Ana Rodríguez. En uno de los centros culturales más efervescentes de Europa como es la ciudad holandesa de Amsterdam, reside desde hace ya siete años la artista audiovisual y directora de cine experimental sevillana María Molina Peiró. Se marchó porque, tras vivir un año en Nueva York, un año «fundamental» que supuso para ella un «cambio de tuerca», le apetecía seguir explorando otros lugares.
Licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla, con especialización en pintura, es graduada Cum Laude en el Máster de Cine de la Academia de Cine holandesa, donde actualmente ejerce como investigadora y profesora.
Desde muy joven sintió que el audiovisual era su terreno: «el tiempo y la luz me obsesionan, así que imagino que el camino natural era escoger un arte que utilizara estas dos obsesiones como materia prima», reconoce la sevillana.
Creadora incansable, sus incontables trabajos se mueven entre festivales de cine y centros de arte contemporáneo, una doble vertiente que a la autora le gusta porque, según expresa, «es justo esa intersección de miradas la que me interesa y donde me siento más cómoda».
Así, ha mostrado sus creaciones el Museo del Louvre de París, el Haus der Kulturen der Welt de Berlín, la Galería Nacional de Washington, el Museo de la Ciencia de Londres, el Museo Nacional de Arte Contemporáneo de Seoul (MMCA), el Hon Gang Museum de Taipei, el NABI Art Center (Seoul) o Matadero de Madrid, entre otros espacios.
«Mi última película, The Sasha, tuvo su estreno este pasado enero en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam y desde entonces se ha mostrado en muchos festivales internacionales de cine, como por ejemplo el BFI London Film Festival o el Indie Lisboa, pero nada me hace tanta ilusión como mostrar The Sasha en el Festival Europeo de Sevilla este noviembre», afirma la artista, amante de su tierra.
María nos cuenta cómo ha sido su vida personal y profesional estos últimos años en el extranjero:
– ¿Desde cuándo resides en Amsterdam y por qué decidiste irte fuera?
– Llevo en Amsterdam siete años, ¡todavía no me lo creo! ¡Cuántos!… Vine a Amsterdam porque a mi novio le habían ofrecido un trabajo aquí y los dos teníamos ganas de cambio. Yo hacía poco había vuelto a Madrid de vivir en Nueva York y el tiempo allí se me hizo muy corto, tenía más ganas de experimentar otros lugares. Cuando Juan, mi novio, me dijo lo de Amsterdam me pareció una oportunidad maravillosa para seguir explorando.
– ¿Qué aporta una ciudad como Amsterdam a una artista como tú?
– Yo venía de tener una productora en Madrid y trabajar para series de televisión, publicidad, etc. Aquello no era lo mío y esa certeza me quemaba por dentro. Aquí he podido volver otra vez a desarrollar un trabajo personal y artístico gracias, en parte, a una ciudad que ofrece estructuras y ayudas a la cultura y los artistas. Eso sí, ayuda partir desde sus instituciones y ese fue un acierto por mi parte, nada más llegar apliqué a un máster para profesionales de cine, sin duda entrar en ese contexto me ha ayudado.
A parte de eso, Amsterdam es un centro europeo importante de arte contemporáneo, música, danza, teatro y diseño, con la ventaja de que no es una ciudad muy grande, lo que hace que no sea tan difícil entrar y formar parte de ese mundo, al menos esa es mi impresión.
– ¿Dónde trabajas allí?
– Tengo un estudio que comparto con una arquitecta, un diseñador y un director de orquesta, todos amigos y con mucho talento, un buen mix, muy sano, nada endogámico… Me gustan los sitios donde hay variedad de perspectivas.
– Naturaleza y tecnología, cine y ciencia, son dos binomios que te interesan a la hora de crear. ¿En qué medida te permite Amsterdam experimentar en estos campos?
– Amsterdam es un lugar excepcional para generar puentes entre disciplinas, sin ir más lejos, ahora mismo estoy trabajando en un proyecto con la Universidad de las Artes de Amsterdam (AHK) que consiste justo en eso, en crear una plataforma donde académicos, científicos y artistas, de diferentes disciplinas, pueden encontrase, investigar y colaborar entres ellos. La idea es que el método de la investigación académica y científica nutra el de los artistas y a la inversa. Todos se enfrentan a las mismas preguntas pero con diferentes métodos, ¿por qué no colaborar y aprender unos de otros?
Sin duda, Amsterdam ha sido importante para que el interés que siempre he tenido en la ciencia, la naturaleza y la tecnología, se potenciaran y pudiera profundizar en estos temas de una forma que quizás nunca había imaginado.
– ¿Es muy diferente tu sector en España que en Países Bajos?
