M.C. Contreras. Si hay algo que defina perfectamente el concepto de «sevillano por el mundo» es la historia de Francisco Carreño. Nació en la capital sevillana el 21 de octubre 1980, y ya desde pequeño se dio cuenta de que su mundo no iba a tener fronteras.
A los 18 años, su camino se encaminó a Granada, donde comenzó a estudiar Ciencias del Deporte. Allí estuvo los cinco años de la licenciatura más el doctorado, hasta que en 2006 pasó su expediente a la Universidad Pablo de Olavide sevillana, y terminó su doctorado en Fisiología del Ejercicio.
Pero estaba claro que su vida no se quedaría en el sur del sur europeo. «En mi infancia, había personajes que seguía mucho, como Supermán, Batman, la música rap, el baloncesto, Michael Jackson… Siempre eran cosas que me trasladaban una imagen de América que yo quería conocer. Para completarlo, en lugar de dar clases de informática, mi madre me apuntó a inglés como actividad extraescolar». Para alguien que siempre tuvo el sueño americano en su ser, el camino estaba abonado para conseguirlo.
Viaje a Roma. Con esos mimbres, a Francisco le faltaba diversidad en Sevilla en aspectos como el cultural. «Llegó el momento en que viajé por varias ciudades. Cuando llegué en 2006 dejé una relación muy larga y vivía soltero conociendo a otras mujeres pero sin encontrar eso que se llama mi media naranja, pero era quizás porque me gusta la internacionalidad». Hasta que llegó un viaje a Roma que le cambió la vida.
Era enero de 2010, y viajó a un congreso de nutrición en la capital italiana. «Allí conocí a Jyotika. Me enamoré de ella en dos días. Ella era de Katmandú, pero vivía en Estados Unidos desde los 5 años, con lo comencé un periodo en el que viajaba cada vez que podía para ir a verla, hasta que se vino a vivir a España».
Sin embargo, su futuro estaba al otro lado del Atlántico. «Ya en el doctorado aprecié que era complicado aplicar en Sevilla mi formación académica. Todo se unió. Le propuse matrimonio a Jyotika y me dijo que sí. Se unió que era un momento en el que la crisis económica estaba dando fuerte todavía, así que, viendo cómo estaba el panorama en España, me lié la manta a la cabeza y nos fuimos a Estados Unidos. Ella propuso ir a Atlanta, pero yo tenía claro que el sueño americano lo tenía que empezar por Nueva York. En 2012, el 23 de octubre, me monté en el avión con billete solo de ida»
Obviamente, no fue fácil. Cuando llegó, «me saqué la licencia para vender seguros de vida y de esa manera me pude hacer un poco con la ciudad, medios de transporte, practicar llamadas de teléfono, hasta que encontré trabajo en el hospital de Brooklyn, en atención a familias en desigualdad social. Allí estuve dos años, y encontré una clínica de medicina antienvejecimiento que me dio la oportunidad de trabajar en fisiología del ejercicio. A finales de 2017 dejé el trabajo y monté mi propia empresa con otro amigo.
«Ahora paso consulta y hago medicina de estilo de vida: nutrición, ejercicio, suplementación…, y fuera de ella clínica hago entrenamientos personales y trabajo con sus clientes. Si salen bien los planes, me asociaré en 2020 ó 2021 con ese doctor, y puede que monte en Manhattan un centro de salud y rendimiento».
A todo esto, fruto de aquél viaje a Roma y de esa chica que le enamoró bajo el Coliseo romano, nació Ayan el 23 de Julio de 2016. El sueño americano estaba completo.
Las plazas de Sevilla. Francisco tiene claro que su presente en Nueva York es su futuro, pero el corazoncito sevillano no lo puede dejar de lado. «He tenido la suerte de tener a muchos de mis amigos visitándome, con lo que lo que son las personas no las echo de menos, porque he visto a mucha gente siempre. A veces echo de menos a algunos amigos, pero en lo profesional no echo de menos España. Eso sí, el espíritu mas relajado de Andalucía lo extraño. Las plazas, con las mesas y las cafeterías, esos detalles que aquí son impensables, como una tostada con aceite de oliva y tomate.
«Cuando me pongo con la pena escucho flamenco, porque tengo un recuerdo de flamenco mezclado entre Granada, Sevilla y Cádiz, porque aunque no soy un experto es un sonido que me lleva a casa». Para completar su cura de nostalgia, los vídeos de humor del Comandante Lara completan su propia medicina, su «catarsis», como él la define.