Victoria G. Mora. El ahora tan extendido concepto de sororidad hace referencia a un hecho que se viene practicando desde los inicios: mujeres que se tienden la mano entre ellas para superar obstáculos. Esta relación de solidaridad dentro del colectivo femenino es la que une a Pilar, Charo, África, Tamara y Rosa en Mujereando, un grupo de teatro de mujeres sin hogar que busca su empoderamiento a través de las artes escénicas.
Carmen Tamayo es el germen de este proyecto llevado a cabo en Sevilla. La gaditana decidió unir en Mujereando sus dos profesiones, el trabajo social y el teatro. «Al comenzar a trabajar con personas sin hogar me di cuenta de que no se abordaba el problema desde una perspectiva de género”, explica. «Existen muchas menos mujeres en situación de calle, pero la realidad que sufren es mucho peor que la de los hombres, casi todas son víctimas de violencia de género», añade Tamayo.
Desde su inicio en 2013, un total de 47 mujeres han formado parte de Mujereando. «Todas ellas han sido víctimas de violencia de género”, manifiesta Carmen, «muchas están en la calle como consecuencia de eso».
«La calle es la selva, por eso queríamos crear un espacio donde pudieran ser totalmente libres y se sintieran protegidas» cuenta Tamayo. El teatro se convierte para este colectivo en un «lugar donde no hay miradas de prejuicio y en el que se deshacen de esa coraza que se colocan cada día» para sobrevivir.
Ahora las mujeres se reúnen dos veces a la semana en la sede de Cuenta3 Comunidad Creativa. Los ensayos se convierten en sesiones de terapia en las que «todas terminamos llorando, pero nos vamos con una sonrisa», confiesa. Las primeras clases fueron las más difíciles, «ellas traían la rivalidad y la agresividad de la calle, tuve que trabajar con ellas para que entendieran que aquí estábamos para ayudarnos y protegernos”, narra la gaditana.
Lo que comenzó como un espacio para la libre expresión de estas mujeres, poco a poco se fue transformando en un grupo de teatro que genera sus propias obras. «Necesitaban romper la invisibilidad del colectivo, que las viesen y escuchasen sus historias», defiende Carmen. Las clases son como una catarsis, «ellas van expresando lo que necesitan contarle al mundo y yo luego busco un hilo conductor para crear la obra» explica la gaditana.
Desde el estreno en 2013 de su primer trabajo, la performance ¿Por qué?, el grupo ha representado un gran número de títulos: El quejío de una diosa, Invisible, Etiquetas, Sueños S.A o Aquí no hay quien nade. Mujereando se ha subido a escenarios sevillanos como el de Teatro TNT, La imperdible, la UNIA, la Universidad de Sevilla, Teatro Cajasol, Hogar Virgen de los Reyes, Palacio de los Marqueses de la Algaba o el Centro de Documentación de las Artes Escénicas, entre otros. Pero también ha actuado en Leganés, Córdoba, Prado del Rey, Málaga, Bilbao o Úbeda.
Próximo objetivo: la vivienda
«Trabajamos el empoderamiento, la dependencia emocional, la búsqueda de empleo… pero si no tienen un hogar ya no podemos avanzar más», reivindica Carmen. El próximo propósito de la trabajadora social es conseguir una vivienda en la que vivan las cinco mujeres que actualmente conforman el grupo de teatro.
«No quiero que me den el dinero a mí, quiero que las apoyen a ellas con una vivienda», expresa la gaditana. Algunas de las mujeres han llegado a la calle huyendo de la violencia de género, otras se han separado de su agresor y no tienen subsidio porque han trabajado en negro como limpiadoras, algunas no pueden trabajar debido a problemas físicos consecuencia del maltrato,…
Las historias son diversas y conmovedoras. La más joven tiene 29 años y la mayor 63, pero todas comparten una misma necesidad: el hogar.
Nuevas oportunidades
De las 47 mujeres que han pasado por el proyecto, 28 de ellas han logrado salir de la calle. Por si esto fuera poco, Mujereando también les está brindando experiencias que nunca habían vivido. Viajes, hoteles, aviones y hasta la grabación de un documental que se estrenará el próximo otoño.
El pasado año las mujeres acudieron a Bilbao a un festival de teatro. «Cuando entré en la habitación en la que se hospedaba Charo, la encontré llorando porque nunca había estado en un hotel», recuerda Carmen emocionada. «Yo quería llevarlas al Guggenheim, pero ellas solo querían disfrutar del alojamiento», continúa la gaditana.
Más allá de lo material, el proyecto teatral ha otorgado a este grupo de mujeres seguridad en ellas mismas. «En cada clase se ve la transformación: el teatro nos sirve para sanar, sensibilizar y denunciar”, sostiene la directora del grupo.
Una responsabilidad colectiva
«Ya no imagino mi vida sin ellas», confiesa Carmen. La trabajadora social ha creado un fuerte vínculo con el grupo y asegura que el proceso de aprendizaje es mutuo. «Las personas sin hogar son víctimas de un fallo que estamos cometiendo la sociedad moderna» sostiene Tamayo.
Como ciudadana, la gaditana dice sentirse responsable de la problemática del sinhogarismo, «mi compromiso con ellas es contribuir a que su sufrimiento sea un poco menor», asegura. No obstante, le alivia saber que las mujeres han formado una familia en la que «se cuidan las unas a las otras, se que si un día yo no estoy, ellas se van a seguir teniendo».
La labor social de Carmen es indudable. Con su trabajo contribuye cada día a mejorar la situación de las personas sin hogar. Pero la gaditana es consciente de que «tenemos que ayudarnos más«, y así lo reivindica aprovechando la celebración del Día de la Mujer. «Hay que tener presente la realidad tan dura de las mujeres sin hogar», reclama, pues «se dice que existen derechos universales y uno de ellos es el hogar, pero no se cumple».