– Creo que la diferencia esencial es principalmente de carácter económico, el problema es que la economía es motor de creatividad y calidad también. Ese primer impulso genera a su vez un cambio de mentalidad que retroalimenta al sector y a la sociedad en general. La sociedad holandesa no tiene miedo a lo nuevo y al cambio, les gusta experimentar y ese espíritu es una gran fuerza generadora.
Pero siempre es difícil generalizar y es difícil comparar la España del sur y del norte como un solo ente. Lo que no me cabe duda es que el talento español llama la atención fuera. Creo que en España hay una combinación interesante y genuina para observar el mundo, el problema, una vez más, es que debería haber más lugares y estructuras interesantes donde potenciar esas miradas.
– ¿Cómo te defendiste con el idioma al llegar?
– En Amsterdam todo el mundo habla inglés y puedes manejarte en la ciudad sin saber holandés, lo que es algo bueno y a la vez malo. No tienes que hacer el esfuerzo de aprender un idioma difícil pero fácilmente, como yo, puedes pasar siete años viviendo en esta ciudad y no haber aprendido nada de holandés.
Ahora me encuentro con la paradoja de que tengo dos hijas de cuatro y casi seis años que hablan holandés perfectamente y yo y mi marido, sin embargo, no entendemos nada de su idioma secreto. Hombre algo entiendo…pero muy poco. En mi defensa tengo que sabemos que estar aquí es algo pasajero y pronto nos vamos a ir, pero así ya llevamos siete años y ya comienza a darme vergüenza ajena… jajaja…
– ¿Cómo es una jornada normal en tu día a día?
– Me levanto corriendo a ducharme, dar de desayunar y vestir a mis hijas, salimos corriendo al cole, las dejo justo en el último minuto en la clase y luego, por fin, comienzo a andar con un paso más sosegado. Me tomo un café que me sabe a gloria, me reconcilio con el mundo, cojo mi bici (uno de mis momentos preferidos del día) y me dirijo por lo general a mi estudio o a la Academia de Cine de Amsterdam, donde ahora estoy dando clases en un Máster.
Luego vuelta a casa sobre las cinco de la tarde (el horario europeo es una gran ventaja) y hago lo que hacen la mayoría de las madres: preparar la cena, jugar, baños y algo que reconozco me da mucha pereza, que es practicar violín con mi hija mayor Julia.
– Cuéntanos alguna anécdota que te haya ocurrido durante tu estancia.
– Nada más llegar, el primer mes, me quedé embarazada de mi hija mayor Julia. A los tres meses recibí un paquete del seguro con un bote de alcohol, unas compresas, una pinza, unas vendas y un osito… no entendía nada y llamé al seguro. Me dijeron que el paquete era para dar a luz en casa, que mi seguro (¡uno premium!) no cubría tener al bebé en el hospital. Evidentemente me entró una mezcla entre indignación, risa (al ver el contenido del paquete) y cabreo. Finalmente decidí tenerlo en España porque coincidía con las Navidades y no paraba de escuchar cosas que no me convencían sobre dar a luz en Holanda.
Comento esto, para insistir en la increíble suerte que tenemos por el sistema sanitario español. En Holanda no existe la Seguridad Social, todo el mundo está forzado a tener un seguro privado (copia del modelo americano) y te encuentras con cosas absurdas, como que un seguro por el que pagas más de 100 euros al mes no te cubre tener un parto en el hospital, con todos los riesgos que esto en algunos casos implica.
Es un tema difícil de abarcar en unas líneas, porque también hay ciertas ventajas y responde a una cultura calvinista, donde el leitmotiv es ser duro y aguantar. Y eso se lleva de nuevo al parto, un tanto por ciento mínimo de mujeres solo consigue que le pongan la epidural. ¿Por qué? Porque es cara. Luisa, mi segunda hija, nació aquí y por supuesto la tuve sin ninguna ayuda, al más puro estilo calvinista, la epidural nunca llegó.
– ¿En qué estás trabajando actualmente?
– Ahora estoy trabajando en un documental que explora los límites de la vida y la relación del hombre con lo invisible y lo desconocido, a través de un lugar muy peculiar y conocido en Andalucía, no muy lejos de Sevilla. Pero prefiero no contar más…
– ¿Qué es lo que más echas de menos de Sevilla?
– Aparte de mi familia, sin duda el buen tiempo y la comida, pero también echo mucho de menos la cercanía, la espontaneidad. Aquí los códigos son diferentes y muchos de ellos me gustan, son más directos, van más por delante, pero también son menos amables y secos. Echo de menos la calle abarrotada, la gente mezclándose tomando cervezas y tapas, el barullo…. ¡el cachondeo, vamos!
– Para terminar: un mensaje a los sevillanos.
– ¡Viva el Betis man que pierda!….jajaja…y toda la actitud humana que esa frase conlleva.
– Muchas gracias María.