19 noviembre 2024
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El legado del Islam en Sevilla, resumido en una guía

Portada de la guía que se puede consultar en la web de Prodetur.
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Portada de la guía que se puede consultar en la web de Prodetur.

Fermín Cabanillas. La provincia de Sevilla posee unas profundas raíces históricas y culturales, en las que el pasado andalusí ocupa un lugar provilegiado. Su legado se manifiesta principalmente en un amplio Patrimonio Cultural: recintos amurallados, fortificaciones de diversa envergadura, edificios singulares, la propia trama urbana de numerosas localidades… Pero también se encuentra en paisajes y espacios entre los que es imprescindible mencionar el propio valle del Guadalquivir, gran eje articulador de nuestra provincia.

Una guía editada por Prodetur y que se puede consultar en su web oficial, recopila de forma conjunta los elementos de Patrimonio Cultural de origen islámico en la provincia de Sevilla, junto con aquellos establecimientos que ofrecen gastronmía halal. Esperamos con ello abrir nuevos caminos para el encuentro cultural.

Prodetur Diputación de Sevilla

Como recuerda la guía, el Patrimonio Islámico de la provincia de Sevilla es el resultado de un extenso proceso cultural, que abarca casi seis siglos en los que la ciudad y su tierra formaron parte sustancial de al-Andalus, avanzada del Islam en tierras europeas.

Entre el año 711 (80 h.) en que Sevilla es conquistada por las tropas de Tariq ibn Ziyad, y 1248 (645 h.) en que cae ante las huestes del rey castellano Fernando III, la ciudad fue capital andalusí en diversas ocasiones, así como permanente foco cultural y potencia económica a nivel regional. Una ciudad que ya había conocido un amplio desarrollo urbano en época romana, formando parte de la provincia Bética del Imperio, y que bajo el Islam adquiere la forma y dimensiones que mantendría prácticamente hasta comienzos del siglo XIX.

Pero Sevilla no es solo la capital, sino que la ciudad centra un amplio territorio que iría lógicamente variando durante el período andalusí, partiendo de la extensa cora [provincia] bajo el califato Omeya (s. X / III h.), pasando por el poderoso reino taifa de los ‘Abbadíes (s. XI / IV h.) y alcanzando la capitalidad de al-Andalus bajo el gobierno almohade (ss. XII/XIII; VI/VII h.).

Tras la conquista castellana del s. XIII (VII h.), Sevilla y su tierra se integraron en el dominio de Andalucía de la Corona castellana, tierra de frontera entre Portugal y el Reino de Granada durante casi dos siglos, y posteriormente
corazón de las tierras castellanas del sur peninsular. Bajo  Sevilla y su tierra 13, el gobierno feudal, la herencia material del pasado andalusí se modificó, integrando nuevos estilos y desarrollando una cultura (el mudéjar) en la que lo castellano iría siendo progresivamente mezclado con lo andalusí a través del filtro del Reino de Granada. Todo ello no haría sino enriquecer un patrimonio que en buena medida ha llegado hasta nuestros días, permitiendo recorrer la actual provincia de Sevilla con el recuerdo constante de la civilización andalusí.

A comienzos del s. VIII (I h.) la Península Ibérica entra dentro del expansionismo islámico, que tras la conquista del norte de África aborda la posibilidad de cruzar el estrecho de Gibraltar y desarticular el Reino visigodo de Toledo, sumido en una profunda crisis social y política.

Detalle del Palacio Mudéjar de Pedro I, en el Alcázar de Sevilla.

La primera incursión se produce en el año 711 (92 h.), al mando de Tariq ibn Ziyad, subordinado de Musa ibn Nusayr, gobernador de la provincia africana del Califato Omeya de Damasco. El control efectivo del bajo Guadalquivir no se produjo sin embargo hasta 713 (94 h.), cuando el propio Musa ocupa Sevilla [Ishbilia] y la convierte en capital de al-Andalus, nombre con el que se conocerían a partir de ese momento los territorios musulmanes de la Península Ibérica. A la muerte de Musa, la capitalidad pasaría a Córdoba, aunque Sevilla se mantuvo como aunque Sevilla se mantuvo como una de las principales ciudades del sur peninsular.

Durante los ss. VIII/X (I/III h.), Sevilla Madinat Ishbilia, la ciudad de Sevilla, tuvo un papel fundamental durante la época andalusí. Bajo el gobierno Omeya (ss. VIII/XI; I/V h.) fue la capital de uno de los principales territorios de al-Andalus, y la trama urbana heredada de la época romana empezó a cambiar para adaptarse a la nueva realidad social y cultural, plasmada en obras como la aljama de Ibn ‘Adabbas (actual iglesia colegial de El Salvador).

Tras el fin del califato Omeya, Sevilla entra en una época de gobierno independiente, que se desarrolla durante todo
el siglo XI. La taifa dirigida por los Banu ‘Abbad extendería su dominio por amplios territorios, y este poder se tradujo en la construcción de suntuosos palacios, germen del Real Alcázar, localizados en la zona sur de la ciudad.

Arquitectura, lujo y sensualidad se unieron en la corte del “rey poeta” al-Mu’tamid (1069/1090; 461/482 h.), no por ello menos preocupado por buscar la hegemonía de la taifa sevillana frente a los demás gobernantes andalusíes.
Bajo los almorávides y almohades, Sevilla entra en el ámbito de los imperios norteafricanos.

Fueron sobre todo los almohades los que dieron forma a la ciudad medieval, convertida en capital andalusí del Imperio por el califa Abu Ya’qub Yusuf. En estos años se culmina la construcción del recinto amurallado, se establece la nueva aljama (actual Catedral) y se planifican grandes obras públicas, como la traída de aguas desde Qa’lat Yabir (Alcalá de Guadaíra) o el puente de barcas sobre el Guadalquivir. Con estas obras, Sevilla quedaba convertida en uno de los recintos amurallados más extensos del Occidente europeo.

A lo largo del período islámico, el desarrollo de la ciudad de Sevilla se vería complementado, en la orilla opuesta del Guadalquivir, con el arrabal de Triana, de origen incierto pero consolidado en época almohade, principalmente en torno a la cabecera del puente de barcas y la fortaleza construida para su protección.

La relevancia de la Sevilla andalusí se traduce actualmente en un extenso Patrimonio Cultural de origen islámico, que incluye algunos de los principales monumentos de la provincia, pero también espacios expositivos, colecciones museográficas y equipamientos destinados a difundir este rico legado, una parte intrínseca de la identidad sevillana.

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