi creatividad y conocimiento. Como todos los pintores, trato siempre de encontrar o definir mi camino, y creo que esta podría ser una de las obras con las que me siento más identificado. Cada vez le tengo más cariño.
-Para terminar, ¿qué mensaje lanzarías a quienes quieren dedicarse a este mundo o simplemente quieren compartir sus obras pero no se atreven?
Pues que le resten importancia a lo que digan los demás. Porque, por desgracia, el éxito en este mundo no solamente depende del talento, también del marketing, y uno puede verse reducido o desplazado por referentes o influencers que tienen una posición aventajada debido más al marketing que a su propio talento. Al final todo es muy relativo.
Por otra parte, cada persona tiene su mundo y su estilo. No hay nadie que pueda decir por dónde van a ir las cosas, lo podemos intuir, pero para dentro de cuatro o cinco años todo puede cambiar. El futuro está por escribir, o mejor dicho, todo está por hacer. Creo que hay que perder el miedo, quitarle importancia y seguir mostrando y exponiendo. Es importante ir valorando y haciendo lo que uno quiere, pero también teniendo en cuenta cómo reacciona la gente, sobre todo el público general, más que a los «entendidos», porque cada uno tiene su público, y la verdadera respuesta está en la calle, en la sabiduría de la gente común.
1 comentario en «El artista coriano Juan Manuel Santaella recrea la belleza de paisajes sevillanos en sus pinturas realistas»
Interesante persona ,conceptos sabios y obra muy solida.Impresionan miscoincidencias:arquitecta ,docente de diseño sustentable y acuarelista.desde Argentina saludos!!!!